Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.
Es necesario ponerse en pie,
y ver lo que pasa en el mundo,
para que no pase lo que se puede evitar.
José Martí.
Habiendo sido aprobadas las Reformas Hacendaria y Electoral, los mexicanos vemos ya claramente que la minoría neoliberal, que es mayoría en el gobierno, pretende conservar la “estabilidad” y el “desarrollo” en base al sacrificio, hambre y sufrimiento del pueblo, y desea perpetuar la dictadura de los grandes empresarios nacionales y extranjeros mediante la aplicación de las políticas económicas neoliberales en los ámbitos económico, político y social, que no están pensadas para resolver los graves problemas del pueblo y de la nación, y que, aplicadas a nivel mundial, están poniendo en riesgo la existencia misma de la humanidad.
La Reforma Energética.
Viene pues, entre otras, la Reforma Energética, que para el gobierno neoliberal se resume en una sola idea: reformar la Constitución General de la República, y demás leyes, para permitir, legalmente, la privatización de las industrias eléctrica y petrolera en manos del Estado, posibilitando, así, la inversión extranjera sin límites en Petróleos Mexicanos (PEMEX), la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (CLyFC).
A esto se limita la “sesuda” y “maravillosa” propuesta que, según el gobierno, sacará a nuestro país de todos sus problemas, propuesta que para concebirla les costó seguramente muchas noches de desvelo e incontables horas de profunda reflexión a Calderón Hinojosa, a su partido, el PAN, a las cúpulas empresariales y al resto de neoliberales.
¿Las privatizaciones son la solución?
Pero si esto es la solución para el país, ¿por qué no nos ha beneficiado para nada la privatización de cientos de empresas del Estado llevadas a cabo desde el gobierno de Miguel de la Madrid, como la ferrocarrilera, azucarera, carretera, minera, de telefonía, satelital, portuaria, de transporte aéreo, de televisoras (como Canal 13), de la banca, entre muchas otras?
Porque la inmensa mayoría de éstas, hoy privatizadas, han quebrado o se encuentran en crisis debido a la corrupción y ambición de sus nuevos propietarios, que finalmente termina pagando el pueblo mexicano con los famosos “rescates”, como el bancario, el carretero, el azucarero y ahora hasta el satelital, con la quiebra de Satélites Mexicanos (Satmex).
Otras, como Telmex, han servido para hacer fortunas enormes, inexplicables e insultantes en medio de la pobreza del pueblo, y algunas más, como los bancos, se encuentran en manos de extranjeros, con consecuencias trágicas para los trabajadores de las mismas y para la nación.
Ferrocarriles, un ejemplo.
Como ejemplo tenemos lo que fue Ferrocarriles Nacionales de México (FNM). Al privatizarse, en 1995, durante el régimen de Zedillo, se dijo que los ferrocarriles se iban a modernizar, que sus trabajadores serían recontratados y que su servicio mejoraría.
Sin embargo, sucedió todo lo contrario, pues una vez privatizada se suspendió de inmediato el servicio de transporte de pasajeros, quedando solamente el de carga; las vías y las máquinas siguieron siendo las mismas y se fueron deteriorando; se quedaron sin empleo cerca de 68 mil trabajadores; y finalmente, la empresa extranjera a la que prácticamente se le regaló FNM (en el caso de esta región sureste, la norteamericana Genesee Wyoming Inc.), se fue y dejó la concesión por “incosteable” y todos sus trabajadores quedaron repentinamente desempleados.
Lo anterior tiene una explicación muy sencilla: si un gran empresario, nacional o extranjero, compra una empresa del Estado, lo hace para obtener ganancias, este es su principal objetivo, no para servir al pueblo o a la nación. Las trasnacionales no son damas de la caridad, como tampoco lo son los que están en la lista de “Forbes”.
Los apagones: muestra de la ineficiencia y corrupción de las trasnacionales eléctricas.
Es falso igualmente que con la privatización mejoraría el servicio de empresas como la CFE, y para comprobarlo sólo basta recordar los apagones de los que fueron responsables los monopolios eléctricos privados en Estados Unidos (2003) y en Argentina (2002).
El jueves 14 de agosto del 2003, un apagón en los Estados Unidos dejó sin energía eléctrica por tres días a 50 millones de personas de la costa noreste estadounidense y del sureste canadiense; afectó a ocho de sus estados y a ciudades como Nueva York, Toronto y Ohio, entre otras. Las pérdidas materiales fueron de 3 mil millones de dólares diarios y la CFE mexicana tuvo que entrar en su auxilio.
En Argentina, el apagón del 4 de noviembre del 2002 afectó a 13 millones de personas y, antes, en 1999, se había producido el más prolongado de su historia, en el que decenas de barrios estuvieron sin electricidad durante 11 días.
Consecuencias de una Reforma Energética neoliberal.
Entonces, privatizar PEMEX, la CFE y la CLyFC significaría, en resumidas cuentas: despidos masivos de sus trabajadores; encarecimiento de sus servicios y productos; la pérdida de enormes recursos que, aún hoy, de una u otra manera, son utilizados en beneficio del pueblo y nos permiten gozar, como país, de cierta estabilidad e independencia respecto al exterior (siendo falso que esto sea un logro de los panistas).
Asimismo, el aumento de los precios de las gasolinas y de las tarifas eléctricas, repercutiría de manera grave en la inflación y en la carestía de la vida.
Por otro lado, una industria eléctrica en manos de extranjeros afectaría a la pequeña y mediana industria nacional e iría dejando a miles de pequeñas comunidades del país sin el servicio, por no resultarles esto redituable.
Sin embargo, lo más grave sería que se cerraría, por muchos años, la posibilidad para nuestro país de alcanzar realmente un desarrollo económico con independencia y progreso social, pues estas industrias son básicas para lograrlo.
Dejar de invertir es una forma de privatizar.
Las industrias petrolera y eléctrica mexicanas han sido largamente ambicionadas por los monopolios extranjeros, principalmente de los EU, pues saben que son industrias redituables, altamente rentables, y estratégicas para cualquier país del mundo, de lo que que, al parecer, los únicos que no están conscientes son los neoliberales mexicanos y sus gobiernos.
Por ello, PEMEX, junto con la CFE y la CLyFC, han sido objeto de una privatización permanente, relativamente silenciosa, pero cínica por anticonstitucional.
Así, se ha reclasificado la petroquímica básica dejando en ésta sólo unos cuantos productos del petróleo, para los demás abrirlos completamente a las inversiones extranjeras; mediante los llamados Contratos de Servicio Múltiples se han concesionado a particulares muchas áreas que antes eran atendidas por la propia paraestatal, como la exploración y perforación, a tal grado que se habla ya de concesionar a una empresa norteamericana hasta la construcción y vigilancia de los ductos, lo que, admiten cínicamente, pagará el consumidor, es decir, el pueblo mexicano.
Asimismo, han sido despedidos miles de trabajadores de PEMEX en los últimos años, y otros tantos han visto reducir sus salarios y prestaciones; se ha permitido la generación de energía eléctrica por particulares, etc. Además, dejar de invertir en las empresas en manos del Estado, es una forma de privatizarlas.
PAN, virus letal.
No es un secreto que desde su fundación, el PAN se ha opuesto a la intervención del Estado en la economía y en servicios como la educación y la salud, es decir, ha sido enemigo acérrimo de las empresas en manos del Estado.
Por eso es falso que ahora, en el gobierno, los panistas se interesen por preservar, cuidar y fortalecer PEMEX, la CFE, la CLyFC, el IMSS, el ISSSTE o la educación pública, no, su pretensión es destruirlas y entregarlas en bandeja de plata a los monopolios norteamericanos, para lo que recurrirán a lo que sea, incluso a provocar directamente su quiebra, a mentir sobre su real estado financiero y a seguir violando la Constitución.
Por lo anterior, no nos cansaremos de repetir que el PAN es como un virus letal que ha inoculado a las instituciones surgidas de la Revolución Mexicana con el propósito de destruirlas.
Por una Reforma Energética nacionalista y popular.
Para realmente impulsar el desarrollo del país y elevar el nivel de vida del pueblo se requiere entonces fortalecer a la industria petrolera y eléctrica en manos del Estado, y ponerla realmente al servicio del pueblo mexicano y de la nación, haciendo más eficiente su servicio y funcionamiento, y combatiendo realmente la corrupción en su manejo.
Urge igualmente poner un alto a los llamados Contratos de Servicios Múltiples, que sólo son instrumentos para privatizar áreas completas de PEMEX, y que socavan la seguridad de la empresa y de sus trabajadores, a la vez que atentan contra los puestos de trabajo, derechos y prestaciones de éstos.
Es necesario sanear las finanzas internas de estas empresas para que puedan reinvertir en su expansión y modernización; dejar de exportar solamente petróleo crudo a los EU y fortalecer nuestra industria petroquímica para comercializar con productos derivados del petróleo, que son muchísimo más redituables.
Asimismo, es fundamental que el Estado se encargue directamente de la comercialización y venta de las gasolinas, lo que bajaría su precio, con el consiguiente beneficio para la industria y comercio nacional, y para todos los mexicanos, entre otras muchas medidas.
Necesaria la unidad de las fuerza progresistas.
Sin embargo, esto no será posible mientras el Poder Ejecutivo esté en manos del PAN y en el Poder Legislativo la derecha y los neoliberales sean mayoría, porque éstos insistirán en la privatización y en seguir privilegiando, sobre los intereses nacionales, el pago de la deuda externa y del Fobaproa-IPAB, que asciende a 18 mil millones de dólares anuales, y así ningún recurso alcanzará para nuestro desarrollo.
Por ello se requiere, no de la unión de todos los mexicanos, como reiteradamente dicen los expertos en demagogia, pues esto, en la práctica, en la realidad, es imposible, se requiere la unión, la alianza, pero de todos los mexicanos que estemos de acuerdo en que el verdadero progreso y la verdadera democracia sólo se lograrán fortaleciendo nuestra independencia económica y política del exterior, y elevando el nivel de vida del pueblo mexicano. Para esto si valdrá la pena hacer a un lado, o dejar para después, nuestras diferencias secundarias.
EL POEMA
La bandera
Levántate conmigo.
Nadie quisiera
como yo quedarse
sobre la almohada en que tus párpados
quieren cerrar el mundo para mí.
Allí también quisiera
dejar dormir mi sangre
rodeando tu dulzura.
Pero levántate,
tú, levántate,
pero conmigo levántate
y salgamos reunidos
a luchar cuerpo a cuerpo
contra las telarañas del malvado,
contra el sistema que reparte el hambre,
contra la organización de la miseria.
Vamos,
y tú, mi estrella, junto a mí,
recién nacida de mi propia arcilla,
ya habrás hallado el manantial que ocultas
y en medio del fuego estarás
junto a mí,
con tus ojos bravíos,
alzando mi bandera.
Pablo Neruda.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
Es necesario ponerse en pie,
y ver lo que pasa en el mundo,
para que no pase lo que se puede evitar.
José Martí.
Habiendo sido aprobadas las Reformas Hacendaria y Electoral, los mexicanos vemos ya claramente que la minoría neoliberal, que es mayoría en el gobierno, pretende conservar la “estabilidad” y el “desarrollo” en base al sacrificio, hambre y sufrimiento del pueblo, y desea perpetuar la dictadura de los grandes empresarios nacionales y extranjeros mediante la aplicación de las políticas económicas neoliberales en los ámbitos económico, político y social, que no están pensadas para resolver los graves problemas del pueblo y de la nación, y que, aplicadas a nivel mundial, están poniendo en riesgo la existencia misma de la humanidad.
La Reforma Energética.
Viene pues, entre otras, la Reforma Energética, que para el gobierno neoliberal se resume en una sola idea: reformar la Constitución General de la República, y demás leyes, para permitir, legalmente, la privatización de las industrias eléctrica y petrolera en manos del Estado, posibilitando, así, la inversión extranjera sin límites en Petróleos Mexicanos (PEMEX), la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (CLyFC).
A esto se limita la “sesuda” y “maravillosa” propuesta que, según el gobierno, sacará a nuestro país de todos sus problemas, propuesta que para concebirla les costó seguramente muchas noches de desvelo e incontables horas de profunda reflexión a Calderón Hinojosa, a su partido, el PAN, a las cúpulas empresariales y al resto de neoliberales.
¿Las privatizaciones son la solución?
Pero si esto es la solución para el país, ¿por qué no nos ha beneficiado para nada la privatización de cientos de empresas del Estado llevadas a cabo desde el gobierno de Miguel de la Madrid, como la ferrocarrilera, azucarera, carretera, minera, de telefonía, satelital, portuaria, de transporte aéreo, de televisoras (como Canal 13), de la banca, entre muchas otras?
Porque la inmensa mayoría de éstas, hoy privatizadas, han quebrado o se encuentran en crisis debido a la corrupción y ambición de sus nuevos propietarios, que finalmente termina pagando el pueblo mexicano con los famosos “rescates”, como el bancario, el carretero, el azucarero y ahora hasta el satelital, con la quiebra de Satélites Mexicanos (Satmex).
Otras, como Telmex, han servido para hacer fortunas enormes, inexplicables e insultantes en medio de la pobreza del pueblo, y algunas más, como los bancos, se encuentran en manos de extranjeros, con consecuencias trágicas para los trabajadores de las mismas y para la nación.
Ferrocarriles, un ejemplo.
Como ejemplo tenemos lo que fue Ferrocarriles Nacionales de México (FNM). Al privatizarse, en 1995, durante el régimen de Zedillo, se dijo que los ferrocarriles se iban a modernizar, que sus trabajadores serían recontratados y que su servicio mejoraría.
Sin embargo, sucedió todo lo contrario, pues una vez privatizada se suspendió de inmediato el servicio de transporte de pasajeros, quedando solamente el de carga; las vías y las máquinas siguieron siendo las mismas y se fueron deteriorando; se quedaron sin empleo cerca de 68 mil trabajadores; y finalmente, la empresa extranjera a la que prácticamente se le regaló FNM (en el caso de esta región sureste, la norteamericana Genesee Wyoming Inc.), se fue y dejó la concesión por “incosteable” y todos sus trabajadores quedaron repentinamente desempleados.
Lo anterior tiene una explicación muy sencilla: si un gran empresario, nacional o extranjero, compra una empresa del Estado, lo hace para obtener ganancias, este es su principal objetivo, no para servir al pueblo o a la nación. Las trasnacionales no son damas de la caridad, como tampoco lo son los que están en la lista de “Forbes”.
Los apagones: muestra de la ineficiencia y corrupción de las trasnacionales eléctricas.
Es falso igualmente que con la privatización mejoraría el servicio de empresas como la CFE, y para comprobarlo sólo basta recordar los apagones de los que fueron responsables los monopolios eléctricos privados en Estados Unidos (2003) y en Argentina (2002).
El jueves 14 de agosto del 2003, un apagón en los Estados Unidos dejó sin energía eléctrica por tres días a 50 millones de personas de la costa noreste estadounidense y del sureste canadiense; afectó a ocho de sus estados y a ciudades como Nueva York, Toronto y Ohio, entre otras. Las pérdidas materiales fueron de 3 mil millones de dólares diarios y la CFE mexicana tuvo que entrar en su auxilio.
En Argentina, el apagón del 4 de noviembre del 2002 afectó a 13 millones de personas y, antes, en 1999, se había producido el más prolongado de su historia, en el que decenas de barrios estuvieron sin electricidad durante 11 días.
Consecuencias de una Reforma Energética neoliberal.
Entonces, privatizar PEMEX, la CFE y la CLyFC significaría, en resumidas cuentas: despidos masivos de sus trabajadores; encarecimiento de sus servicios y productos; la pérdida de enormes recursos que, aún hoy, de una u otra manera, son utilizados en beneficio del pueblo y nos permiten gozar, como país, de cierta estabilidad e independencia respecto al exterior (siendo falso que esto sea un logro de los panistas).
Asimismo, el aumento de los precios de las gasolinas y de las tarifas eléctricas, repercutiría de manera grave en la inflación y en la carestía de la vida.
Por otro lado, una industria eléctrica en manos de extranjeros afectaría a la pequeña y mediana industria nacional e iría dejando a miles de pequeñas comunidades del país sin el servicio, por no resultarles esto redituable.
Sin embargo, lo más grave sería que se cerraría, por muchos años, la posibilidad para nuestro país de alcanzar realmente un desarrollo económico con independencia y progreso social, pues estas industrias son básicas para lograrlo.
Dejar de invertir es una forma de privatizar.
Las industrias petrolera y eléctrica mexicanas han sido largamente ambicionadas por los monopolios extranjeros, principalmente de los EU, pues saben que son industrias redituables, altamente rentables, y estratégicas para cualquier país del mundo, de lo que que, al parecer, los únicos que no están conscientes son los neoliberales mexicanos y sus gobiernos.
Por ello, PEMEX, junto con la CFE y la CLyFC, han sido objeto de una privatización permanente, relativamente silenciosa, pero cínica por anticonstitucional.
Así, se ha reclasificado la petroquímica básica dejando en ésta sólo unos cuantos productos del petróleo, para los demás abrirlos completamente a las inversiones extranjeras; mediante los llamados Contratos de Servicio Múltiples se han concesionado a particulares muchas áreas que antes eran atendidas por la propia paraestatal, como la exploración y perforación, a tal grado que se habla ya de concesionar a una empresa norteamericana hasta la construcción y vigilancia de los ductos, lo que, admiten cínicamente, pagará el consumidor, es decir, el pueblo mexicano.
Asimismo, han sido despedidos miles de trabajadores de PEMEX en los últimos años, y otros tantos han visto reducir sus salarios y prestaciones; se ha permitido la generación de energía eléctrica por particulares, etc. Además, dejar de invertir en las empresas en manos del Estado, es una forma de privatizarlas.
PAN, virus letal.
No es un secreto que desde su fundación, el PAN se ha opuesto a la intervención del Estado en la economía y en servicios como la educación y la salud, es decir, ha sido enemigo acérrimo de las empresas en manos del Estado.
Por eso es falso que ahora, en el gobierno, los panistas se interesen por preservar, cuidar y fortalecer PEMEX, la CFE, la CLyFC, el IMSS, el ISSSTE o la educación pública, no, su pretensión es destruirlas y entregarlas en bandeja de plata a los monopolios norteamericanos, para lo que recurrirán a lo que sea, incluso a provocar directamente su quiebra, a mentir sobre su real estado financiero y a seguir violando la Constitución.
Por lo anterior, no nos cansaremos de repetir que el PAN es como un virus letal que ha inoculado a las instituciones surgidas de la Revolución Mexicana con el propósito de destruirlas.
Por una Reforma Energética nacionalista y popular.
Para realmente impulsar el desarrollo del país y elevar el nivel de vida del pueblo se requiere entonces fortalecer a la industria petrolera y eléctrica en manos del Estado, y ponerla realmente al servicio del pueblo mexicano y de la nación, haciendo más eficiente su servicio y funcionamiento, y combatiendo realmente la corrupción en su manejo.
Urge igualmente poner un alto a los llamados Contratos de Servicios Múltiples, que sólo son instrumentos para privatizar áreas completas de PEMEX, y que socavan la seguridad de la empresa y de sus trabajadores, a la vez que atentan contra los puestos de trabajo, derechos y prestaciones de éstos.
Es necesario sanear las finanzas internas de estas empresas para que puedan reinvertir en su expansión y modernización; dejar de exportar solamente petróleo crudo a los EU y fortalecer nuestra industria petroquímica para comercializar con productos derivados del petróleo, que son muchísimo más redituables.
Asimismo, es fundamental que el Estado se encargue directamente de la comercialización y venta de las gasolinas, lo que bajaría su precio, con el consiguiente beneficio para la industria y comercio nacional, y para todos los mexicanos, entre otras muchas medidas.
Necesaria la unidad de las fuerza progresistas.
Sin embargo, esto no será posible mientras el Poder Ejecutivo esté en manos del PAN y en el Poder Legislativo la derecha y los neoliberales sean mayoría, porque éstos insistirán en la privatización y en seguir privilegiando, sobre los intereses nacionales, el pago de la deuda externa y del Fobaproa-IPAB, que asciende a 18 mil millones de dólares anuales, y así ningún recurso alcanzará para nuestro desarrollo.
Por ello se requiere, no de la unión de todos los mexicanos, como reiteradamente dicen los expertos en demagogia, pues esto, en la práctica, en la realidad, es imposible, se requiere la unión, la alianza, pero de todos los mexicanos que estemos de acuerdo en que el verdadero progreso y la verdadera democracia sólo se lograrán fortaleciendo nuestra independencia económica y política del exterior, y elevando el nivel de vida del pueblo mexicano. Para esto si valdrá la pena hacer a un lado, o dejar para después, nuestras diferencias secundarias.
EL POEMA
La bandera
Levántate conmigo.
Nadie quisiera
como yo quedarse
sobre la almohada en que tus párpados
quieren cerrar el mundo para mí.
Allí también quisiera
dejar dormir mi sangre
rodeando tu dulzura.
Pero levántate,
tú, levántate,
pero conmigo levántate
y salgamos reunidos
a luchar cuerpo a cuerpo
contra las telarañas del malvado,
contra el sistema que reparte el hambre,
contra la organización de la miseria.
Vamos,
y tú, mi estrella, junto a mí,
recién nacida de mi propia arcilla,
ya habrás hallado el manantial que ocultas
y en medio del fuego estarás
junto a mí,
con tus ojos bravíos,
alzando mi bandera.
Pablo Neruda.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
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