martes, 14 de diciembre de 2010

La perversión del ejercicio del Poder.

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos señala claramente los deberes y obligaciones, las funciones y tareas, del Presidente de la República, de los diputados federales, de los senadores de la República y de los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, entre otros; y las leyes respectivas, las de los Gobernadores de los Estados, diputados locales y Presidentes Municipales, etc.
Sin embargo, la llegada al poder de los neoliberales en 1982 y la cesión del mismo por parte del grupo neoliberal encabezado por Salinas y Zedillo al Partido (de) Acción Nacional (PAN), en el 2000, desvirtuaron el objetivo principal del ejercicio del poder, de la función pública, señalado por la Constitución, lo pervirtieron y devaluaron, a tal grado que si, por ejemplo, al Presidente de la República la Constitución lo obliga, como principio básico, a respetar la ley, se ha vuelto práctica común que la viole flagrantemente.

El Presidente de la República

Así, el Poder Ejecutivo de la Nación, el Presidente de la República, su titular, ha llegado al grado de limitar su acción a la privatización de las empresas, recursos y riquezas propiedad de pueblo y de la Nación, y a las funciones policiacas, esto ante su total incapacidad e intención de resolver los problemas esenciales del pueblo mexicano relacionados con nuestro desarrollo económico y político independiente, con la democracia, el campo, el empleo, los salarios, la salud, la alimentación, la vivienda, la educación, la ciencia y la cultura, el deporte y la recreación, obligaciones que la Constitución le marca claramente y señala, además, el camino correcto para lograr su cumplimiento.
Por ello, ante esta perversión del ejercicio del poder, de su devaluación hasta el límite, nuestro pueblo se debate en la miseria y la desesperación, nuestra nación es cada vez más dependiente de los Estados Unidos en lo económico y político, y la llamada “democracia mexicana” suena sólo a palabras huecas, sin sentido, para los millones de mexicanos que apenas tenemos para comer, y para la clase trabajadora que carece de representación auténtica en los órganos de poder.


Los Gobernadores de los Estados

Por otra parte, los Gobernadores de los Estados, salvo honrosas excepciones, sumidos en el pragmatismo total y faltos de una filosofía o, al menos, de un programa que oriente sus acciones en beneficio del pueblo, se limitan a evitar confrontarse o siquiera contradecir al Presidente de la República, por temor a que sus presupuestos sean reducidos, o los subsidios y programas federales no lleguen a sus estados, pues carecen de las ideas, el impulso y la decisión necesarias para desarrollar las fuerzas productivas en su jurisdicción por sus propios medios y con el apoyo decidido de sus pueblos.
Claro, en el caso de los gobernadores panistas esto no podía ser de otra manera, pues pertenecen a un partido tradicionalmente enemigo del progreso y de la Revolución Mexicana, pero debería ser de otra manera en cuanto a aquellos gobernadores que pertenecen a partidos de origen democrático y hasta revolucionario, pero no es así.

Los Presidentes Municipales

Asimismo, los Presidentes Municipales limitan sus funciones a tapar algunos baches, a cambiar algunos focos, a chapear y a pintar banquetas, y a levantar borrachitos de las calles, si acaso; pero eso sí, se apresuran a privatizar servicios públicos que están obligados a proporcionar y a administrar eficientemente, como el de recoja de basura, de agua potable y de transporte urbano, entre otros, no sea que se les vayan a terminar sus tres años sin hacerlo, y se esmeran en el cobro y en el aumento de los impuestos, sangrando hasta límites criminales los pobres bolsillos del pueblo, de la clase trabajadora.

Los diputados federales y senadores

Los diputados federales y senadores de la República, por su parte, además de enriquecerse cínicamente gracias a sus insultantes ingresos, elaboran leyes que, sin van en beneficio del pueblo (poquísimas por cierto), nunca se aplican, y aprueban reformas de carácter contrarrevolucionario, reaccionario, contrarias al espíritu de la Constitución, a sus principios esenciales.
Estos “legisladores” se conforman, además, con mal repartir, con mal distribuir, los escasos recursos de la Nación, sin siquiera cuestionar las cantidades exorbitantes de dinero que se destinan cada año al pago de la inmoral, injusta e impagable deuda externa, y al Instituto para el Ahorro Bancario (IPAB), antes Fobaproa, lo que mantiene a nuestro país en el subdesarrollo y al pueblo mexicano en la miseria.
Una transformación radical del actual estado de cosas a favor del pueblo y bajo los principios de la Constitución y de la Revolución Mexicana, no está en su agenda ni en sus propósitos. Son legisladores de la pequeña burguesía que constantemente coquetean con la derecha y los neoliberales en busca de sus propios beneficios.

El Poder Judicial

Por último, el Poder Judicial de la Federación, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, formada por magistrados completamente alejados de los intereses del pueblo y de la Nación, históricamente se ha plegado a los Presidentes en turno, del partido y de la ideología que sean, sentando jurisprudencias contrarias al espíritu constitucional, principalmente en lo relacionado al campo, a la propiedad de la tierra, a los derechos de la clase trabajadora y de los partidos políticos progresistas y revolucionarios, y en lo que se refiere a las empresas propiedad del Estado, convirtiéndose en cómplices de su privatización.
Hoy su actitud se ha radicalizado hacia la derecha, con un cuerpo de magistrados que “vive más allá del bien y del mal”, desentendiéndose de crímenes tan abominables como el que ocurrió en el estado de Sonora, en la guardería “ABC”, en junio del 2009, donde perdieron la vida más de 43 niños como resultado de la aplicación de un principio esencial del neoliberalismo, que señala que se debe hacer negocio con todo, privatizar todo, aunque se ponga en peligro la vida de seres inocentes.

Dignificar el ejercicio del Poder

Dignificar el ejercicio del poder a todos los niveles significa, en primer lugar, respetar y hacer respetar los principios y el espíritu originales de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y, después, retomar los ideales que dieron origen no sólo a la Revolución Mexicana iniciada en 1910, sino los de la lucha por nuestra independencia respecto a España y los de la Revolución de Reforma.
Por tanto, dignificar el ejercicio del poder significa luchar por la independencia económica y política de la nación, por una verdadera democracia, como la que define el artículo 3º de nuestra Constitución, y por la elevación constante del nivel de vida del pueblo mexicano. Actuar de otra manera es indigno, constituye un engaño al pueblo de México y un acto de traición a la patria.
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domingo, 21 de noviembre de 2010

La Revolución Mexicana y los problemas del campo.

Por: Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

“Los invasores de tierras son campesinos que carecen de ellas, o individuos miserables que se meten en cualquier lugar porque no tienen trabajo ni sustento a la vista. Pero hay otra clase de invasores de tierra que no sólo no son desalojados, sino que tienen buenos padrinos. Son los “paracaidistas” ricos, que se están multiplicando por la inmunidad de que disfrutan”

Vicente Lombardo Toledano (1964)

El problema de la tierra, del campo, sería un asunto muy sencillo de resolver si se viera desde el punto de vista de los intereses del pueblo y de la nación mexicana, si se le busca una solución en el sentido progresista y revolucionario.
Sin embargo, si se pretende ir hacia atrás, hacia etapas ya superadas por los mexicanos, la situación se complica para quienes gobiernan, porque tienen que mentir, violar la ley, corromper y corromperse, reprimir y actuar en contra de los intereses de la inmensa mayoría del pueblo para favorecer a unos cuantos, aún contra principios e instituciones que forjaron nuestra nación, lo que siempre genera miseria, descontento y, finalmente, violencia.

La propiedad de la tierra

Cuando los españoles descubrieron este continente, en 1492, quienes habitaban el territorio que hoy ocupa nuestro país, los indígenas de diversos clanes y tribus, no conocían la propiedad privada, y las tierras, que constituían el altaplalli, eran de la comunidad y trabajadas por la comunidad para beneficio de todos sus integrantes; constituían, pues, una propiedad común, colectiva.
Los colonizadores los despojaron de ellas y las convirtieron en propiedad privada, bajo la forma de enormes latifundios, quedando en manos de unos cuantos para beneficio del poder peninsular solamente, a grado tal que, en 1804, el propio obispo de Valladolid, Manuel Abad y Queipo (el mismo que excomulgó a Hidalgo), consignaba que existían 10 mil haciendas y 20 mil propietarios. Con este despojo, los indígenas se convirtieron en esclavos, y en parias en su propia tierra.
Así, a partir de ese momento la lucha de las fuerzas progresistas y revolucionarias fue por restituir las tierras a sus originales y legítimos propietarios, y dotar de ellas a las nuevas generaciones de campesinos, esto en oposición a las fuerzas reaccionarias y a las clases privilegiadas, que siempre han visto a la tierra, y a su acaparamiento, sólo como un jugoso negocio, y no como palanca para lograr el verdadero progreso.
Durante la lucha por la independencia, Hidalgo y Morelos, según consta en sus proclamas, programas y decretos, lucharon porque les fueran devueltas sus tierras a las comunidades indígenas; Morelos puso límites a la propiedad de la tierra, ordenó el fraccionamiento de los latifundios y definió lo que debía ser la pequeña propiedad.
La Revolución de Reforma, encabezada por Benito Juárez (1806-1872), destruyó una parte de la estructura feudal, base de la economía en ese momento: el latifundismo eclesiástico, es decir, el enorme acaparamiento de tierras (ociosas muchas de ellas) por parte de la Iglesia Católica.
Asimismo, en esta lucha permanente por hacer justicia a los hombres del campo y a las comunidades despojadas de sus tierras, muchas fueron las voces que se alzaron durante el Congreso Constituyente de 1856-1857, como la de Ponciano Arriaga, que propuso dotar de tierras a los pueblos.

La Revolución Mexicana y el problema de la tierra

Durante el Porfiriato (1876-1911), las grandes haciendas se tragaron a los pueblos y a las comunidades, y la extensión de los latifundios podía igualarse a la de los países de Centroamérica y de Europa, pues el 95% del territorio nacional estaba en manos del 1% de la población.
Por ello, durante la etapa armada de la Revolución Mexicana iniciada en 1910, fueron las masas rurales, formadas por campesinos, indígenas, peones, vaqueros y demás trabajadores del campo, encabezadas por Emiliano Zapata (en el centro y sur) y por Francisco Villa (en el norte), las que ofrendaron su vida y tiñeron de sangre la misma tierra por la que lucharon.
Así, los líderes de la Revolución y los Constituyentes de 1917, por convicción, pero también por necesidad histórica y por exigencia de las propias masas rurales y de sus caudillos, plasmaron en el Artículo 27 de la Constitución sus demandas históricas y anhelos más sentidos.
Dicho artículo, junto con la Ley Agraria, señalaban, entre otras cosas, la propiedad originaria de la Nación sobre todos los recursos y riquezas nacionales, incluida la tierra, además, obligaban al Estado a repartir la misma para constituir los ejidos, cuyos integrantes gozarían de su usufructo, no de su propiedad, dándole al ejido el carácter de inalienable, inembargable e imprescriptible.
El ejido, una de las instituciones más importantes creadas por la Revolución Mexicana, nace entonces de los más profundos anhelos del pueblo mexicano y hunde sus raíces en su historia. No fue un invento, ni surgió por el capricho de unos cuantos.
De esta manera, los Constituyentes pretendían evitar el resurgimiento de los latifundios, consolidar nuestra integridad territorial e independencia nacional, sentar las bases para nuestro desarrollo industrial, lograr nuestra independencia alimentaria y la elevación del nivel de las empobrecidas masas rurales.

La Reforma Agraria

Entonces, con el triunfo de la Revolución Mexicana dio inicio la Reforma Agraria, que se propuso, lográndolo hasta los años ochentas del siglo pasado, una transformación profunda del campo mexicano: elevó el nivel de vida de las masas rurales, se destruyeron la inmensa mayoría de los latifundios, repartiéndose las tierras entre los campesinos para crear los ejidos, y se inició la tecnificación del campo con la introducción de sistemas de riego y maquinaria, todo lo cual permitió la industrialización del país.
Sin embargo, la Reforma Agraria, el reparto de tierras y el ejido se enfrentaron a innumerables obstáculos y traiciones, y tuvieron siempre enemigos poderosos, dentro y fuera del gobierno, que impidieron su aplicación plena e integral, y, por tanto, el logro cabal de sus objetivos.
En primer lugar, nunca se definieron correctamente, ni se respetaron, los límites de la pequeña propiedad, dando lugar a la existencia de latifundios simulados; muchos gobernadores de los estados obstaculizaron desde siempre el reparto de tierras, convirtiéndose ellos mismos, y sus grupos, en verdaderos terratenientes; indebidamente, se pusieron en manos de particulares los distritos de riego.
Asimismo, se entregaron certificados de inafectabilidad agraria a terratenientes; se dieron concesiones de tierra para ganadería hasta por 25 años, sustrayendo grandes extensiones de tierra de la reforma agraria; se concedió el derecho de amparo para los terratenientes, en febrero de 1947; no se tomaron medidas eficaces para transformar la ganadería extensiva en intensiva; se dio un sucio comercio, por parte de funcionarios públicos menores, de las solicitudes de tierra de los campesinos y sus procedimientos, que prolongaban indefinidamente.
Igualmente constituyeron una gran traición a la Reforma Agraria las deformaciones que la administración pública, de la Federación y de los Estados, ha hecho del artículo 27; las jurisprudencias contrarias a la letra y al espíritu de la Constitución por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y la apatía de las autoridades federales para convertir al ejido en una unidad productiva integral, donde se diera valor agregado a los productos del campo mediante la constitución de industrias, la aplicación de los avances científicos y tecnológicos, y la capacitación de los ejidatarios, aprovechándose al 100 por ciento su tiempo y capacidades.

Los neoliberales y los problemas del campo

El año de 1982 marcó la llegada al poder de los enemigos abiertos del ejido y de la Reforma Agraria, y con ello inició su destrucción.
Pero fue durante el gobierno de Salinas de Gortari, a través de una iniciativa de éste, que en 1991 los diputados panistas y priístas de la LV Legislatura de la Cámara de Diputados les dieron el tiro de gracia con las contrarreformas que aprobaron al artículo 27 constitucional, que quitaron al ejido sus características de inalienable, inembargable e imprescriptible, para convertir la tierra en una mercancía y dársela en propiedad a los campesinos, con la facultad de poder venderla al mejor postor.
Vino después la declaratoria, por Salinas también, del fin del reparto agrario, y la aprobación de la nueva Ley Agraria, igualmente reaccionaria.
Posteriormente se crearon instrumentos como el Programa de Certificación de Derechos Ejidales (Procede), una verdadera trampa, un engaño, para los empobrecidos hombres del campo, quienes hoy, ante su cada vez mayor miseria y para cubrir sus necesidades básicas, se ven obligados a vender sus tierras a los nuevos latifundistas, a quienes el Gobierno Federal provee de todas las facilidades para hacer producir la tierra, lo que nunca hizo con los ejidos.
Hoy vivimos las consecuencias de estas contrarreformas en el campo: el resurgimiento de los latifundios, no sólo en manos de nacionales, sino hasta de extranjeros, lo que pone en eminente peligro nuestra integridad territorial; una grave crisis alimentaria, con la creciente importación de granos y demás productos del campo; aumento de los conflictos por tierra, del descontento entre los campesinos y una creciente miseria de las masas rurales, que cada vez en mayor número deciden emigrar a los Estados Unidos o incorporarse a las filas de la delincuencia organizada.

Unidad y lucha

Ante esta grave situación, sólo la unidad de los campesinos y de sus diferentes organizaciones les podrá permitir enfrentar esta enorme embestida de los neoliberales en contra de sus legítimos intereses, anhelos y derechos.
Además, urge la unidad entre obreros y campesinos, porque es bueno luchar por un sistema de riego, por un crédito o por un seguro agrícola, pero si el pueblo trabajador de la ciudad y del campo no combate unido la política económica neoliberal en todos los frentes, cualquier conquista particular lograda por un campesino, o por un grupo de ellos, constituiría sólo un paliativo temporal que no resolvería el problema de fondo, que es precisamente la política reaccionaria que el gobierno federal panista aplica, no sólo en el campo, sino en todos los aspectos de la vida nacional.
La demanda principal deberá ser entonces el que se retome el espíritu y la letra originales del Artículo 27 de la Constitución, y en base a esto construir una política para el campo de carácter progresista, que busque la reconstrucción de los ejidos como centros integrales y modernos de producción, donde se aplique la ciencia y la tecnología para dar valor agregado a sus productos, y trabajo a todos los ejidatarios durante todo el año.
Además, deberá ser una política que promueva la autosuficiencia alimentaria; que planifique la producción en el campo mexicano; que oriente créditos oportunos y baratos para los ejidatarios y campesinos, obligando a la banca a hacerlo, o de plano nacionalizando el crédito, todo con el propósito de logar la autosuficiencia alimentaria de la nación y elevar el nivel de vida del pueblo, pero principalmente de los hombres y mujeres del campo.
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lunes, 4 de octubre de 2010

¿Y después del Bicentenario qué?

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ

Los mexicanos acabamos de conmemorar, los pasados 15 y 16 de septiembre, el bicentenario del inicio de la lucha por nuestra independencia, pero ¿qué nos dejaron las celebraciones organizadas por el Gobierno Federal panista? Muy poco, casi nada. Porque ¿acaso ahora sí, después de “reflexionar” y de hablar tanto, y durante muchos días, de nuestra independencia, pugnaremos por ella?, ¿acaso el gobierno de Calderón elaboró ya un plan para lograrla? No, por dos razones: porque nuestra independencia no le importa ni al PAN ni a su gobierno pues choca contra los intereses que representan, y porque Calderón, en su delirio de que somos ya un país independiente y libre, quiere convencer a los mexicanos de lo mismo.

Los indígenas

Los españoles llegaron a este continente el 12 de octubre de 1492. Ya habitaban aquí los descendientes de sus primeros y auténticos descubridores: multitud de pueblos indígenas, con sus propias lenguas y dialectos, cultura, creencias, economía, con enormes conocimientos en ciencias como las matemáticas y la astronomía, con una cronología que superaba a la del calendario juliano y gregoriano, con un gran desarrollo en la agricultura y en disciplinas como la arquitectura y la escultura, en artes como la pintura y los murales, y en actividades como la orfebrería y la cerámica.
No conocían el hierro, todos sus instrumentos eran de piedra, ni le habían dado un uso productivo a la rueda, ni conocían los animales de tracción, como los caballos, ni ningún otro domesticado para las labores productivas.
Cuando los españoles llegaron, los indígenas de este continente se encontraban en el estadio medio del comunismo primitivo, de la barbarie, y desconocían, por tanto, la propiedad privada sobre los medios de producción y estaban divididos en tribus o etnias, muchas veces enfrentadas entre sí. Tenían su propia organización social basada en estamentos.

Los españoles

Así, los españoles tenían una ventaja sobre los indígenas de cientos y cientos de años pues ya vivían en un sistema de producción feudal, con un régimen monárquico y con grupos de nobles que, junto con la Iglesia, poseían la inmensa mayoría de las tierras, teniendo como siervos a la mayoría del pueblo pobre español.
Poseían una lengua y una religión única, conocían y utilizaban el hierro, tanto para construir herramientas de trabajo como para sus armas, y contaban con animales de tracción, de carga y de trabajo, que su ejército utilizaba, como el caballo.
Su capacidad de producción de bienes materiales era mucho mayor a la de los indígenas habitantes de este continente.
El poder de la Iglesia era enorme, con órganos represivos y persecutorios como la Santa Inquisición o el Santo Oficio.

La Conquista y la Colonia

Durante los 300 años que duró la Colonia, los españoles trataron de imponer a los indígenas, casi siempre a sangre y fuego, su religión, su lengua, su cultura, sus costumbres y un sistema de producción que les permitiera explotar y sustraer las riquezas del territorio conquistado con la menor inversión posible, en beneficio exclusivo de los peninsulares y del poder español.
Los españoles, la Iglesia y la Monarquía, impusieron las encomiendas, las alcabalas, los estancos, los gremios, tributos y todo tipo de medidas tendientes a evitar el desarrollo productivo, comercial, agrícola y económico en general de la Nueva España, para beneficio de la península.
Esclavizaron a los indígenas y, con el paso de los años, a todas las razas y castas que fueron surgiendo y poblando nuestro territorio, como los negros, mulatos y mestizos, sufriendo gran discriminación aún los criollos, hijos de españoles, pero nacidos en la Nueva España.

El mestizaje

De entre todas las razas que poblaron nuestro territorio fue la mestiza la que empezó a prevalecer. El mestizo surgió no sólo como la raza predominante, sino como una manera de ver la realidad, y de ver y vivir la vida, de ser, de actuar, de sentir, como una cultura, mezcla de lo español y lo indígena, que se fraguó en estas tierras y que, por tanto, resultó única y original.
Así definía al mestizo y al mestizaje el maestro Vicente Lombardo Toledano:
“Las manifestaciones de la civilización mediterránea que los conquistadores trasplantaron aquí se mexicanizaron. El mestizaje fue el signo del país desde el siglo XVI, lo mismo en la sicología del pueblo nuevo que surgía de la unión de españoles e indígenas, que en las costumbres, en las artes plásticas, en la literatura y en la música.
El mestizo se convirtió en el contenido cualitativo del México naciente y se impuso a los extranjeros. Su modo de ser (introversión, acción meditada, repulsa de las expresiones exuberantes o violentas, cortesía reverente y conciencia de su propio señorío) lo fue diferenciando de sus fuentes originales en el curso de los 300 años de la dominación colonial, hasta constituir la substancia de todo el pueblo cuando logró en 1821 su independencia de España”.
Además, el pueblo mestizo enriqueció la lengua española, caracterizándose por su apego profundo a la tierra, por su nacionalismo no chauvinista, sino el propio de un pueblo débil y agredido por potencias extranjeras, pero, no obstante, receptor de las ideas renovadoras de la vida social para adaptarlas a nuestra realidad.

Causas de la lucha por nuestra independencia

No fue el Grito de Independencia lanzado por Miguel Hidalgo y Costilla en 1810 el primer acto de rebeldía de un pueblo esclavizado y cansado de la miseria y de la opresión española.
Desde los primeros años de la Conquista los hubo, protagonizados por indígenas, negros, clérigos y hasta por elementos de las clases privilegiadas, como Fray Bartolomé de las Casas, Fray Nicolás White y Fray Toribio de Benavente, o por don Guillén de Lampart, en 1642, o como la llamada “Conspiración de los Machetes”, en 1794, una verdadera conspiración de origen popular.
Pero no fue sino hasta 1810 cuando estuvieron dadas las condiciones para que ese “grito” hiciera eco en el pueblo esclavizado y aún en las capas privilegiadas, pero discriminadas y reprimidas por el poder peninsular.
Y las condiciones estaban dadas porque el sistema de producción esclavista impuesto por España trababa el desarrollo de las fuerzas productivas, pues la población aumentaba de manera constante, lo mismo que sus necesidades, no así la producción y el comercio debido a las múltiples trabas que el poder español le imponía, con el creciente empobrecimiento y malestar del pueblo esclavizado y demás sectores de la población.
Así, los españoles peninsulares, la Monarquía y la cúpula clerical, se fueron quedando solos, pues aún los criollos, discriminados por el poder y rezagados a cargos de segunda importancia, fueron abrazando la idea de la independencia, que fue ganando más y más adeptos, principalmente entre las castas, negros, mulatos, mestizos e indígenas.
Dicen que los pueblos crean a los hombres que necesitan en un momento histórico determinado, y así surgieron gigantes del pensamiento y de la acción como Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Josefa Ortiz de Domínguez, Ignacio Allende, Mariano Abasolo e Ignacio Aldama, entre muchos otros, influidos por la Revolución Francesa (1789) y la independencia norteamericana (1776), por las ideas de Voltaire, Rousseau, Montesquieu y Secondant, que aplicaron aquí de acuerdo a lo que cada uno de ellos, y en conjunto, pensaron que debería ser el movimiento de independencia.
Sin embargo, debido a la participación en masa del pueblo esclavizado, ese movimiento fue más allá de la lucha por nuestra independencia sólo formal respecto a España, transformándose en una verdadera revolución, con un profundo sentido social, condenando y luchando contra la esclavitud, contra las trabas a la producción y al comercio, contra el acaparamiento, contra el despojo de tierras a los indígenas, contra la discriminación y en general contra el sistema de dominio impuesto por España en nuestro territorio.

Importancia y lecciones de la Revolución de Independencia

La Revolución de Independencia, la de Reforma y la Revolución Mexicana iniciada en 1910, son parte de un todo, de un solo movimiento revolucionario que ha tenido, desde sus inicios, tres propósitos fundamentales: el logro de la independencia nacional plena (económica y política), la elevación constante del nivel de vida del pueblo y la ampliación del régimen democrático.
La lucha por nuestra independencia iniciada en 1810 tuvo el mérito de haber dado origen a la nación mexicana y ser el punto de partida de nuestro movimiento revolucionario que, bajo otras condiciones, hoy se mantiene vivo y no morirá hasta que cumpla con sus tres propósitos arriba señalados.
Recientemente dijo Calderón que la principal lección de la lucha por nuestra independencia es la necesaria UNDIDAD DE TODOS los mexicanos en los momentos difíciles: FALSO. Esta es una idea que rata de confundir y desmovilizar al pueblo en la lucha por sus derechos y dividir a los mexicanos progresistas.
La Revolución de Independencia NO UNIÓ A TODOS los habitantes de la Nueva España: unió al pueblo esclavizado, y a personajes y capas de los sectores privilegiados, pero también discriminados y reprimidos por el poder peninsular.
UNIÓ A LA INMENSA MAYORÍA, eso sí, a las fuerzas revolucionarias y progresistas de ese entonces, contra la opresión española. SI TODOS SE HUBIERAN UNIDO no habría habido la necesidad de una lucha armada tan cruenta como la que se dio.
Es cierto, ya para 1821 la causa de la independencia era abrazada casi por unanimidad en la naciente patria mexicana, pero ya se había derramado mucha sangre, principalmente de indígenas y mestizos.
Entonces la LECCIÓN, y la necesidad de hoy, es esa: la UNIDAD en la acción de todas las FUERZAS PROGRESISTAS en contra de los neoliberales de fuera y de dentro del gobierno panista, en contra de la oligarquía que nos gobierna, para llevar nuevamente a Palacio Nacional los ideales de Hidalgo, Morelos, Benito Juárez, Villa, Zapata, Lázaro Cárdenas y de Vicente Lombardo Toledano, antes de que la sangre de los mexicanos se empiece a derramar nuevamente.
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sábado, 4 de septiembre de 2010

El Informe del miedo.

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

MIEDO es la palabra que mejor puede definir al IV Informe de Calderón Hinojosa, al entorno físico cercano y al ambiente nacional en que se dio.

El miedo

Los mexicanos tenemos miedo a perder el trabajo y a salir a la calle; las madres temen por sus hijos; los jóvenes tienen miedo al futuro; los pobres entre los pobres, a no tener qué comer mañana; los pequeños y medianos empresarios mexicanos, a perder sus empresas, y los campesinos temen perder sus cosechas y tierras. El gobierno tiene miedo al pueblo y los más ricos a perder su fortuna, y hasta su vida.
Y la gente con miedo es capaz de hacer muchas cosas. Un gobierno que teme al pueblo se convierte en dictadura, y un pueblo que teme al gobierno y a morirse de hambre, es capaz de realizar los actos más heroicos (como lo fueron la Independencia y la Revolución que hoy celebramos), pero también de cometer los más abominables, si se le abandona, si no se le orienta, si no se le encauza, si no se le habla con la verdad.
Y el IV Informe, y el Mensaje “abusivo” (como escribió el propio Calderón en su twiter), no quitan ese miedo, lo fomentan, lo alientan, lo agudizan.

La realidad

La situación real del país es esta: desempleo, subempleo, pobreza y miseria crecientes; inseguridad y violencia con características antes inconcebibles en México; dependencia enfermiza con la economía norteamericana; desarticulación de la economía nacional con la venta de empresas y servicios en manos del Estado, y con la quiebra de cientos de empresas mexicanas, pequeñas y medianas; depredación de nuestros recursos naturales, petroleros, forestales, agrícolas, pesqueros, mineros.
Miseria en el campo por la destrucción de los ejidos y el surgimiento de nuevos latifundistas, con miles de peones que deambulan carentes de tierra, de ingresos dignos, de prestaciones y derechos; corrupción y pésima administración de las empresas y servicios públicos; recortes presupuestales a gobiernos estatales y municipales que los mantienen al borde del colapso; presupuestos a todas luces insuficientes para rubros esenciales como la educación, salud y vivienda; un régimen político-electoral en el que sólo están representados los diferentes sectores de la burguesía nacional (la oligarquía sobre todo), no la clase obrera, y una agresiva política antisindical. Esta es la realidad.

El Informe

Ni el Informe, ni el mensaje, proponen una salida progresista a esta situación, al contrario, la ocultan, tratan de disfrazarla, y esto, dadas las circunstancias del país, provoca miedo, frustración y aumenta la desesperación del pueblo.
Calderón dio cifras, sí, muchas, y muchos datos, pero, como dirían los panistas campechanos, no contrasta, no compara, no da referencias de lo que se debería hacer, de lo que falta por hacer. Son cifras “flotantes”, tendenciosas, manipuladas y manipuladoras, maquilladas y maquilladoras.
Habla de 610 mil empleos creados, pero no dice de qué calidad son, de qué tipo, o si son mejores que los que se perdieron, y tampoco precisa cuántos más es necesario crear para acabar con las inmensas filas que se forman en las llamadas Ferias del Empleo que se realizan a todo lo largo y ancho de la República Mexicana.
Dijo que se han creado 785 escuelas de nivel bachillerato y 75 universidades, ¿por qué entonces tantos millones de “ninis”? ¿Por qué la proliferación de escuelas privadas, muchas de ellas “patito”? ¿Por qué miles de jóvenes no estudian las carreras que realmente desean o necesita el país?
Y lo peor: se han otorgado apoyos por ¡500 pesos mensuales! a dos millones 600 mil adultos mayores. ¡500 pesos mensuales mientras se reforma la Ley del IMSS para reducir las pensiones! ¡Qué cinismo! ¡Qué injusticia! ¡Un verdadero crimen!
Y luego el millón 600 mil hogares beneficiados con piso firme. ¡Cifras y acciones ridículas, por claramente insuficientes! ¿Fue un Informe Presidencial o un Informe de un Presidente Municipal?, con todo respeto para los alcaldes.

Calderón, la Independencia, la Revolución y Porfirio Díaz

Sin embargo, en ese escenario a modo, con invitados a modo, lejos del pueblo, Calderón presumió haber liquidado la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (CLyFC) y dejado en la calle a más de 40 mil trabajadores, y recibió uno de los aplausos más vigorosos, entusiastas y prolongados.
Después habló del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana, y se llenó la boca con elogios a estos movimientos y a revolucionarios como Hidalgo. Morelos, Madero y Zapata (a Villa no lo mencionó, no sé por qué).
¿Se puede hablar de la Revolución Mexicana y al mismo tiempo reprimir al pueblo para el que la misma se realizó, aún más tratándose de sectores tan emblemáticos como el minero y el electricista?
¿Se puede hablar de la revolución de Independencia y a la vez aplicar una política económica que ha hecho mucho más dependiente a nuestro país de la economía norteamericana y que ha puesto al gobierno federal panista de rodillas a sus pies?
¿Puede Calderón hablar de la dictadura de Porfirio Díaz, como lo hizo en su mensaje, sin morderse la lengua?

El enemigo

El miedo no debe paralizarnos. Es lo que quisiera el gobierno panista. La preparación política, la participación en partidos y organizaciones progresistas y revolucionarias, la organización, la movilización pacífica en defensa de nuestros derechos, la difusión de nuestras ideas por todos los medios y el voto, son las armas para sacudirnos el miedo, y esta oportunidad la tendremos en el 2012.
Sí, señor Calderón, el pueblo mexicano ya sabe quiénes son sus enemigos: son ustedes, los neoliberales, quienes han gobernado al país durante los últimos 28 años.

-o-

El Gobierno y la oligarquía hacen constantes y vehementes llamados al pueblo para compartir las responsabilidades, pero nunca para compartir las riquezas. Sí, porque, dicen, la contaminación, la corrupción, la inseguridad, la pérdida de valores, etc., son culpa de todos. Pero entonces ¿quién es culpable de la injusta distribución de las riquezas que se generan en nuestro país? Habría que llamarlo a cuentas.
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martes, 6 de julio de 2010

El voto inútil.

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

Nunca antes, en el México contemporáneo, habían tenido lugar procesos electorales tan absurdos, sin contenido y sin rumbo, como los del pasado 4 de julio, a tal grado que podríamos decir que, por desgracia, el voto emitido por miles de mexicanos en diversos estados de la República fue inútil, en el sentido de que no tiene ni la más mínima posibilidad de traducirse en mejorías para el pueblo y la nación mexicana.
Alianzas absurdas y vergonzosas entre la derecha y los que se autodenominan de izquierda, que sólo crearán confusión y desaliento, candidatos corruptos, sin principios, sin ligas con el pueblo, y carentes de un programa progresista y antineoliberal, y líderes de partido que actuaron sin moral alguna, fueron las características principales en estas elecciones.
El 4 de julio ganaron los neoliberales de dentro y de fuera del gobierno, de uno y otro bando, de uno y otro partido, no el pueblo mexicano. Ganó la mercadotecnia, la maniobra, la demagogia, la corrupción, la mentira, la aventura. Triunfó el poder económico de la oligarquía que nos gobierna y sus candidatos, que no tuvieron adversarios políticos, mucho menos ideológicos.
Fue una elección de candidatos únicos, dada su ideología. Fue un proceso electoral al más puro estilo norteamericano, donde compiten solamente los candidatos que representan los intereses de unos y otros monopolios trasnacionales en pugna por ser los únicos en continuar enriqueciéndose gracias a los sufrimientos de los pueblos del mundo, proceso en el cual el pueblo trabajador norteamericano carece por completo de participación y representación.
Se dice que fueron derrotados viejos cacicazgos en Puebla y Oaxaca. Seguramente sí, pero ¿por quiénes y para qué? ¿Para establecer nuevos? Lo que es un hecho es que el cacicazgo neoliberal, que ya cuenta con 28 años de vida, salió sin duda fortalecido gracias a la complicidad de individuos sin moral y sin principios como Jesús Ortega, del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
La sensación que queda en millones de mexicanos progresistas y conscientes es de un gran vacío y de enorme decepción, que deberá traducirse en buscar para las elecciones presidenciales del 2012, de manera resuelta, decidida y sin prejuicios, la formación de un gran frente de las fuerzas progresistas y antineoliberales, lo más amplio posible, para derrotar de manera definitiva a la derecha de dentro y de fuera del gobierno, y al grupo de aventureros que organizaron el gran circo del pasado 4 de julio: una enorme afrenta contra el pueblo mexicano.
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viernes, 2 de julio de 2010

No se modifique la Ley Federal del Trabajo: ¡Cúmplase!

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

En marzo del presente año, el Partido (de) Acción Nacional (PAN), presentó en la Cámara de Diputados una iniciativa para reformar la Ley Federal del Trabajo (LFT), propuesta que pretende se discuta y apruebe este mes, una vez concluidos los procesos electorales que se desarrollan en diferentes estados de la República.
El siguiente es el principal contenido de la iniciativa panista:
1.- Limitar el ejercicio del derecho de huelga de los trabajadores con nuevos requisitos para emplazarla y para que la misma sea declarada legal.
2.- Legalizar la práctica de la subcontratación, del llamado outsourcing.
3.- Imponer los llamados periodos de prueba.
4.- Que la elección de los líderes sindicales sea por el voto directo y secreto de los trabajadores.
5.- Propone suprimir la obligación del descuento de cuotas sindicales.
6.- Imponer el modelo de contratación individual.
7.- En caso de despido, plantea eximir al patrón de la obligación de reinstalar a un trabajador con antigüedad menor a tres años.
8.- Propone suprimir el escalafón ciego “a efecto de privilegiar la productividad”.
9.- Incluir la “multihabilidad obligatoria”, suprimiendo la figura de “puesto de trabajo”, pues éste se basa, dicen los panistas, “en un modelo de producción de la década de los 30 del siglo pasado y bajo la cual el asalariado sólo está obligado a realizar la tarea para la cual fue contratado, “lo cual atenta contra la productividad”.
10.- Más requisitos para la tramitación de las demandas de titularidad del Contrato Colectivo de Trabajo.
Así, a decir de los panistas y de Calderón, de aprobarse su iniciativa “los trabajadores se verían beneficiados con mayores ingresos en caso de que la productividad se eleve…porque ésta es fundamental para el crecimiento económico y, por lo tanto, en la creación y mantenimiento de las fuentes de empleo”. Aseguran asimismo que no se modifican ni la letra ni el espíritu del artículo 123 constitucional.
Falso todo lo que afirma la derecha panista neoliberal en el gobierno. En primer lugar, su iniciativa, en cada uno de sus puntos, otorga solamente nuevas ventajas a los empresarios y atenta gravemente contra los derechos que actualmente establece la Constitución, en su artículo 123, y la LFT, a favor de los trabajadores mexicanos, principalmente atenta contra el derecho de huelga y el de organizarse de manera independiente y sin injerencias externas, derechos que casi nunca respetan los patrones, el gobierno y el Estado en su conjunto.
Igualmente, y al contrario de lo que asegura Calderón, esta iniciativa sí cambia radicalmente, anula, el espíritu y la letra del 123 constitucional, pues de aprobarse sería, en la práctica, la derogación de dicho artículo, la pérdida de conquistas importantísimas para la clase trabajadora mexicana y el fin del derecho laboral mexicano como lo concibieron los constituyentes de Querétaro, es decir, de su carácter de tutelar de la parte más débil de los factores de la producción: los trabajadores, dejándolos en una total indefensión frente al poder económico, y ahora político total, de los grandes empresarios nacionales y extranjeros, de la oligarquía que gobierna nuestro país.
Por otra parte, es necesario preguntarnos: ¿Están el PAN y el gobierno de Calderón realmente interesados en el bienestar de los más de 80 millones de trabajadores mexicanos (empleados y desempleados) cuando han actuado de manera claramente represiva e ilegal en contra de los trabajadores electricistas y mineros en lucha por conservar sus fuentes de trabajo y poder llevar el pan que diariamente requieren sus familias? Por supuesto que no. Su actitud es claramente demagógica y están haciendo uso de su doble lenguaje de siempre, de su doble cara.
La verdadera causa de la pérdida de empleos y de la baja del poder adquisitivo de los salarios, es la política económica neoliberal aplicada por los gobiernos de derecha desde 1982, que ha hecho de nuestra economía un apéndice de la economía norteamericana, misma que al caer en una profunda crisis, nos arrastró con consecuencias devastadoras para la inmensa mayoría de los mexicanos.
La firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con el imperialismo norteamericano, la apertura indiscriminada a las inversiones extranjeras, las privatizaciones de empresas públicas, la destrucción del ejido y el abandono de los verdaderos campesinos mexicanos, las contrarreformas a artículos constitucionales como el 3º, el 27 y el 130, han sido sólo partes de esta política económica reaccionaria aplicada por los panistas hoy en el poder, que han provocado la quiebra de miles de pequeñas y medianas empresas nacionales, con la consiguiente pérdida masiva de empleos.
Por tanto, lo que en verdad se requiere para aumentar la productividad, nuestra competitividad y generar empleos, es abandonar esa política económica negativa que hasta hoy tercamente se aplica y, lejos de reformar la LFT y anular, en la práctica, el espíritu del 123 constitucional, es exigir su cabal aplicación y cumplimiento, lo que lógicamente no se logrará mientras el PAN, o los neoliberales de cualquier otro partido, se encuentren en el poder.
Que se respete el derecho de huelga y a contar con una organización independiente por parte de la clase trabajadora, que se les otorguen todas las prestaciones de ley, que se cumpla con el derecho a contar con un empleo, con un salario digno y suficiente, a la salud, a la educación, a la seguridad social, a la vivienda, a la cultura, al deporte y a la recreación.
Un mexicano bien alimentado y cuya familia cuente, si no con lujos, pero sí con los satisfactores suficientes para tener una vida digna, será un mexicano más productivo y feliz, que difícilmente cometerá actos delictivos y mucho menos será presa fácil del crimen organizado.

-o-

La guardería ABC y el crimen organizado.

El crimen cometido contra 49 niños de la guardería ABC en Sonora fue perpetrado por la delincuencia organizada legal, mientras que las decenas de ejecuciones diarias, incluidas las de gente inocente, son cometidas por la delincuencia organizada ilegal. Ambas se nutren, se tocan y se entrelazan, y actúan con total impunidad. Este es el verdadero rostro del neoliberalismo.

La obesidad y la ceguera gubernamental.

Para combatir la obesidad entre los niños mexicanos empecemos por restablecer los desayunos escolares a precio simbólico en las escuelas públicas y obligar a las privadas a que también lo hagan. Sabemos que el gobierno panista neoliberal no lo hará, pero exijámoslo.

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miércoles, 12 de mayo de 2010

Conspiro

Yo no conspiro muriendo,
Como lo hacen los peces y las aves,
Ni multiplicándome, como los insectos.
Sobrevivir es conspirar para mí.

Te penetro y conspiro,
Procreo y conspiro.

Ayer conspiré desde que desperté y te vi,
Hasta que besé a mis hijos por la noche.

Conspirar es mi abecedario,
Contiene todas las letras:
Comienza con a de amar
Y concluye con s de sonreír.
Sonrío, y conspiro contra los que no sonríen.
Amo, y conspiro contra los que no aman.
Conspiro contigo y sin ti.

Respiro y conspiro,
Deliro y conspiro.
Cavo trincheras de letras
Y disparo poesías.

Yo no rezo, conspiro,
Yo no hablo, conspiro,
Yo no sueño, conspiro,
Yo no lucho, conspiro,
Yo no escribo, conspiro.

Conspiro presente y ausente,
Libre o preso, vivo o muerto.
Anónimo.

Conspiro por el paraíso en la Tierra,
Contra el enemigo común,
Por la vida eterna,
Por los siglos de los siglos...

Amén.

Roberto Escamilla Pérez.

Les dejo este poema mientras concluyo otro artículo porque, como a 80 millones de mexicanos, el sistema me tiene ocupado buscando qué comer.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Contra una propuesta reaccionaria, una revolucionaria.

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

Hasta antes del régimen de Miguel de la Madrid (1982-1988), la tendencia general en cuanto a lo político y electoral fue la de abrir espacios para las fuerzas progresistas y revolucionarias nacionales, democratizar el Poder Legislativo de la nación y fortalecer el carácter plural del régimen de partidos, reconociéndoles a éstos, en nuestra Carta Magna, su carácter de entidades de interés público.
Así, en 1963 surgió la figura jurídica de los diputados de partido, sustituyéndola en 1977 la de diputados de representación proporcional; en 1972 se redujo al 1.5% como mínimo de votación requerida para acreditar diputados de partido; en 1986 se incrementó el peso de la representación proporcional en relación a la mayoría relativa en la composición de la Cámara de Diputados, de un 25 a un 33%, y se elevó a los partidos políticos a rango constitucional considerándoseles entidades de interés público, reconociéndolos como actores fundamentales del proceso electoral y titulares de los derechos político-electorales, fortaleciéndose el régimen plural de partidos y propiciándose su presencia y participación en la vida política nacional.

Los “nuevos patricios”.

Sin embargo, actualmente, con la llegada de los neoliberales al poder, la tendencia es completamente contraria y a estas alturas en nuestra “democracia” sucede lo que en la de la Roma Antigua, en la que, de acuerdo a sus leyes, el “pueblo” o los “ciudadanos” gozaban de los mismos y plenos derechos; sin embargo, para dichas leyes los únicos que entraban en esa categoría eran los “patricios”, la clase privilegiada, porque los “plebeyos”, la gran mayoría, no eran considerados parte del “pueblo” y carecían de derechos civiles y políticos, y ni se diga de los esclavos, que eran tratados como animales o cosas; además, el voto, al que sólo tenían derecho los “patricios”, valía de acuerdo al poder económico del personaje que se tratara.

Los “nuevos plebeyos”.

En nuestro país, de acuerdo a la Constitución y a la legislación electoral, todos los “ciudadanos” gozamos del derecho a la participación política, a votar y ser votados, a organizarnos en partidos; sin embargo, la clase trabajadora, de la que forma parte la inmensa mayoría de los mexicanos, que en la realidad no es considerada por el gobierno panista como parte de la “ciudadanía”, carece de la posibilidad real de hacer política y de votar de manera libre y consciente en los procesos electorales, debido, en primer lugar, a la pobreza en que vive, y después a que sólo recibe la información que proviene de los partidos y candidatos con más poder económico y mayor difusión en los monopolios de la comunicación.
De esta manera, y como consecuencia de lo anterior, los trabajadores mexicanos, las mayorías, carecen de una auténtica representación en los diferentes órganos de poder, copados por los partidos que representan los intereses de las diferentes capas que forman la burguesía mexicana, pero principalmente por la gran burguesía neoliberal aliada del imperialismo norteamericano y a sus trasnacionales.
Debido a esta realidad, a las condiciones y circunstancias nacionales en las que se plantea, es que la reforma política propuesta por Calderón es una reforma a modo, viciada de origen y destinada a beneficiar a los modernos “patricios”, es decir, a los grupos neoliberales, principalmente al Partido (de) Acción Nacional, representante fiel de los intereses de la oligarquía nacional.

El decálogo.

Con su decálogo, Calderón pretende suprimir logros tan importantes para el auténtico avance democrático como los diputados de representación proporcional o plurinominales, intenta otorgar más espacios a los grupos de derecha con el disfraz de la “ciudadanización” de la política y, además, fortalecer la dictadura de la gran burguesía nacional a costa de la soberanía del Poder Legislativo y de su supeditación al Ejecutivo, proponiendo para este último “iniciativas preferentes” y la facultad de hacer observaciones parciales o totales a proyectos de ley aprobados por el Legislativo, así como al Presupuesto de Egresos de la Federación y a la Ley de Ingresos, haciendo prácticamente obligatoria su aprobación con tales observaciones incluidas.

Reelección e iniciativa ciudadana.

Así, en estas circunstancias y dada la actual correlación de fuerzas desfavorable para quienes deseamos el progreso, y debido también a la marginación de la clase trabajadora y de su partido, propuestas como la reelección de diputados locales y federales, delegados y miembros de los Ayuntamientos, así como la de las iniciativas ciudadanas y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), de aprobarse, no serán en beneficio del pueblo mexicano pues en la práctica diaria, en la realidad, no podrán ser aprovechadas por éste ni por las organizaciones que representan sus legítimos intereses.

Candidaturas ciudadanas o independientes.

La propuesta de candidaturas “ciudadanas” o “independientes” nos trae a la mente a personajes tan nefastos como Alberto Fujimori, ex presidente de Perú, pues fue gracias a esa figura jurídica que llegó al cargo con los resultados trágicos para ese pueblo hermano que todos conocemos.
Calderón asegura demagógicamente que estas candidaturas darán más poder de decisión a los “ciudadanos” y se lo restarán a los partidos políticos, a quienes acusa de mantener al país en la parálisis y sin las “profundas reformas” que según él necesitamos.
Sin embargo, la realidad es otra: mediante ellas pretende restar poder y prestigio a los partidos políticos distintos al PAN, pero fortalecer la posición ideológica y política de la derecha, y de los grupos neoliberales en general, porque ¿quiénes sino los muy ricos, y los narcos, podrían y tendrían la posibilidad de lanzarse como “candidatos independientes” o “ciudadanos”, o apoyar a éstos económicamente?, atrayendo de paso a ingenuos y a gente de buena fe que potencialmente podrían asumir posiciones progresistas; así, muy hábilmente, el gobierno canalizaría inconformidades a favor de la derecha.

La segunda vuelta electoral.

Por otro lado, la propuesta de una segunda vuelta electoral en la elección presidencial en caso de que ningún candidato alcance más del 50% de la votación, revela la demagogia y falta de congruencia y seriedad de Calderón y de su partido.
Ellos, que se dan golpes de pecho diciendo que las elecciones son muy caras, y critican cínica y agresivamente las alianzas cuando son de las fuerzas progresistas, calificándolas de oportunistas, con esta propuesta fomentan precisamente lo que dicen rechazar pues una segunda vuelta significaría un gasto mucho mayor en cuanto a lo electoral y, además, constituiría un auténtico paraíso para aquellos políticos sin principios, aventureros, oportunistas y negociantes de la política, que no perderían la oportunidad de venderse al mejor postor para dicha segunda vuelta electoral, y quienes los comprarían sería el PAN, la derecha, los neoliberales, los narcos y los grandes empresarios nacionales, sin duda alguna, pues son ellos quienes detentan el poder económico en el país.

Todos contra las plurinominales.

Sin embargo, lo que más llama la atención es la virulenta campaña organizada por la derecha en contra de las candidaturas plurinominales o de representación proporcional, campaña en la ya participan conocidos periodistas, políticos e “intelectuales”. ¿Por qué tanta aversión y odio contra ellas, contra los diputados de representación proporcional o plurinominales? La respuesta es simple: por su origen, por su carácter y por su propósito.

Su origen, carácter y propósito.

El desarrollo de la Revolución Mexicana, en cuanto a la ampliación de nuestro régimen democrático se refiere, dio como uno de sus más importantes frutos los llamados diputados de partido, después denominados de representación proporcional o plurinominales, con el propósito de darle voz en el Poder Legislativo de la nación a quienes hasta entonces no la tenían: a la clase trabajadora y a sus representantes más avanzados, es decir, a la izquierda mexicana representada por el Partido Popular Socialista (PPS), hoy sin registro, pero vivo y en plena actividad, y por el Partido Comunista Mexicano (PCM).
Las diputaciones plurinominales no fueron un regalo, fueron producto auténtico y natural del proceso revolucionario mexicano, de la lucha, participación, sensibilidad y carácter progresista de todos sus actores políticos.
Está claro entonces el origen revolucionario y carácter progresista de este tipo de candidaturas, y por tanto también el odio que contra ella tiene la derecha, siempre contraria al progreso, a la ampliación del régimen democrático y a las conquistas que ha obtenido a lo largo de nuestra historia la clase trabajadora mexicana.
“Los diputados plurinominales no representan a nadie”, dicen los neoliberales; “no tienen compromisos con nadie”, aseguran; “son regalos a grupos y partidos sin fuerza y que tampoco representan a nadie”, afirman; “si esos partidos no son capaces de ganar por mayoría, no tienen derecho a tener representación en el Poder Legislativo y deberían desaparecer”, argumentan retadores, soberbios y seguros de su poder económico. Pretenden ignorar lo que son los partidos políticos, lo que cada uno representa, y el papel que juegan los diputados y senadores de los mismos en el Poder Legislativo de la nación.

¿A quiénes representan los partidos políticos?

Los partidos políticos representan a las clases sociales en las que se divide la sociedad, o a determinados sectores de las mismas. En nuestro país todos los partidos con registro representan a la burguesía, pero cada uno a diferentes capas o sectores de ella. El Partido (de) Acción Nacional (PAN) representa los intereses de la gran burguesía reaccionaria nacional ligada a las trasnacionales y al alto clero político, siendo además el principal impulsor de las políticas económicas neoliberales.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), auténticamente revolucionario en sus orígenes y progresista después, ha sido copado por los grupos neoliberales en su interior, y de defender los intereses de la burguesía nacional de mentalidad avanzada y de la pequeña burguesía, en los últimos años le ha dado la espalda a sus orígenes y al pueblo mexicano, y ha pasado a ser aliado de la derecha. Los grupos y elementos progresistas que pudieran existir en su interior se encuentran absolutamente desmoralizados, debilitados y divididos, careciendo de fuerza significativa en la actualidad.
Por lo que toca al Partido de la Revolución Democrática (PRD), al Partido del Trabajo (PT) y a Convergencia, aunque un poco más cercanos a los intereses de la clase trabajadora, representan a la pequeña burguesía nacional que ha sido duramente golpeada por la crisis y que se ha radicalizado por ello, y en su interior conviven, junto con los grupos progresistas mayoritarios, elementos de derecha que coquetean constantemente con el PAN y con los neoliberales en general, siendo ésta una de las razones principales que explica las posiciones y acciones que muchas veces toman, contrarias a los principios que dicen sustentar.
Viendo de esta manera las cosas, es absurdo pensar que un diputado o senador del PAN, o Salinas, Zedillo o Labastida del PRI, o “Los Chuchos” o Pablo Gómez del PRD, puedan representar los intereses de un obrero mexicano, de un campesino, de un empleado, de un maestro, de una sencilla ama de casa, de un profesionista o de cualquier mexicano que sólo posea sus manos y su inteligencia para sobrevivir, que somos la gran mayoría.
Es absurdo e infantil pensar que si el candidato a diputado por el que voté no ganó en mi Distrito Electoral, pueda yo ser representado en el Poder Legislativo por el diputado que triunfó por mayoría de votos en dicho distrito, puesto que éste sustenta, y defenderá, otros intereses, principios y programa, distintos a los que yo apoyé y elegí con mi voto razonado y consciente de acuerdo a la clase social a la que pertenezco.

¿A quienes representan los diputados plurinominales?

Así, los diputados plurinominales representan a ciudadanos de carne y hueso que votaron por determinado partido y programa, pero cuyo candidato no ganó por mayoría de votos el distrito o circunscripción electoral correspondiente, y que de otra manera no estarían representados en los Poderes de la nación y nadie llevaría a ellos su voz y su voluntad representada por su voto.
De no existir este tipo de candidaturas y de legisladores, el voto de estos millones de mexicanos sería prácticamente ignorado y en gran medida inútil, por lo que eliminarlos constituiría un grave atentado contra el derecho a la participación política del pueblo mexicano y contra el auténtico avance democrático, y seguramente elevaría aún más las de por sí abultadas cifras de abstencionismo, disminuyendo legitimidad y autoridad moral a los funcionarios electos y a los gobiernos a todos los niveles.

Por una reforma política y electoral de carácter progresista.

Una reforma política y electoral auténticamente progresista requiere, en primer lugar, que los mexicanos puedan ejercer realmente un voto libre y razonado: libre de manipulaciones previas, de amenazas y presiones de carácter material, económico y espiritual, tendiendo además acceso real a la información de lo que cada uno de los partidos políticos representa y propone.
Asimismo, precisa de fortalecer el carácter plural del régimen de partidos, cerrando el paso al bipartidismo o tripartidismo, sin injerencias de ninguna clase en la vida interna de los partidos por parte de organismos electorales o de los Poderes del Estado, y evitando en todo momento la discriminación de los mismos por motivo de la ideología que sustenten o de su régimen interno.
Indiscutiblemente se necesita también que los partidos políticos, como entidades de interés público que son, sean los actores centrales de todo proceso electoral, no el Estado ni los “ciudadanos” en abstracto.
Finalmente debe crearse un organismo público verdaderamente representativo y democrático que sea el encargado de organizar los procesos electorales, desde su inicio hasta el proceso de calificación de la elección.
Para ir avanzando en este camino deben tomarse medidas muy concretas, tales como:
1.- Desaparecer el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, también llamado Tribunal Federal Electoral (Trife), así como el Instituto Federal Electoral (IFE), auténticos engendros neoliberales, creando en su lugar un organismo público encargado de los procesos electorales, desde su inicio hasta su calificación.
Este organismo deberá contar con un órgano superior de dirección integrado paritariamente por consejeros designados por los Poderes Ejecutivo y Legislativo y por cada uno de los partidos políticos nacionales, y que tendrá entre sus responsabilidades calificar las elecciones de diputados y senadores, así como declarar, cuando proceda, la validez de la elección de unos y otros.
Sus decisiones deberán ser tomadas de manera democrática por la mayoría de sus integrantes y, por lo que hace a la calificación, deberán ser definitivas e inatacables, y
2.- Avanzar aceleradamente hacia la representación proporcional integral, es decir, que todos los diputados y senadores sean electos por este principio, y de esta manera cada uno de los partidos políticos esté representado en el Poder Legislativo de la nación de acuerdo a su fuerza política y electoral real, y más mexicanos, por tanto, sientan que su voz es verdaderamente escuchada en los Poderes del Estado.

Conclusión.

En México no podrá haber una auténtica democracia, una nueva democracia, mientras el 80% de sus habitantes viva en la pobreza y en la miseria, mientras al partido que representa los intereses de la clase trabajadora se le excluya ilegalmente de la vida política y de la participación electoral con el pretexto gubernamental de que su ideología y su régimen interno son “antidemocráticos”, mientras los mexicanos no tengamos acceso real a la información de lo que proponen todos y cada uno de los partidos políticos, mientras existan instituciones antidemocráticas como el Trife y el IFE, y, por tanto, mientras podamos ser presa fácil de presiones y manipulaciones de todo tipo ejercidas por quienes ostentan el poder económico y político en nuestro país.
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martes, 2 de febrero de 2010

Regalo de Año Nuevo para los “surrealistas”.

Por Roberto Escamilla Pérez.

En su época, a todos aquellos políticos e intelectuales que interpretaban de manera equivocada la realidad, ya sea por ignorancia o por así convenir a sus mezquinos intereses, Vicente Lombardo Toledano los calificó como “surrealistas”, “porque se zurran en la realidad”, explicaba.
No se trata de señalar con estas palabras a todo aquel que no coincida con nuestras ideas, no, sino a aquellos que diciéndose progresistas, y hasta de “izquierda”, se empeñan en acomodar la realidad a sus muy estrechos y torcidos criterios, casi siempre con un afán oportunista y persiguiendo mayor poder económico y político, sin tomar en cuenta para nada los intereses del pueblo y de la nación, siempre contrarios, por esencia, a sus oscuros propósitos.
Hoy los modernos “surrealistas”, autonombrados como la “izquierda moderna”, con el sueño de hacerse del poder en algunos estados de la República donde se llevarán a cabo elecciones, como Oaxaca, Durango e Hidalgo, de manera oportunista, cínica, pero sobre todo ingenua, concretan alianzas nada menos que con el enemigo del progreso del pueblo mexicano, de su Revolución y de nuestra Constitución, antítesis de la democracia, aliado del imperialismo norteamericano e instrumento de los grandes empresarios nacionales y extranjeros, y del clero político: el Partido (de) Acción Nacional (PAN).
Son oportunistas porque lo único que quieren es el poder por el poder mismo, no para servir desde él al pueblo mexicano, sino para servirse de él; son cínicos porque no les importa pisotear, frente a todo mundo, los principios y programa de sus partidos, y las ideas que dicen sustentar, y son ingenuos porque creen que van a aventajar al PAN en dichas alianzas, cuando este partido de la derecha tradicional será el único y real beneficiado.
Así pensaban y actuaban los antiguos “surrealistas”. Cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se encontraba en el poder, decían: no importa qué partido llegue, con tal de sacar al PRI del poder, y si llega el PAN será entonces más fácil derrotarlo. La realidad de hoy demuestra cuán equivocados estaban, y cuán errónea y perjudicial para las causas del pueblo fue esa estrategia, misma que hoy sus herederos pretenden aplicar.
Por ello, sin afán presuntuoso, porque las ideas expuestas en ella no son un descubrimiento de un servidor, sino fruto de la experiencia de lucha del pueblo mexicano y ya planteadas desde hace muchos años por genios al servicio de la clase obrera como Lombardo Toledano, va para los “surrealistas” que aún tengan un gramo de vergüenza y dignidad, pero principalmente para los mexicanos bien nacidos, la siguiente:

Guía práctica para la toma del poder en ocho pasos:

1.- Aceptar que el camino abierto por la Revolución Mexicana iniciada en 1910 está aún vigente y que, por tanto, es necesario continuar la lucha por la independencia nacional, la ampliación del régimen democrático y la elevación constante del nivel de vida del pueblo.
2.- Considerar que las políticas económicas neoliberales aplicadas desde el régimen de Miguel de la Madrid Hurtado hasta el actual, de Felipe Calderón, son contrarias a dicho camino y, por tanto, a los intereses del pueblo y de la nación mexicana.
3.- Reconocer que el enemigo principal del pueblo mexicano, de su progreso, es el imperialismo norteamericano, y sus aliados en México, es decir, el Partido (de) Acción Nacional, los grupúsculos de neoliberales incrustados en todos los partidos con registro, los grandes empresarios aliados a las empresas trasnacionales y el clero político, que han sido, también, los enemigos históricos de la Revolución Mexicana y los principales impulsores de las políticas económicas neoliberales.
4.- Admitir, entonces, que el resto de los mexicanos, es decir, los obreros, los pequeños y medianos empresarios nacionales, los profesionistas y técnicos, los maestros, los intelectuales progresistas, los campesinos, los peones agrícolas, los estudiantes, las amas de casa, los desempleados, los comerciantes ambulantes, los indígenas, los trabajadores en general, y los partidos políticos de origen democrático y revolucionario, tenemos uno, varios o muchos puntos de coincidencia que van en el sentido del logro de la independencia nacional, la ampliación del régimen democrático, la elevación del nivel de vida del pueblo y contra las políticas económicas neoliberales.
5.- Tener la decisión de llevar al campo práctico, de la vida diaria, esas coincidencias, estableciendo alianzas y acciones conjuntas sobre cuestiones concretas en defensa de los intereses de cada uno de los sectores del pueblo mexicano y de la nación, dejando a un lado las discrepancias y haciendo énfasis en lo que nos une, concientes de que esta actitud no va en contra de los principios, ni de la independencia de los individuos, organizaciones y partidos involucrados.
6.- En el campo electoral, luchar por construir un gran Frente Nacional, Democrático, Patriótico, Antiimperialista y Antineoliberal, con un programa o Plataforma Electoral nacionalista y progresista, que le dé un nuevo impulso a la Revolución Mexicana, actualizando su programa, adaptándolo a las condiciones de hoy para avanzar en el logro de la independencia nacional, la ampliación del régimen democrático y la elevación constante del nivel de vida del pueblo mexicano.
7.- En los procesos electorales, tanto federales como estatales, aunque sería lo deseable, no considerar imprescindible postular un candidato común de este gran Frente, toda vez que lo que en verdad importa son las coincidencias, las acciones conjuntas y los compromisos para derrotar a la derecha neoliberal aliada del imperialismo norteamericano, y llevar a los diferentes ámbitos del poder a personalidades progresistas, nacionalistas, democráticas, que se comprometan a llevar a la práctica los compromisos y el programa avanzado pactado.
8.- Una vez derrotada la derecha panista, y con ello a todos los grupos neoliberales, establecer un Gobierno de Democracia Nacional, es decir, un gobierno en el que participen, en todos los ámbitos, sólo individuos, organizaciones y partidos políticos del campo progresista, excluyendo a todo elemento de derecha aliado al clero político o a intereses trasnacionales, un gobierno que sea intolerante con los actos de corrupción, por mínimos que sean, un gobierno, por tanto, no unipartidista, sino conformado por todas las fuerzas progresistas de México.

Conclusión

Decirse de izquierda o progresista y no tomar en cuenta estas consideraciones producto de la experiencia histórica de lucha del pueblo mexicano, es conducirse, más temprano que tarde, al desprestigio, a la derrota política y electoral, y a la extinción: ningún partido político progresista, ninguna personalidad por más popular que sea, podrá llegar y consolidarse en el poder sin el concurso de todos los mexicanos que queremos el progreso, una auténtica democracia y la independencia cabal de nuestra patria, mucho menos cuando, errando en la estrategia y en la táctica, se realizan alianzas con los enemigos del pueblo, que son, hoy por hoy, los neoliberales de dentro y de fuera del poder público.
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jueves, 21 de enero de 2010

Rumbo al centenario de la Revolución Mexicana.


Un fantasma recorre la patria: el fantasma de la Revolución Mexicana iniciada en 1910. Todas las fuerzas del régimen neoliberal se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Partido (de) Acción Nacional (PAN) y Calderón, Televisa y TV-Azteca, Pasos y Krauze, los “izquierdistas”, el clero político y la gran burguesía aliada a las trasnacionales.
¿Qué partido de oposición no ha sido motejado como “nostálgico del pasado” por sus adversarios en el poder? ¿Qué partido de oposición, a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes de la oposición más avanzados, como a sus enemigos reaccionarios, los epítetos zaherientes de “populistas” o “trasnochados”?
De este hecho resulta una doble enseñanza:
Que la Revolución Mexicana es aún reconocida por todas las fuerzas políticas y clases sociales en México.
Que ya es hora de que sus partidarios expongan a todos los mexicanos sus conceptos, sus fines y sus tendencias; que opongan a la leyenda del fantasma de la Revolución Mexicana, un manifiesto de sus seguidores.

¿Qué características tuvo la Revolución Mexicana iniciada en 1910?

La Revolución Mexicana fue el más grande movimiento revolucionario del siglo pasado, comparada solamente con la Gran Revolución Socialista de Octubre, en la Rusia zarista. Fue una revolución democrático-burguesa, popular, antifeudal y antiimperialista. Fue democrático-burguesa porque la encabezó la entonces naciente burguesía mexicana, representada por Francisco I. Madero, una clase social revolucionaria en aquel momento de la historia de nuestro país. Su carácter popular consistió en que en ella participó el pueblo mexicano, desde los indígenas y los peones, hasta la naciente clase obrera, dirigidos, entre otros, por Villa, Zapata y los hermanos Flores Magón, dejando su huella en la Constitución de 1917 y en los objetivos y posteriores logros de la propia Revolución.
Asimismo, fue una revolución antifeudal porque se propuso acabar con el régimen latifundista sostenido por el dictador Porfirio Díaz, que mantenía con carácter de esclavos a los peones encasillados en las haciendas y que frenaba el avance económico del país.
Por último, la Revolución Mexicana fue profundamente antiimperialista debido a que el pueblo mexicano y nuestra nación, desde su surgimiento como tal, había sido agredida, amenazada, saqueada y robada por parte de potencias imperiales, primero por España, después por Francia y posteriormente por los Estados Unidos de Norteamérica, país que, en el colmo de la rapiña, nos arrebató más de la mitad de nuestro territorio. Así, por necesidad, el pueblo mexicano adquirió una conciencia profundamente antiimperialista, que se reflejó también en todas las leyes e instituciones creadas por la Revolución.

¿Qué objetivos se propuso?

Como parte del tercer movimiento del proceso revolucionario mexicano, iniciado con la lucha por nuestra independencia respecto a España en 1810 y continuado por la Revolución de Reforma encabezada por Benito Juárez a mediados del siglo XIX, al igual que éstos, la Revolución Mexicana se propuso tres objetivos fundamentales: el logro de la independencia nacional plena, económica y política, la ampliación del régimen democrático y la elevación del nivel de vida del pueblo mexicano.

¿Cuáles fueron sus logros?

Hasta antes del gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado, la Revolución Mexicana avanzó en la consecución de estos objetivos, principalmente en los gobiernos del general Lázaro Cárdenas del Río y de Adolfo López Mateos. Surgió el sector estatal de la economía con el proceso de nacionalizaciones de nuestras principales riquezas e industrias, como la petrolera y de la energía eléctrica, creándose Petróleos Mexicanos (Pemex), la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (CLyFC), lo que permitió también el surgimiento y desarrollo de infinidad de empresas de capital privado en manos de mexicanos.
Además, se creó y desarrolló un sistema de educación pública gratuita a todos los niveles, desde el básico hasta el superior, con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), y una gran cantidad de universidades e instituciones educativas de todo tipo.
Nació también el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto de Seguridad Social al Servicio de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), mientras que la clase obrera vio plasmados sus derechos fundamentales en el artículo 123 constitucional y en la Ley Federal del Trabajo, premisa indispensable para su logro en la práctica, en la realidad.
En el campo se destruyeron los latifundios y se creó el sistema ejidal, lo que permitió elevar la producción agropecuaria, como nunca antes, en beneficio de todo el pueblo mexicano, pero especialmente de los propios campesinos.
Con todas estas instituciones, y muchas más, al irse convirtiendo en realidad sus derechos a la salud, a la educación, a la vivienda, a un ingreso digno y suficiente, y a un empleo mejor remunerado, el pueblo mexicano vio elevado su bienestar, reflejándose, entre otras cosas, en el aumento de su promedio de vida, que antes de la Revolución llegaba apenas a cerca de 40 años y después de ésta a más de 70.
En cuanto a la ampliación del régimen democrático, surgieron y se desarrollaron los partidos políticos, principalmente los que representan a la clase trabajadora mexicana, logrando éstos su reconocimiento por parte del gobierno, no sin tener que superar muchos obstáculos y con enormes sacrificios por parte de sus militantes, y se promulgó una ley electoral con muchos avances, entre ellos los llamados “diputados de partido”, o plurinominales, que permitieron que la voz de la clase trabajadora mexicana se escuchara en el Poder Legislativo de la Nación, y a la mujer se le reconoció su derecho a votar, así como a los jóvenes a la edad de 18 años, entre otras muchas cosas más.
México, gracias a nuestra Revolución, se hizo un país más independiente en el aspecto económico y político, principalmente respecto a los Estados Unidos de Norteamérica; ganó, además, prestigio internacional por su política exterior independiente y avanzada, basada en el mandato constitucional, lo que le trajo la admiración y el respeto del mundo.
Por todo lo anterior, quien desprecie o denigre a nuestra Revolución y a quienes en ella participaron, y diga que no trajo ningún beneficio al pueblo mexicano, que no fue una auténtica revolución o que nada ha quedado de ella, miente descaradamente, miente para confundir, para desmovilizar y para desmoralizar.

¿Qué ha pasado con la Revolución Mexicana?

Nuestra Revolución fue traicionada desde Palacio Nacional a partir del régimen de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), presidente que inició con la aplicación de las políticas económicas neoliberales, contrarias a los intereses del pueblo y de la nación, siendo profundizadas posteriormente por Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y, finalmente, por Calderón Hinojosa, quien terca y torpemente insiste en su aplicación a pesar de que han hecho un enorme daño a la economía mundial y han provocado el sufrimiento de millones de seres humanos en el mundo, de la inmensa mayoría de los habitantes de nuestro país y de nuestro planeta.
Estos gobiernos apoyaron, firmaron y defienden aún el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o TLC), que ha sometido nuestra economía a la norteamericana, iniciaron con el proceso de privatizaciones de empresas del Estado, de instituciones y de las riqueza nacionales, como los ejidos, los bancos, los ingenios azucareros, las carreteras, los ferrocarriles, los puertos y aeropuertos, las líneas aéreas, teléfonos y comunicaciones en general, la industria del acero y de fertilizantes, armadoras de vehículos y de carros de ferrocarril, y una privatización gradual y disfrazada de la industria petrolera y de la eléctrica, etc.
Nuestro sistema democrático sufrió un grave retroceso al negarle participación electoral a los partidos que representan a la clase trabajadora mexicana, y al privatizarse o “ciudadanizarse” los órganos electorales, como el Instituto Federal Electoral (IFE), en los que los partidos políticos con registro sólo participan como meros espectadores, sufriendo, los de carácter progresista, constantes injerencias en su vida interna por parte del mismo IFE y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), el famoso Trife, en acciones de claro corte fascista.
Por otro lado, el nivel de vida de los mexicanos se fue deteriorando dramáticamente, creciendo la miseria y la pobreza, el desempleo, disminuyendo el poder adquisitivo de los salarios y, por tanto, aumentando la imposibilidad práctica del pueblo de participar concientemente en política, en los procesos electorales, preocupado sólo en lo que va a comer al día siguiente, convirtiendo, así, al “sistema democrático mexicano” en sólo una falacia. Cientos de pequeños y medianos empresarios mexicanos han ido a la quiebra, junto con la economía auténticamente nacional.
Los gobiernos neoliberales, especialmente los panistas, se han encargado de socavar, boicotear y privatizar, paulatinamente y de manera engañosa, las instituciones de salud, como el IMSS y el ISSSTE, y la educación pública gratuita, imponiendo, por otra parte, una política exterior vergonzosa, contraria a los preceptos constitucionales y a la histórica política exterior mexicana que tanto prestigio trajo al país en el ámbito internacional.

¿Ha muerto nuestra Revolución?

Como señalamos anteriormente, la Revolución Mexicana tuvo tres grandes objetivos: el logro de la independencia nacional, política y económica, la ampliación del régimen democrático y la elevación constante del nivel de vida del pueblo. El mexicano que diga que estos objetivos no están vigentes al día de hoy es porque tiene los pies en territorio nacional, pero su pensamiento, intereses y dinero en el extranjero. Nadie, ni el más sesudo de los “intelectuales” del presente, ha propuesto un programa y unos objetivos tan claros y tan alcanzables como los que tuvo nuestro movimiento revolucionario, que están, a 99 años de haberse planteado, más vigentes que nunca.
Nuestra Revolución vive en las entrañas y en la conciencia del pueblo mexicano, en sus calles, en sus ejidos, en sus pueblos y en sus ciudades, en sus tradiciones, en su música, su pintura y en múltiples expresiones artísticas, en la Constitución y demás leyes, y en las instituciones creadas por ella y que han resistido el embate neoliberal, por ello es imposible enterrarla mientras no cumpla con sus objetivos.
A los partidarios de la Revolución Mexicana se nos ha calificado como “populistas” y como “nostálgicos del pasado”. Nada más alejado de la realidad: “Populistas” son los que, sin un proyecto progresista de nación, dan limosnas a un pueblo que se debate en la pobreza, para ganar votos, para presionarlo, para eternizar un régimen en el que cada vez son menos los que se quedan con las riquezas generadas por el pueblo mexicano, mientras la inmensa mayoría de éste se sume más y más en la pobreza. “Nostálgicos del pasado” son los que añoran las épocas de la Colonia o la dictadura de Porfirio Díaz, son los que quieren convertirnos en un Estado Libre Asociado del imperialismo norteamericano.
Los partidarios de la Revolución Mexicana iniciada en 1910 seguimos fieles a sus objetivos generales, actualizando permanentemente su programa de acuerdo a las circunstancias del México de hoy, que lógicamente debe ser de carácter antineoliberal, que proponga recuperar para el país y para el pueblo las riquezas naturales y las principales industrias, que pugne por un gobierno de Democracia Nacional, es decir, por un gobierno formado por auténticos representantes de los obreros, campesinos, intelectuales, profesionistas, estudiantes, pequeños y medianos empresarios mexicanos, y por partidos políticos y organizaciones realmente democráticos y progresistas, del que sólo quedarían excluidos el PAN, los grupos neoliberales donde quiera que estén, el clero político y los grandes empresarios aliados a las trasnacionales.
Deberá ser un gobierno que promueva el comercio con todo el mundo, pero en condiciones de mutuo beneficio, no de sometimiento ni de sumisión, ni sólo para beneficiar a empresas o gobiernos extranjeros, un gobierno que con cada uno de sus actos impulse la elevación constante del nivel de vida del pueblo mexicano, generando empleos bien remunerados y garantizándole su derecho a la participación política, a la vivienda, a la salud, a la educación, a la cultura, a la recreación y al deporte, que son fundamentales.

Reflexionar sobre la Revolución y hacer la revolución.

A pocos meses de cumplirse el centenario del inicio de la Revolución Mexicana, el deber de los verdaderos partidarios del progreso consiste en reflexionar sobre ella, en generar una discusión y un debate nacional respecto de la misma, pero no desde la perspectiva del gobierno panista neoliberal, enemigo de nuestra Revolución, que la considera muerta y que hace todo lo posible por enterrarla, destruir las instituciones a las que dio origen y borrarla de la idiosincrasia de los mexicanos.
Reflexionar sobre nuestra Revolución no sólo como un mero ejercicio intelectual, sino para hacer la revolución, para rescatar lo que de ella ha sido destruido por los neoliberales, para continuarla con un nuevo programa que sea fiel a sus objetivos generales: el logro de nuestra independencia económica y política plena, la elevación constante del nivel de vida del pueblo y la construcción de un régimen auténticamente democrático, en el que, junto con los demás sectores progresistas del país, la clase trabajadora mexicana esté auténticamente representada.

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Los Poderes del Estado, enemigos de la clase trabajadora.

Los últimos acontecimientos relacionados con la ejemplar lucha que está librando el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) en defensa de sus derechos, del sindicalismo revolucionario y de los intereses de la patria, demuestran una vez más que la clase trabajadora mexicana no está representada ni en el Poder Ejecutivo, ni en el Legislativo y mucho menos en el Judicial.
Felipe Calderón decretó la extinción de Luz y Fuerza del Centro (LyFC), declarándole la guerra al SME; los diputados federales se negaron a discutir siquiera si dicho decreto viola o no la Constitución; y, por último, en sus resoluciones, los jueces federales le dan la razón al gobierno panista, aunque claramente no la tenga, convirtiéndose en cómplices del Ejecutivo en esta real guerra (no como la aparente contra el narco) en contra de toda la clase trabajadora mexicana.

La “guerra” contra el narco cumple sus objetivos.

La “guerra” que lleva a cabo el Gobierno Federal “contra” el narco está cumpliendo sus objetivos (entre los cuales por supuesto no está el acabar con el narcotráfico), principalmente con uno de ellos: desprestigiar al Ejército y enfrentarlo al pueblo, destruyendo así sus raíces revolucionarias y anularlo como garante de la soberanía e independencia nacional, papel que le corresponde por mandato constitucional, preparando las condiciones para utilizarlo contra los enemigos del régimen y los movimientos populares. Urge que el Ejército vuelva a sus cuarteles.

Haití, su lucha, sus tragedias y sus Mesías.

Hoy Haití es el foco de la atención mundial debido a una tragedia, triste y lamentable, de origen natural. Hoy el pueblo haitiano, ejemplo para el mundo por su destacada lucha contra la esclavitud iniciada en el siglo XVIII, y por históricos luchadores sociales antiesclavistas y anticolonialistas como Petion (Anne Alexandre Sabés), pero también víctima permanente del criminal saqueo colonialista por parte de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, y de dictadores sanguinarios como Francois Duvalier, “Papa Doc”, y Jean Claude Duvalier, “Baby Doc”, sufre indeciblemente ante los ojos del mundo.
Hoy los gobiernos de los países imperialistas que originaron la ruina actual de ese país hermano, aquellos que han promovido sangrientas luchas intestinas y crueles golpes de Estado, y que han aplastado con la fuerza de las armas a sus movimientos progresistas y populares, pretenden erigirse como sus salvadores y se “lamentan” por el sufrimiento del pueblo haitiano: ¡Qué cinismo!.
Bill Clinton, ex presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y comisionado de la ONU para Haití, dijo hace unos cuantos días que lo que este país necesita es más que nada dinero, dólares, e invitó a todos los habitantes del planeta a donar, aunque sea uno o dos.
Sin embargo, nosotros decimos que lo que realmente se requiere es que los Estados Unidos, Francia e Inglaterra, y demás países imperialistas, dejen de sacar (saquear) el dinero (las riquezas) de Haití, ni siquiera un dólar, para logrque éste e un verdadero desarrollo con independencia y su pueblo salga de la miseria que le han impuesto.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
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