¡A babor!
Carta abierta a
los empresarios mexicanos.
Por Roberto
Escamilla Pérez.
El
México moderno es fruto de un movimiento social radical, violento en todos los
sentidos, que inició en 1910: la Revolución Mexicana, misma que destruyó el régimen
latifundista semifeudal existente, en el que el pueblo vivía en condiciones
cercanas a la esclavitud, y transformó a nuestro país en uno capitalista, pero
con características particulares, con una clase burguesa en esos momentos
revolucionaria, una clase obrera en crecimiento y diversos sectores, como el
campesino, indígena, de profesionistas, intelectuales, etcétera.
La
nuestra fue una revolución democrático-burguesa, popular, antifeudal y
antimperialista, que, como ya dijimos, convirtió a nuestro país en capitalista,
por lo que la clase social que tomó el poder fue la burguesía mexicana, una
burguesía que en un principio fue revolucionaria, y que posteriormente,
dependiendo de su poder económico e intereses, se dividió en por lo menos tres
sectores: la gran burguesía aliada a los intereses de las trasnacionales, la
pequeña y mediana burguesía nacional y la burguesía gobernante, hasta 1982 con
carácter progresista y nacionalista, aún con sus errores, vacilaciones y
traiciones.
Sin
embargo, la participación en este movimiento de la clase trabajadora naciente,
los peones, campesinos, indígenas e intelectuales progresistas y
revolucionarios, le dieron un carácter de antifeudal y popular, que se reflejó
en la Constitución de 1917, principalmente en sus artículos 3º., 27, 123 y 130,
entre otros, y posteriormente en leyes como la Federal del Trabajo, y en la
creación del ejido, de la Seguridad Social, la educación pública, la
nacionalización de nuestros recursos naturales e industrias estratégicas, y en
la constitución de cientos de empresas en manos del Estado en renglones claves
para nuestra economía.
El
carácter antimperialista de nuestra Revolución tuvo su origen y motivos en el
hecho de que nuestro pueblo, su territorio y después nuestro país, han sufrido
desde siempre invasiones, agresiones, despojos y el saqueo por parte de
potencias extranjeras, desde la España de la Colonia, hasta de las que antes de
la Revolución Mexicana y hasta hoy somos objeto por parte del imperialismo
norteamericano y sus trasnacionales.
Como
la Revolución se propuso tres grandes objetivos: lograr la independencia
económica y política de la nación, la ampliación del régimen democrático y la
elevación constante del nivel de vida del pueblo, ante una incipiente clase
burguesa y empresa privada nacional, la única manera de lograrlo fue y es la
intervención de manera directa del Estado en la economía y por ello
paulatinamente se fueron nacionalizando los principales recursos naturales del
país, como el petróleo y la minería, se creó y fortaleció el ejido, y surgieron
cientos de empresas del Estado en los renglones estratégicos de la economía,
como el petróleo, la electricidad, el acero, la aviación, las comunicaciones,
el transporte, la banca, los fertilizantes y maquinaria para el campo,
etcétera.
Al
calor y con el cobijo del sector estatal de la economía se crearon las
condiciones necesarias para el florecimiento de la industria y comercio en
manos de mexicanos, de la llamada iniciativa privada nacional, de la pequeña,
mediana y gran industria y comercio nacionales, florecimiento que habría sido
imposible sin la intervención del Estado en la economía, pues ésta hubiese sido
copada, dominada y monopolizada por las trasnacionales norteamericanas, como,
por cierto, actualmente ocurre.
Sin
embargo, a partir de 1982 la Revolución Mexicana fue traicionada desde Palacio
Nacional, primero por Miguel de la Madrid Hurtado, seguido por Salinas,
Zedillo, Fox, Calderón y por el gobierno actual de Peña Nieto. Las
consecuencias de esta traición están a la vista: dependencia económica y
política, un régimen bipartidista estilo norteamericano, la fusión entre el
poder económico de una élite y el poder político, con el surgimiento de
empresarios-políticos y políticos-empresarios, como en los EEUU, retroceso en
la democracia, represión, violencia e inseguridad alarmantes y extremas,
pobreza, miseria y una corrupción que ha invadido todas las instancias de
gobierno, propiciada por un pequeñísimo grupo de mexicanos asquerosamente
enriquecidos, y por las trasnacionales y sus representantes en México. Así, los
neoliberales, al pretender volver a etapas ya superadas en nuestra historia y
en la del mundo, han construido una verdadera bomba de tiempo que en cualquier
momento amenaza con estallar.
Los
empresarios mexicanos también han sufrido las consecuencias de la política
económica neoliberal aplicada desde 1982: con el Tratado de Libre Comercio
(TLC) y la apertura indiscriminada a las inversiones extranjeras, miles de
pequeñas, medianas y aún grandes empresas y comercios auténticamente mexicanos
han quebrado, además, a los pocos que han resistido se les ha abandonado a su
suerte, negándoles apoyos de todo tipo, y teniendo que enfrentar una
competencia desigual, suicida, con las poderosas empresas trasnacionales y hasta
nacionales. Con ello se han perdido millones de puestos de trabajo y miles de
personas que antes eran empresarios, han pasado a engrosar las filas de la
clase trabajadora, y hasta de la gran masa de desempleados, subempleados o de
la enorme economía informal.
Solo
una minúscula élite privilegiada de grandes empresarios, encabezados por Carlos
Slim, junto con los propietarios de los dos monopolios televisivos y los de
algunas zonas industriales ubicadas en el norte y centro del país, como Nuevo
León, Jalisco, y Ciudad y Estado de México, no solo han sobrevivido, sino que
se han enriquecido groseramente gracias a sus influencias en los distintos
gobiernos neoliberales y a su alianza de facto con las trasnacionales y el
gobierno de los EEUU.
Entonces
señores empresarios, y nos dirigimos a la mayoría de ustedes: ¿En qué les han
beneficiado todos estos años de gobiernos neoliberales panistas y priistas?
¿Han visto prosperar sus negocios? ¿Sus propias familias sienten que México es
un país seguro para vivir y para invertir? ¿Han visto mejoría en el nivel de
vida de sus trabajadores? ¿Creen que es justo que quienes realmente trabajan o
se esfuerzan por mantener a flote una empresa paguen más impuestos que aquellos
que son los consentidos del régimen y que gozan de incalculables fortunas?
¿Consideran que aquellos grandes empresarios que realizan declaraciones
públicas, firman desplegados en contra de uno de los candidatos a la
Presidencia de la República y presionan a sus trabajadores para no votar por
él, actúan dentro de la ley, le hacen un bien a México y representan el sentir
de la mayoría de ustedes? ¿Creen ustedes realmente que la situación actual de
México, con el llamado “libre mercado” y la “libre competencia”, es mejor que
la que vivíamos 35 años atrás?
Andrés
Manuel López Obrador, candidato a la Presidencia de la República por el partido
Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) y por la coalición Juntos Haremos
Historia, con su Proyecto de Nación, no pretende volver atrás, a épocas ya
superadas por los mexicanos, a la época del partido único, del dispendio, de la
falta de planeación, de la corrupción. Mira al futuro porque además está
consciente de que nadie puede detener la rueda de la historia.
Lo
que Obrador y su Proyecto esperan lograr, con el apoyo del pueblo mexicano y
sus fuerzas progresistas, entre las que deberían estar ustedes, es devolver a
la gente y al país lo que los neoliberales nos arrebataron a lo largo de estos
más de 35 años: sus empresas, su empleo, un ingreso digno, oportunidades para
educarse y alimentarse adecuadamente, y para acceder a una atención de la salud
de calidad, una vivienda digna, la paz y la esperanza, y a México sus riquezas
naturales y empresas estratégicas que jamás deberían habérsele arrebatado
porque son la base para el progreso de cualquier nación del mundo, además de su
respeto y prestigio en el ámbito internacional, y al pueblo devolverle el
derecho a influir de manera real y efectiva en el destino del país, en el
camino que éste debe tomar. Es todo. Lo demás son inventos, cuentos para
asustar a ignorantes, de quienes son capaces de hacer cualquier cosa con tal de
no perder sus ilegítimos privilegios, que deberían constituir para ellos una
vergüenza en medio de tanta pobreza, sufrimiento, miedo e inseguridad.
Por
todo lo anterior, dada la grave situación por la que atravesamos, ya descrita
en rasgos generales y que es muy parecida a la vivida por los mexicanos durante
la dictadura de Porfirio Díaz, hoy la patria requiere de la unidad de todas sus
fuerzas progresistas, democráticas y patrióticas, que incluya a todas las
organizaciones y partidos políticos con dichas características, a todos los
hombres, mujeres y jóvenes con esa mentalidad, a los artistas, intelectuales,
profesionistas, maestros y estudiantes, a obreros, campesinos y empleados de
todo tipo, y a ustedes, los empresarios honestos que aman verdaderamente a
México, que se arriesgan aquí, que desean invertir aquí, en su patria, que han
sido golpeados por las malas políticas gubernamentales y que piensan que si
logramos un México con menos pobreza y más cultura, desarrollado e
independiente, respetuoso del resto de países del mundo con los que amplíe sus
lazos comerciales, y en el que se escuche realmente nuestra voz, todos saldremos
beneficiados.
junio-2018
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