lunes, 30 de noviembre de 2015
La Revolución Mexicana, ellos y nosotros.
Por
Roberto ESCAMILLA PÉREZ
Ignorada,
incomprendida, calumniada y traicionada, esto es lo que hoy ocurre con la
Revolución Mexicana iniciada en 1910, de la cual celebramos ya sus 105 años,
muchos para un ser humano, pero pocos para un proceso social que, sin duda, nos
habrá de llevar a estadios superiores de existencia y de bienestar para el
pueblo y la nación, porque a la afirmación de sus detractores en el sentido de
que ha muerto, podríamos responder con el conocido y antiguo refrán: “Los
muertos que vos matáis gozan de cabal salud”.
La Revolución
Mexicana
La
Revolución Mexicana no ha muerto ni morirá porque es más que una empresa del
Estado, que una escuela o un hospital público, que una dependencia de gobierno,
que un Presidente, e inclusive más que una ley o que la propia Constitución de
la República.
La
esencia de ella son sus principios y el camino que trazó, que nuestro país
deberá recorrer completo tarde o temprano, porque así como una persona no puede
transitar de niño a la etapa adulta sin pasar por la juventud, México no puede,
por las leyes que rigen el desarrollo de toda sociedad, alcanzar etapas superiores
de desarrollo sin lograr todos los objetivos que se propuso dicho movimiento
revolucionario. La Revolución Mexicana es, pues, una necesidad histórica. Es,
por tanto, inevitable.
El
maestro Vicente Lombardo Toledano, gran filósofo, y genial dirigente obrero y
político, definió a la Revolución Mexicana como una revolución antifeudal,
democrático-burguesa, popular y antimperialista.
La
nuestra, señaló, fue una auténtica revolución porque hizo transitar a nuestro
país del régimen feudal al capitalista, y aunque fue encabezada por la
burguesía naciente, en ese momento revolucionaria, participaron en ella la
clase obrera, los campesinos, peones e indígenas, lo que le dio el carácter de
popular.
Además,
afirmó, fue una revolución antimperialista como respuesta, primero, a la larga
historia de agresiones por parte de potencias extranjeras que México tuvo que
sufrir y, en segundo lugar, por el saqueo de nuestros recursos naturales y la
explotación de que fuimos objeto por parte de las empresas trasnacionales
durante decenas de años, y a la que había que ponerle un alto para alcanzar un
desarrollo económico independiente y el bienestar del pueblo mexicano.
La
Revolución Mexicana, precisó Lombardo, se propuso tres objetivos: el logro de
la independencia económica y política nacional, la ampliación del régimen
democrático y el mejoramiento constante del nivel de vida del pueblo. Estos
constituyen a su vez sus tres principios fundamentales, junto con el postulado
“Nacionalizar es descolonizar”, hecho por Vicente Lombardo Toledano al resumir
el camino trazado para México por este movimiento revolucionario.
Nosotros
Por
todo lo anterior, los beneficios que a nosotros,
al pueblo de México, nos trajo la Revolución Mexicana fueron enormes. De ser un
pueblo con un promedio de vida de menos de 40 años, pasamos a uno de 75. Alrededor
de las cientos de empresas del Estado que se crearon, surgió una fuerte
industria nacional en manos de la burguesía mexicana.
Gracias
a las mismas empresas del Estado, y a las nacionalizaciones de la industria
petrolera y eléctrica, entre muchas otras, el país avanzó a pasos agigantados
por el camino de la independencia económica y política, además de crearse
empleos dignos, con buenos salarios, con el consiguiente mejoramiento de
nuestro nivel de vida.
La
destrucción de los latifundios, el reparto de tierras, la creación del Ejido,
los sistemas de riego y los apoyos al campo, incrementaron la producción de
alimentos y elevaron el nivel de vida de los campesinos.
Con
la educación pública, laica y gratuita, garantizada por el artículo 3º constitucional,
y la creación de miles de escuelas primarias, secundarias, de nivel medio
superior y superior, millones de mexicanos lograron tener acceso a la educación
y a la cultura.
La
Seguridad Social, junto con instituciones como el Instituto Mexicano del Seguro
Social (IMSS) y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los
trabajadores del Estado (ISSSTE), permitieron la atención integral de la salud
de millones de mexicanos, quienes además alcanzaron el derecho a una pensión, a
incapacidades por enfermedad o accidentes de trabajo, a guarderías, y apoyos de
diversos tipos como para matrimonio y defunciones, etcétera.
El
artículo 123 constitucional y la Ley Federal del Trabajo permitieron a la clase
trabajadora del país elevar su nivel de vida y hacer realidad sus legítimos
derechos a la huelga, a organizarse en sindicatos, a tener contratos colectivos
de trabajo, a la jornada laboral de ocho horas, a un día de descanso
obligatorio, a vacaciones, reparto de utilidades, aguinaldo, atención médica,
etcétera.
Asimismo,
la mujer obtuvo el derecho al voto y se dio paso a la etapa de los partidos
políticos, surgiendo las diputaciones plurinominales o de representación
proporcional que permitieron que partidos de izquierda, como el Popular
Socialista (PPS) y el Comunista Mexicano (PCM), obtuvieran su registro, y voz y
voto en el Poder Legislativo, constituyendo esto un gran avance en cuanto a la
ampliación del régimen democrático.
En
fin que, con la Revolución Mexicano avanzando, el país se encaminó por la ruta
del desarrollo económico, político y social, fortaleciendo su industria, y su
independencia económica y política, el pueblo elevó considerablemente su nivel
de vida y se amplió el régimen democrático.
Ellos
Pero
entonces, en 1982, vinieron ellos,
los neoliberales priistas, y se hicieron del poder, y junto con la derecha
tradicional, el Partido Acción Nacional (PAN), desde dentro de las
instituciones iniciaron, como un virus, la destrucción sistemática de las
mismas y de todo lo alcanzado por nuestra Revolución, apoyados por el
imperialismo norteamericano y sus empresas trasnacionales, por la gran
burguesía nacional, el clero político y por los monopolios de la información.
Desde
esa época, ellos, que ya nada tenían
que ver con quienes encabezaron la Revolución Mexicana, obedeciendo los
dictados del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI),
organismos financieros del imperialismo norteamericano, iniciaron con la
privatización, venta y desmantelamiento de las empresas estatales, y firmaron
con los Estados Unidos y Canadá un Tratado de Libre Comercio (TLC), que lo
único que ha provocado es la destrucción de la industria nacional, una mayor
dependencia respecto a la economía norteamericana, desempleo, hambre y miseria
para el pueblo mexicano.
Ellos destruyeron los
ejidos y reformaron a su favor los artículos fundamentales de la Constitución,
como el 3º, 27, 123 y 130, y leyes enteras como la Federal del Trabajo y la del
IMSS, echando abajo derechos importantes de la clase trabajadora logrados a
base de la sangre de millones de mexicanos, y privatizando inclusive las
pensiones de los trabajadores con las Administradoras de Fondos para el Retiro
(Afores).
En
la actualidad, ellos están dando los
últimos toques a su obra maestra con la entrega del petróleo a los monopolios
trasnacionales y la privatización de la industria eléctrica, el
desmantelamiento de la educación pública, laica y gratuita, y la privatización
de la Seguridad Social, destruyendo y saboteando, desde dentro, al IMSS y al
ISSSTE, con el objetivo de lograr el respaldo del pueblo mexicano para su
privatización, táctica que les ha sido de mucha utilidad cuando de entregar
nuestras empresas y recursos naturales a los extranjeros y a los grandes ricos
mexicanos se trata.
Asimismo,
actualmente ellos dominan en el
Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Nación, gracias a que han
construido un régimen bipartidista (PRI-PAN) disfrazado de tripartidismo, arrebatando
toda posibilidad de participación a los auténticos partidos de la clase obrera,
valiéndose para esto de su poder económico, político y propagandístico.
¿Cuáles
han sido los resultados de esta política a la que nosotros llamamos neoliberal?
Dependencia económica, sumisión del gobierno mexicano a los dictados de los
Estados Unidos, destrucción de la economía nacional, desempleo, pobreza,
miseria y enfermedades, un régimen bipartidista antidemocrático al estilo
norteamericano, y una violencia e inseguridad pública nunca antes vistas y que
jamás habíamos imaginado ni en nuestras peores pesadillas. Y ellos son los responsables.
Ser
revolucionario
Entonces,
como ya lo explicamos, la Revolución Mexicana, sus principios y el camino
trazado por ella, están más vivos y tienen más vigencia que nunca, por eso hoy
no se puede ser de izquierda e ignorar a la Revolución Mexicana, no se puede
proponer una nueva Constitución sin basarla en sus principios, si es que se
quiere avanzar y no retroceder, o sumergir a nuestro pueblo en la confusión y
en el caos.
Tampoco
se puede ser de izquierda, demócrata o progresista, si no se lucha contra el
neoliberalismo de manera congruente, clara y desde la trinchera en la que cada
uno se encuentre: en un partido, en un sindicato, en una organización social,
estudiantil, profesional, de mujeres, juvenil o popular.
El
destino de México depende y está indisolublemente ligado a la Revolución
Mexicana, pero para retomar su camino necesitamos igualmente abrevar en el
ejemplo de quienes lucharon en la misma, construyendo un gran Frente Nacional
Democrático y Patriótico que una en la acción a todos los mexicanos y
organizaciones de izquierda, democráticas, progresistas y antimperialistas,
para sacar del poder a ellos, a los
neoliberales, y a la derecha, con un programa para nosotros, adecuado a las condiciones actuales, y que proponga soluciones
viables a los grandes problemas del pueblo y de la Nación.
Correo
electrónico: a_babor@hotmail.com
miércoles, 11 de noviembre de 2015
Un gran Frente Nacional Democrático y Patriótico para derrotar a los neoliberales.
Por
Roberto ESCAMILLA PÉREZ
La
política es una ciencia, es la ciencia de la transformación de la realidad en
otra mejor. Es una ciencia que requiere del conocimiento de todas las demás, sin
excepción. La política no es, por tanto, un arte o un artificio, mucho menos
una manera de hacerse de riquezas, como quienes han deformado su práctica la entienden.
Si
aplicamos la política como una ciencia, nos enseña que la sociedad humana se
rige por leyes que determinan su desarrollo; que nada es estático, que todo
cambia; que el cambio, al final, siempre es en el sentido del progreso; que
ocurre independientemente de nuestros deseos, y que el papel y la importancia
del hombre en este sentido consiste únicamente en acelerar estos cambios
dependiendo de su manera de accionar en la sociedad.
También
nos dice que la sociedad humana ha transitado por diferentes etapas, pasando de
la comunidad primitiva al esclavismo, después al feudalismo, al capitalismo, y
a la fase superior de éste, el imperialismo, y, finalmente, al socialismo.
Que
en sus orígenes, la sociedad no estuvo dividida en clases sociales, en explotados
y explotadores, que esta división surgió con el esclavismo y que persiste hasta
ahora en la mayor parte del planeta.
Las raíces
históricas del Frente Nacional Democrático y Patriótico
Asimismo,
la realidad, y la experiencia histórica de México y del mundo, nos han enseñado
que cuando los explotados, los pobres, los que padecen injusticias, y los
mejores hombres y mujeres de una sociedad determinada, se unen, se organizan y
actúan, los cambios y las transformaciones en el sentido del progreso se producen.
En
México así ha sido siempre: nuestra independencia respecto a España fue gracias
a la acción conjunta de sectores que, a pesar de sus discrepancias, anhelaban
por sobre todas las cosas dicho objetivo, y así fue que lucharon juntos,
criollos, mestizos, indígenas, mulatos, artesanos, intelectuales y esclavos.
En
la Revolución Mexicana ocurrió lo mismo: contra la dictadura terrateniente
porfirista se unieron en un solo frente, la burguesía en ascenso, intelectuales
de izquierda, obreros, campesinos, peones e indígenas, todos ellos explotados,
empobrecidos, reprimidos, discriminados o hechos a un lado por el dictador.
Dos
ejemplos más ilustran de manera muy clara que la unidad y la acción conjunta
del pueblo y de sus fuerzas progresistas contra un enemigo común y por
objetivos comunes, es siempre exitosa: uno es la Expropiación Petrolera de
1938, que se logró gracias al frente común formado por el gobierno
revolucionario encabezado por el general Lázaro Cárdenas y la clase obrera
dirigida por Vicente Lombardo Toledano, a los que se unieron campesinos,
empresarios e intelectuales progresistas y revolucionarios, así como las
mujeres y la juventud mexicana, y sus organizaciones representativas.
El
otro ejemplo es la derrota infringida a Hitler, al eje Berlín-Roma-Tokio, por
parte de los aliados, incluidos entre ellos a los Estados Unidos y la Unión
Soviética, adversarios ideológicos irreconciliables, que, sin embargo,
olvidaron en esa etapa sus diferencias para luchar contra un enemigo común y
más peligroso en ese momento histórico: el fascismo.
¿Qué es el
Frente Nacional Democrático y Patriótico?
¿Qué
significa todo ello? Que la unidad de las fuerzas democráticas, patrióticas y
progresistas en un solo frente es una línea estratégica y táctica exitosa,
comprobada e imbatible, y que constituye el mejor instrumento del que los
mexicanos de hoy podemos y debemos echar mano para cambiar el rumbo de nuestro
país y expulsar del poder a los neoliberales, que están sumiendo en la miseria
y en el sufrimiento a millones de mexicanos, y que entregan nuestras riquezas
en manos de las trasnacionales.
¿Qué
es el Frente Nacional Democrático y Patriótico, por llamarlo de alguna manera,
y qué se necesita para formarlo? Es la unidad en la acción de todos los
mexicanos y mexicanas progresistas y revolucionarios, y sus organizaciones
representativas, que, aunque con discrepancias, tengan hoy como objetivo
fundamental parar en seco la aplicación de la política económica neoliberal que
tanto daño ha hecho al pueblo y al país, y expulsar del poder a los
neoliberales para formar un gobierno de nuevo tipo en el que estos no tengan
cabida, y de esta manera lograr que el pueblo mexicano eleve su nivel de vida
de manera constante, y nuestro país alcance el verdadero desarrollo económico y
su independencia.
Para
formar un Frente de este tipo se requiere voluntad, para concentrarnos en lo
que nos une, no en lo que nos divide; respeto, para que la independencia,
decisiones e integridad de cada organización se mantengan; humildad, para
reconocer que nadie es propietario de la verdad absoluta, para escuchar a los
demás, combatiendo el sectarismo y la soberbia, que dividen; trabajo, para
reconocer que no todos podemos ser líderes, pero que todos somos importantes en
esta lucha, desde el más humilde ciudadano o militante, hasta el más encumbrado
intelectual, o dirigente político o social; y honradez, para hacer la
diferencia y ser ejemplo ante todo el pueblo mexicano.
¿Cuál es su
importancia y objetivo?
El
éxito en la lucha por nuestro desarrollo económico, por la independencia
nacional, contra las privatizaciones, por la salud, el empleo, la educación,
por un mejor salario, por la democracia, por el respeto a las conquistas
obreras, por los campesinos y pescadores, por la libertad de expresión, etcétera,
depende de que logremos la unidad de los mexicanos y sus organizaciones en un
solo Frente Democrático y Patriótico, que enarbole un programa encaminado a dar
respuesta a los más sentidos anhelos del pueblo.
Esta
debe ser la mayor preocupación de todo mexicano que se precie de progresista y
a esta labor deben dirigirse todos nuestros pensamientos, preocupaciones y
esfuerzos, y sin protagonismos ni ambiciones personales y desmedidas de ningún
tipo, tender una mano fraternal y sincera a todos los mexicanos y sus
organizaciones, para lograr, juntos, la unidad de las fuerzas democráticas y
progresistas en un solo frente, poniendo por encima de todo el interés de la
patria y del pueblo mexicano.
Correo
electrónico: a_babor@hotmail.com
viernes, 16 de octubre de 2015
Universalizar la enfermedad, el proyecto de Peña Nieto
Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ
“Por caro que
parezca el seguro social,
resulta menos
gravoso que los riesgos de una revolución”.
Otto von Bismarck,
“El Canciller de Hierro”
Desde
siempre, las clases dominantes han pretendido imponer al resto de la sociedad
el concepto de que el Estado es un ente neutral, que se encuentra por encima de
las clases sociales y de sus intereses, que es un instrumento para la
aplicación de la justicia, y que su propósito es resguardar el orden público y
procurar el “bien común”.
Sin
embargo, la experiencia histórica y la realidad actual siguen demostrando que
el Estado es el instrumento utilizado por la clase social dominante para
imponer sus conceptos e intereses sobre el resto de la sociedad, utilizando
para ello todos los elementos a su alcance, desde los legales hasta la represión,
y el crimen.
La seguridad
social surgida de la Revolución Mexicana
El
Estado surgido de la Revolución Mexicana fue un instrumento para la defensa de
los intereses de la burguesía nacional en ascenso, pero también, por las
circunstancias particulares de nuestro país y gracias a quienes participaron en
la etapa armada de nuestro movimiento revolucionario (indígenas, obreros,
campesinos e intelectuales revolucionarios), incluyó, en sus leyes e
instituciones, los más sentidos anhelos de las masas populares.
Uno
de dichos anhelos fue la seguridad social, entendiendo ésta como un elemento
fundamental para la procuración de la salud del pueblo mexicano y de todos los
elementos necesarios que le brindaran seguridad y una vida digna, desde el
nacimiento hasta la vejez.
Hasta
antes del golpe de Estado incruento perpetrado por los neoliberales en los
ochentas del siglo pasado en contra de las instituciones surgidas de la
Revolución Mexicana, la seguridad social, fundamentada en los artículos 4º y 123
constitucionales, en la Ley Federal del Trabajo y en la Ley del Seguro Social,
garantizaba a millones de mexicanos una atención digna y de calidad en los
cientos de clínicas y hospitales existentes a todo lo largo y ancho de la
República Mexicana.
De
acuerdo a nuestras leyes, la seguridad social incluye el seguro de enfermedad y
maternidad, que garantiza atención médica, quirúrgica, farmacéutica y
hospitalaria desde el primero hasta el tercer nivel, ayuda para lactancia y
subsidios por incapacidades temporales, además de seguro de riesgos de trabajo,
seguro de invalidez y vida, seguro de retiro y vejez, prestaciones sociales y
seguro de guardería, entre otros derechos.
Sin
embargo, muchos de ellos han sido acotados y reducidos, o hasta anulados en la
práctica por los gobiernos neoliberales debido a contrarreformas hechas a
nuestras leyes, a la privatización sistemática de la seguridad social, a la
criminal reducción del presupuesto destinado a la salud, y a la corrupción y el
debilitamiento intencional de las instituciones de salud a partir de 1982, con
Miguel de la Madrid Hurtado.
Universalizar la
enfermedad, proyecto de Peña Nieto.
De
la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón, ya hicieron su parte en su
propósito de privatizar las instituciones de salud públicas y en privar a los
mexicanos de su derecho a una vida y muerte dignas, pues, entre otras cosas,
además del cada vez más pobre presupuesto destinado a proteger la salud de los
mexicanos, elevaron el número de semanas de cotización y la edad para tener
derecho a una pensión, privatizaron los ahorros de millones de trabajadores con
la creación de las llamadas Administradoras de Fondos para el Retiro (Afores),
que se quedan hasta con una cuarta parte del dinero de los cotizantes sin
arriesgar absolutamente nada.
Pero
los neoliberales fundamentalistas del Partido Acción Nacional (PAN) y del
Partido Revolucionario Institucional (PRI), con Peña Nieto al frente, y hasta
los “neoliberales de izquierda”, encabezados por “Los Chuchos” perredistas, van
por todo, ahora con el llamado “Sistema Nacional de Salud Universal”, “sistema
único de salud” o “universalidad” del sistema de salud.
¿Qué
pretende Peña Nieto con esta iniciativa? ¿Realmente universalizar la atención a
la salud? No, más bien universalizar la enfermedad porque, entre otras cosas,
habría una reducción de beneficios en pensiones, servicios médicos y
prestaciones sociales, esto al degradar la atención médica del Instituto
Mexicano del Seguro Social (IMSS) y del Instituto de Seguridad y Servicios
Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), al paquete del Seguro
Popular, además, los jóvenes necesitarían muchos más años de cotización y se
ajustarían las pensiones a una universal de mil 92 pesos.
Se dejarán
fuera problemas de salud frecuentes, como la insuficiencia renal crónica
y muchos cánceres, y los asegurados deberán pagar por la atención de dichas
enfermedades en las unidades médicas públicas o privadas pues con esta contrarreforma
los derechohabientes solo podrán acceder a un paquete que únicamente incluirá
285 enfermedades, al contrario de lo que sucede hasta ahora en el IMSS y el
ISSSTE, instituciones que están obligadas por ley a atender todos los
padecimientos y prestar todos los servicios de manera gratuita.
Asimismo,
la reforma de salud de Peña Nieto castigará a niños, discapacitados, enfermos
crónicos y pobres, porque para los neoliberales son una pesada e indeseable
“carga”, por lo que anularía en la práctica el derecho a la salud de los
mexicanos, reduciendo la atención pública e impulsando a quienes están ansiosos
por lucrar y hacer un gran negocio con las enfermedades del pueblo.
De
esta manera, de aprobarse la propuesta de Peña Nieto, ¿cuántos mexicanos que
padecen alguna discapacidad, cáncer, diabetes, hipertensión arterial, insuficiencia
renal, entre otras enfermedades graves y crónicas, podrían costearse sus
tratamientos en hospitales y clínicas privadas, y adquirir los costosos
medicamentos? ¿Cuántas personas de edad avanzada podrían hacerlo? Muy pocas.
Así, millones de mexicanos estarían condenados a una muerte prematura y en
medio de grandes dolores, todo ante la impotencia y el sufrimiento de sus
familias.
El viacrucis
diario y real de los derechohabientes
¿A
qué se enfrentan diariamente los derechohabientes cuando acuden a una clínica,
hospital o institución de salud del Estado? A la carencia de medicamentos o a
la mala calidad de los mismos; a largos tiempos de espera en instalaciones
insalubres y oscuras, sin aire acondicionado donde se requiere; a la falta de
médicos especialistas; a la insuficiencia del equipo necesario para la
realización de los diferentes estudios y análisis clínicos; a la poca capacidad
de algunos médicos y a la mala atención por parte del personal administrativo;
a meses de espera para un estudio o cita con un médico especialista, aunque de
ellos dependa la vida del paciente, etcétera.
Es
claro que esta problemática no se debe a que las instituciones de salud pública
sean malas y a que el Estado no tenga la capacidad para administrarlas, como
señalan los mismos neoliberales, y la gran burguesía nacional y trasnacional,
sino a que quienes nos gobiernan, lejos de estar interesados en resolver los
problemas del pueblo y de la nación, únicamente obedecen los dictados del Banco
Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI), encaminados a
privatizar la seguridad social.
De
continuar por este camino, la seguridad social desaparecerá en la práctica y
las instituciones de salud públicas terminarán atendiendo únicamente diarreas,
catarros, dolores de cabeza y colocando “curitas”, con medicamentos de tercera,
y miles de trabajadores de la salud irán a engrosar las filas de los
desempleados.
La
“universalidad” que necesitamos
Es
verdad, los mexicanos requerimos urgentemente un sistema universal de salud que
realmente cumpla con los objetivos de atender de manera eficiente e integral
los problemas de salud de los mexicanos, y de asegurar para todos una vida
digna, desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte.
Por
ello, el sistema universal de salud que necesitamos tendría que cumplir, como
mínimo, con los siguientes requisitos:
1.-
Un incremento sustancial y real al presupuesto destinado a la salud y a la
seguridad social.
2.-
El respeto a los derechos y logros de todos los trabajadores de la salud,
plasmados en sus contratos colectivos de trabajo.
3.-
Deberá abarcar a todos los mexicanos e incluir todas y cada una de las
prestaciones que actualmente se contemplan.
4.-
Que no se excluya de ella ninguna enfermedad por muy oneroso que su tratamiento
parezca, teniendo que ser financiada en su totalidad por el Estado y no por el
derechohabiente, paciente o enfermo.
5.-
Que los montos, topes o niveles de estas prestaciones no bajen, por lo
contrario, sean las óptimas, las mejores, para asegurar al beneficiario y a su
familia un nivel de vida digno y decoroso.
4.-
Mejorar las instalaciones y equipamiento a niveles equivalentes a la
institución, clínica u hospital que mejores condiciones tenga.
5.-
Que desde el Presidente de la República, hasta el más humilde empleado público,
incluidos por supuesto diputados federales, senadores e integrantes de la
Suprema Corte de Justicia, funcionarios a todos los niveles de cualquier
dependencia federal, estatal y municipal, sean incluidos en este esquema de
universalización y les sean anulados cualquier clase de seguro, atención o
prestación médica privadas.
Es
claro que medidas como las anteriores no serán tomadas por el actual gobierno
encabezado por Peña Nieto, ni por ningún otro que base sus acciones en el
neoliberalismo, por ello la necesidad urgente de lograr la unidad de todas las
fuerzas progresistas del país para derrotar y sacar del poder a quienes hoy lo
detentan antes de que la sangre llegue al río.
Correo
electrónico: a_babor@hotmail.com
domingo, 18 de enero de 2015
Salvemos al Ejército Mexicano, a la juventud y a la Patria.
Por
Roberto Escamilla Pérez.
En
mayo de 2007, hace aproximadamente ocho años, publicamos el artículo “Salvemos al
Ejército Mexicano”, en el que se condenaba enérgicamente al gobierno panista de
Felipe Calderón por obligar al Ejército a salir de sus cuarteles para combatir
directamente a la delincuencia organizada y al narcotráfico, calificando esta
medida como anticonstitucional, inútil, y lesiva para una de las pocas
instituciones que mantenía un gran prestigio y respeto entre el pueblo mexicano,
contra el que finalmente quería enfrentársele.
Desgraciadamente
para nuestro pueblo el tiempo nos ha dado la razón, y por la importancia actual
del tema y debido a los trágicos acontecimientos del 26 de septiembre del año
pasado en los que tres jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro
Burgos”, de Ayotzinapa, Guerrero, fueron brutalmente asesinados y 43 más
desaparecidos, nos vemos obligados a retomar el asunto y llamar una vez más a
la unidad de todas las fuerzas progresistas para derrotar a la secta neoliberal
en el poder y logar que el Ejército regrese de inmediato a sus cuarteles, porque
este gobierno no lo hará.
Orígenes,
características y deberes del Ejército Mexicano
Si
bien los orígenes del Ejército Mexicano se remontan a la época de la lucha por
nuestra independencia respecto a España, fueron los diferentes ejércitos
revolucionarios comandados por Villa, Zapata, Carranza y por otros caudillos
que participaron en la Revolución Mexicana iniciada en 1910, los que le heredaron
los rasgos y características esenciales que desgraciadamente está perdiendo,
como el ser respetuoso de la Constitución, de origen popular y ampliamente
identificado con los ideales de independencia, soberanía, democracia y progreso
que históricamente ha perseguido nuestro pueblo.
Igualmente,
nuestro Ejército se ha distinguido de los del resto del mundo por mantenerse
respetuoso de las instituciones y no haber sido protagonista de golpes de
Estado, que han provocado masacres, luto, dolor, retroceso y toda clase de injusticias
en otros países, además de estar formado por gente del pueblo y cuyos
integrantes ascienden de grado no debido a la “pureza de su sangre” o por
pertenecer a las clases privilegiadas, sino por sus méritos en el servicio a la
patria.
Asimismo,
de sus filas han surgido muchos hombres valiosos, progresistas y
revolucionarios, como el general Lázaro Cárdenas del Río, el mejor Presidente
que ha tenido nuestra patria después de la etapa armada de la Revolución
Mexicana iniciada en 1910.
De
acuerdo con nuestra Constitución, y con la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza
Aérea Mexicanos, sus deberes y obligaciones son defender la integridad, la
independencia y la soberanía de la nación; garantizar la seguridad interior;
auxiliar a la población civil en casos de necesidades públicas; realizar
acciones cívicas y obras sociales que tiendan al progreso del país, y en caso
de desastre, prestar ayuda para el mantenimiento del orden, auxilio de las
personas y sus bienes, y la reconstrucción de las zonas afectadas.
El combate a la delincuencia organizada no
es obligación del Ejército Mexicano.
Así,
queda más que claro que el combate contra el narcotráfico y la delincuencia
organizada no es una obligación del Ejército Mexicano, se aparta por completo
del marco de la ley y no corresponde a las elevadas tareas que históricamente
se le tienen encomendadas.
Se
alega que el narcotráfico y la delincuencia organizada ponen en peligro la
seguridad interior y hasta la soberanía del país, pero esto es falso y
constituye solo el pretexto para involucrar al Ejército en esta lucha,
corromperlo, desprestigiarlo y, finalmente, enfrentarlo a un pueblo movilizado
y harto de la pobreza, la injusticia y de la entrega de nuestro país a las
empresas trasnacionales.
En
todo caso, esta situación de inseguridad y violencia es responsabilidad de los
gobiernos neoliberales que han estado al frente de nuestro país por más de 30 años
y correspondería al actual resolverla, junto con las corporaciones policiacas a
todos los niveles, y no al Ejército Mexicano.
Lo
que inició Calderón Hinojosa y continúa haciendo Peña Nieto, sobrepasa los
límites y está poniendo en serio peligro el prestigio, la esencia y el carácter
progresista, democrático y popular del Ejército y, en general, de las Fuerzas
Armadas Mexicanas, así como la integridad física e inclusive la vida de cada
uno de sus integrantes.
¿Por qué el Ejército Mexicano no debe seguir
siendo utilizado para combatir a la delincuencia organizada?
No
debemos permitir que el Ejército continúe en esta lucha contra el narcotráfico
y la delincuencia organizada porque, en primer lugar, ya vimos que es una
batalla condenada al fracaso pues no se está atacando este fenómeno de manera
integral ni de raíz, es decir, no se está combatiendo lo que lo genera: la
pobreza, la miseria, la ignorancia y el desempleo, y así no se gana una guerra.
En
segundo lugar porque, como ya vimos, el combate a la delincuencia organizada no
está dentro de las tareas que constitucionalmente se le tienen asignadas.
En
tercer lugar debido a que se le está exponiendo al enorme poder de corrupción del
narcotráfico, además de que muchos de sus elementos están perdiendo la vida de
manera inútil y absurda, en una guerra que no es la suya.
Por
último, si el Ejército continúa en esta lucha, irá perdiendo el prestigio que
ante el pueblo mexicano se ha ganado, y en el fragor del combate, y ante la
impotencia de no poder acabar con la delincuencia, porque no lo va a poder
hacer (no por incapacidad, sino por las razones que ya señalamos), seguramente
algunos de sus elementos seguirán cayendo en excesos, y sectores cada vez más
numerosos del pueblo empezarán a verlo, ya no como la gran institución que es,
sino con odio o desconfianza, situación que a nadie conviene, salvo a los
enemigos históricos del progreso de México: a la derecha y al imperialismo
norteamericano.
¿Qué es lo que el Ejército Mexicano puede y
debe hacer para contribuir en esta lucha?
Es
verdad, nadie en nuestro país debe mantenerse al margen de esta situación, pero
en este caso el Ejército Mexicano puede colaborar en la lucha contra la
delincuencia organizada de otra manera y nunca directamente, es decir, evitar
por todos los medios que entre en combate, tampoco debe encabezar cateos, mucho
menos entrar en domicilios particulares, efectuar detenciones, ni crear cuerpos
de elite que sirvan para reprimir al pueblo.
El
Ejército, por lo contrario, puede y debe, por ejemplo, entrenar y preparar a
los cuerpos policiacos a todos los niveles, físicamente, en la táctica y
estrategia para el combate, en el manejo de armas, y mental y sicológicamente,
fomentando en ellos valores cívicos elevados, como el amor a la patria y a
nuestro pueblo, que es lo que finalmente le da un verdadero sentido y propósito
a una lucha de este tipo.
Asimismo,
puede proporcionar información de inteligencia útil para los cuerpos policiacos,
y participar en el avituallamiento y auxilio de los mismos, además de proteger
a la población civil.
El
Ejército Mexicano puede hacer éstas y muchas cosas más, todas ellas de gran
valor y peso, determinantes para avanzar en el combate contra estas mafias,
pero sin poner en peligro su esencia, el papel importantísimo que le
corresponde legalmente cumplir, y su prestigio ante el pueblo mexicano y ante
el mundo.
Salvemos al Ejército, a la juventud y a la
Patria
Más
de ocho años han pasado ya desde que el panista Felipe Calderón Hinojosa obligó
al Ejército Mexicano a salir de sus cuarteles, decenas de soldados están en la
cárcel por cometer abusos contra su pueblo y por actos de corrupción, cientos
de ellos han muerto, y centenares de inocentes también, entre ellos mujeres y
niños.
Sin
embargo, fue el 26 de septiembre del año pasado cuando se llegó al clímax de la
barbarie con el asesinato, en Iguala, Guerrero, de tres estudiantes normalistas
y la desaparición de otros 43, presuntamente por órdenes de autoridades locales,
con la participación de policías municipales y de la delincuencia organizada,
pero con la complicidad del aparato de Estado y graves sospechas contra mandos del
Ejército Mexicano destacamentados en esa región.
Este
es el momento oportuno para recordar una vez más que estamos de acuerdo en que
se combata a la delincuencia, pero en todos los frentes, y el policiaco no es
el único importante.
¿Pero
cómo se va a terminar con la delincuencia si el propio gobierno neoliberal
genera las bases para que ésta exista y le crea el caldo de cultivo perfecto,
es decir, fomenta el desempleo y con su política económica lleva a nuestro
pueblo a la miseria?
Si
el pueblo mexicano tuviera trabajo seguro, un salario digno y una vivienda, y
garantizados sus derechos a la salud, a la educación, a la recreación, al
deporte, a la cultura y a la participación política, ¿dónde reclutaría la
delincuencia a sus elementos? ¡Se vería real y efectivamente reducida! Y si aparte
logramos tener una justicia pronta, expedita, que no solo castigue a la
pobreza, sino real y efectivamente al delito y a la corrupción, entonces la
delincuencia estaría aniquilada y las instituciones, todas, a salvo.
Pero
esto no ocurrirá en el gobierno de Peña Nieto, por lo que para salvar no solo
al Ejército Mexicano, sino a la juventud y a nuestra Patria, es necesaria la
unidad de todas las fuerzas progresistas de nuestro país en un solo frente para
expulsar del poder a los neoliberales y formar un gobierno de nuevo tipo en el
que la clase trabajadora, el pueblo mexicano, tenga realmente voz, voto y poder
de decisión.
Correo
electrónico: a_babor@hotmail.com
lunes, 5 de enero de 2015
La ley de movilidad universal o “Ley Antimarchas”.
Por
Roberto Escamilla Pérez
“Se necesita ser
muy hombre para no ser violento”
Efraín Huerta.
El
gobierno neoliberal de Peña Nieto ya logró imponer las llamadas “reformas
estructurales”, la energética, la educativa y la laboral, entre otras, que no
son otra cosa que contrarreformas destinadas a favorecer a la gran burguesía
nacional y a las empresas trasnacionales.
Estas
contrarreformas traerán como consecuencia una total dependencia de nuestro país
respecto a la economía norteamericana, el saqueo de nuestros recursos naturales
y la privatización de la tierra, el incremento de la pobreza y la miseria entre
el pueblo mexicano, una inseguridad pública cada vez mayor, y el
fortalecimiento de la delincuencia organizada y su alianza con el poder
público, con el consiguiente aumento de los delitos de todo tipo, incluyendo
ahora los de carácter político, es decir, los que cometerá el Estado mexicano
contra aquellos que no comulguen con las ideas de la secta neoliberal en el
poder.
La ley de
movilidad universal
Sin
embargo, con todo ello aumentará igualmente la inconformidad de una cada vez
mayor cantidad de mexicanos y que se verá expresada en múltiples formas, que
irán desde la que se da a través de las redes sociales o de algunos medios de
comunicación democráticos, hasta la cada vez más organizada que se manifiesta
en las calles.
Esta
es ahora la gran preocupación para Peña Nieto y sus partidos, el Revolucionario
Institucional (PRI) y el Partido (de) Acción Nacional (PAN), y sus satélites, el
Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Verde Ecologista de México (PVEM)
y el Alianza Nacional (PANAL), porque las contrarreformas ya están, pero la
pregunta es: ¿Podrán aplicarlas sin obstáculos? Para esto requieren de la
llamada ley de movilidad universal que el Poder Legislativo está por aprobar.
Esta
ley, mejor conocida como “Ley Antimarchas”, no es más que una legislación de
corte fascista que le permitirá al gobierno neoliberal tener una base “legal”
para reprimir brutalmente y ya sin recato alguno las manifestaciones callejeras
con el pretexto de que afectan los derechos de “terceros”, es decir, de
automovilistas y comerciantes, principalmente, pero en general de quienes en
ese momento no están participando en la concentración, marcha o mitin.
Para
aprobarla, los diputados federales y senadores van a modificar los artículos 11
y 73 de la Constitución de la República. Al artículo 11 le agregarán: “…el
Estado garantizará el derecho de toda persona a la movilidad universal,
atendiendo a los principios de igualdad, accesibilidad, disponibilidad y
sustentabilidad”.
De
aprobarse, esta norma se extenderá a todos los Estados y Municipios del país
gracias a la reforma que harán también al artículo 73 en la que se indicará que
el Congreso está facultado para expedir leyes que establezcan la concurrencia
del Gobierno del Distrito Federal, de los Estados y Municipios en materia de
movilidad universal.
Todos afectamos
a todos
Pero
si de afectar a “terceros” se trata, la realidad es que en la vida cotidiana,
todos perjudicamos a todos, pero es el Gobierno Federal el que más lo hace.
Veamos.
Al
plantarse en el Zócalo, o al manifestarse en las calles y plazas, los inconformes
afectan a “terceros”, argumentan Peña Nieto, el PRI y sus partidos “satélite”, los
monopolios televisivos Televisa y TV Azteca, y los “intelectuales” que les
sirven.
Sin
embargo, cuando el Gobierno Federal, el de la ciudad de México o el de
cualquier Estado o Municipio, presentan sus informes o reciben a dignatarios o
personajes de otros países, organizan el carnaval, una “Feria del Libro”, una
venta de artesanías, una presentación artística, una exposición cultural o
cualquier otro evento, ya sea en el Zócalo, en Paseo de la Reforma o en una
plaza o calle de cualquier ciudad o pueblo: ¿No afectan a “terceros”?
Cuando
la cúpula de la Iglesia católica lleva a cabo peregrinaciones o somos visitados
por el líder de El Vaticano, que recorre en una gran caravana de vehículos las
principales avenidas de una ciudad, ¿no se afecta a “terceros”?
Cuando
se realizan los paseos en bicicleta o los aficionados al fútbol festejan el
triunfo de su equipo o de la Selección Mexicana en el Ángel de la Independencia
o en cualquier otra plaza o calle de cualquier ciudad, ¿no se afecta a
“terceros”?
Cuando
alguna empresa cervecera, o un monopolio televisivo o comercial, realizan por
las principales calles de la ciudad sus “paseos o eventos promocionales” con
bailes y personajes famosos, ¿no afectan a “terceros”?
Cuando
los comerciantes formales o informales sacan sus artículos, o ponen sillas y mesas
en las banquetas y calles para sus clientes, ¿no afectan a “terceros”?
Cuando
una escuela realiza en la calle algún desfile o festival, ¿no afecta a
“terceros”? Cuándo algún padre de familia “tira la casa por la ventana”, cierra
la calle donde vive y hace alguna fiesta por cualquier motivo importante para
él, ¿no afecta a “terceros”?
Hasta
cuando los gobiernos municipales permiten que las calles se llenen de enormes
baches, afectan a miles de “terceros”, porque nos ponen en peligro de ser
atropellados, nuestros vehículos se deterioran más rápidamente o tenemos que caminar
por otras calles con la consiguiente pérdida de tiempo y mayor gasto de
combustible, en caso de contar con automóvil. Cuando realizan obras o modifican
las vialidades pasa exactamente lo mismo.
Se
benefician algunos o muchos, es cierto, quienes, por ejemplo, pueden comprar un
libro, una artesanía, una comida de otro país, o quienes son católicos,
disfrutan de andar en bicicleta, de los carnavales, o quienes les gusta el
fútbol o a personajes famosos para fotografiarlos y pedirles su autógrafo.
Sin
embargo, se afecta a “terceros” sin duda alguna: a comerciantes, a peatones, a
los automovilistas o a quienes no están interesados en esas cosas o simplemente
no pueden adquirirlas porque pertenecen a esos 80 millones de mexicanos pobres
que ni siquiera pueden trasladarse en camión a disfrutar de algún espectáculo
recreativo o cultural porque no tienen dinero para el pasaje de los más de
cuatro miembros de la familia.
¿No
constituye todo lo anterior una violación a la ley de movilidad universal que
el gobierno de Peña Nieto quiere imponer? Y como esto continuará ocurriendo,
entonces resulta lógico pensar que el propósito verdadero de esta ley es
prohibir las marchas, mítines o cualquier tipo de manifestaciones en contra del
gobierno y que éste cuente con las bases “legales” para reprimirlas.
Los “terceros” tolerantes
Pero
esos “terceros” afectados no vamos a quemar los libros o las artesanías, a
ofender a los católicos, no atropellamos a los ciclistas, no vamos a golpear a
los aficionados al fútbol, a patear las mercancías que los comerciantes colocan
afuera de sus establecimientos, o las sillas y mesas que invaden las banquetas
y calles del vecino “enfiestado”, tampoco a entorpecer los eventos y desfiles
de los monopolios televisivos o comerciales.
Los
aceptamos y toleramos simplemente porque somos personas civilizadas, porque
estamos conscientes de la difícil situación económica por la que los mexicanos
atravesamos y porque todos tenemos el derecho que nos brinda la Constitución a
expresarnos libre y pacíficamente, y a ganarnos el pan de cada día, para
nosotros y nuestras familias.
Así que
simplemente tomamos otra calle si alguna está cerrada por esos motivos o
caminamos un poco más, y si llegamos algo tarde a nuestra cita, de cualquier
carácter que ésta sea, no se acaba el mundo.
Somos
pacientes, tolerantes y nos comportamos como seres racionales porque sabemos
que quienes se manifiestan no lo hacen por gusto, sino como último recurso para
defender sus derechos constitucionales y humanos básicos, porque muchas veces es
la única manera de que las autoridades los escuchen.
O tal
vez se manifiestan porque algún hijo, padre, madre, familiar, amigo, vecino o
compañero de escuela o de trabajo está desaparecido, o se encuentra en estado
vegetativo porque algún policía o delincuente lo torturó, le disparó, o porque
fue asesinado, o porque fue degollado o desollado vivo. Por eso respetamos su
derecho a manifestarse. Porque mañana, desgraciadamente, podríamos ser
nosotros.
Los “terceros” intolerantes
Pero a
quienes verdaderamente les afectan las manifestaciones, las que se realizan en
su contra, no a su favor, claro, es a la secta neoliberal en el poder, a la
gran burguesía nacional y al imperialismo norteamericano: estos son los
“terceros” afectados, los “terceros” intolerantes.
Sin
embargo, irónicamente, el gobierno de Peña Nieto y sus antecesores, desde 1982,
iniciando con Miguel de la Madrid Hurtado, debido a sus políticas neoliberales
son los que más han afectado a “terceros”, pues más de 80 millones de mexicanos
viven hoy en la pobreza o en la miseria.
A esos
millones de mexicanos, los gobiernos neoliberales los han afectado negándoles,
desde hace más de 30 años, sus derechos constitucionales a organizarse y a
manifestarse pacíficamente, a la huelga, a la alimentación, a una vivienda
digna, a una educación de calidad y apegada al espíritu del artículo 3º
constitucional, a un empleo, a un salario o ingreso digno y suficiente, a la
recreación, a la cultura, al deporte, a la tranquilidad, a la seguridad pública
y hasta a recibir ayuda suficiente en caso de desastres naturales.
Es
decir, los gobiernos neoliberales han violado los derechos constitucionales de
más de 80 millones de mexicanos durante 30 largos años, y además han sido
intolerantes y represores, y han pisoteado el espíritu mismo de la Constitución
con las contrarreformas que han impuesto, y que tienen a todos los mexicanos y
al país en una situación deplorable.
Los muertos han sido solo de
nuestro lado
Así, en
estos últimos 30 años los únicos tolerantes y dispuestos al diálogo, y a una
lucha civilizada y pacífica, los únicos en recibir los “garrotazos”, hemos sido
los mexicanos pobres, la clase trabajadora, los sindicatos democráticos, los
campesinos, los estudiantes, y los intelectuales y empresarios progresistas,
¡no el Gobierno Federal! Los muertos han sido solo de nuestro lado y por eso
decimos: ¡No a la fascista ley de movilidad universal!
Correo
electrónico: a_babor@hotmail.com
Suscribirse a:
Entradas (Atom)