Por
Roberto ESCAMILLA PÉREZ
Ignorada,
incomprendida, calumniada y traicionada, esto es lo que hoy ocurre con la
Revolución Mexicana iniciada en 1910, de la cual celebramos ya sus 105 años,
muchos para un ser humano, pero pocos para un proceso social que, sin duda, nos
habrá de llevar a estadios superiores de existencia y de bienestar para el
pueblo y la nación, porque a la afirmación de sus detractores en el sentido de
que ha muerto, podríamos responder con el conocido y antiguo refrán: “Los
muertos que vos matáis gozan de cabal salud”.
La Revolución
Mexicana
La
Revolución Mexicana no ha muerto ni morirá porque es más que una empresa del
Estado, que una escuela o un hospital público, que una dependencia de gobierno,
que un Presidente, e inclusive más que una ley o que la propia Constitución de
la República.
La
esencia de ella son sus principios y el camino que trazó, que nuestro país
deberá recorrer completo tarde o temprano, porque así como una persona no puede
transitar de niño a la etapa adulta sin pasar por la juventud, México no puede,
por las leyes que rigen el desarrollo de toda sociedad, alcanzar etapas superiores
de desarrollo sin lograr todos los objetivos que se propuso dicho movimiento
revolucionario. La Revolución Mexicana es, pues, una necesidad histórica. Es,
por tanto, inevitable.
El
maestro Vicente Lombardo Toledano, gran filósofo, y genial dirigente obrero y
político, definió a la Revolución Mexicana como una revolución antifeudal,
democrático-burguesa, popular y antimperialista.
La
nuestra, señaló, fue una auténtica revolución porque hizo transitar a nuestro
país del régimen feudal al capitalista, y aunque fue encabezada por la
burguesía naciente, en ese momento revolucionaria, participaron en ella la
clase obrera, los campesinos, peones e indígenas, lo que le dio el carácter de
popular.
Además,
afirmó, fue una revolución antimperialista como respuesta, primero, a la larga
historia de agresiones por parte de potencias extranjeras que México tuvo que
sufrir y, en segundo lugar, por el saqueo de nuestros recursos naturales y la
explotación de que fuimos objeto por parte de las empresas trasnacionales
durante decenas de años, y a la que había que ponerle un alto para alcanzar un
desarrollo económico independiente y el bienestar del pueblo mexicano.
La
Revolución Mexicana, precisó Lombardo, se propuso tres objetivos: el logro de
la independencia económica y política nacional, la ampliación del régimen
democrático y el mejoramiento constante del nivel de vida del pueblo. Estos
constituyen a su vez sus tres principios fundamentales, junto con el postulado
“Nacionalizar es descolonizar”, hecho por Vicente Lombardo Toledano al resumir
el camino trazado para México por este movimiento revolucionario.
Nosotros
Por
todo lo anterior, los beneficios que a nosotros,
al pueblo de México, nos trajo la Revolución Mexicana fueron enormes. De ser un
pueblo con un promedio de vida de menos de 40 años, pasamos a uno de 75. Alrededor
de las cientos de empresas del Estado que se crearon, surgió una fuerte
industria nacional en manos de la burguesía mexicana.
Gracias
a las mismas empresas del Estado, y a las nacionalizaciones de la industria
petrolera y eléctrica, entre muchas otras, el país avanzó a pasos agigantados
por el camino de la independencia económica y política, además de crearse
empleos dignos, con buenos salarios, con el consiguiente mejoramiento de
nuestro nivel de vida.
La
destrucción de los latifundios, el reparto de tierras, la creación del Ejido,
los sistemas de riego y los apoyos al campo, incrementaron la producción de
alimentos y elevaron el nivel de vida de los campesinos.
Con
la educación pública, laica y gratuita, garantizada por el artículo 3º constitucional,
y la creación de miles de escuelas primarias, secundarias, de nivel medio
superior y superior, millones de mexicanos lograron tener acceso a la educación
y a la cultura.
La
Seguridad Social, junto con instituciones como el Instituto Mexicano del Seguro
Social (IMSS) y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los
trabajadores del Estado (ISSSTE), permitieron la atención integral de la salud
de millones de mexicanos, quienes además alcanzaron el derecho a una pensión, a
incapacidades por enfermedad o accidentes de trabajo, a guarderías, y apoyos de
diversos tipos como para matrimonio y defunciones, etcétera.
El
artículo 123 constitucional y la Ley Federal del Trabajo permitieron a la clase
trabajadora del país elevar su nivel de vida y hacer realidad sus legítimos
derechos a la huelga, a organizarse en sindicatos, a tener contratos colectivos
de trabajo, a la jornada laboral de ocho horas, a un día de descanso
obligatorio, a vacaciones, reparto de utilidades, aguinaldo, atención médica,
etcétera.
Asimismo,
la mujer obtuvo el derecho al voto y se dio paso a la etapa de los partidos
políticos, surgiendo las diputaciones plurinominales o de representación
proporcional que permitieron que partidos de izquierda, como el Popular
Socialista (PPS) y el Comunista Mexicano (PCM), obtuvieran su registro, y voz y
voto en el Poder Legislativo, constituyendo esto un gran avance en cuanto a la
ampliación del régimen democrático.
En
fin que, con la Revolución Mexicano avanzando, el país se encaminó por la ruta
del desarrollo económico, político y social, fortaleciendo su industria, y su
independencia económica y política, el pueblo elevó considerablemente su nivel
de vida y se amplió el régimen democrático.
Ellos
Pero
entonces, en 1982, vinieron ellos,
los neoliberales priistas, y se hicieron del poder, y junto con la derecha
tradicional, el Partido Acción Nacional (PAN), desde dentro de las
instituciones iniciaron, como un virus, la destrucción sistemática de las
mismas y de todo lo alcanzado por nuestra Revolución, apoyados por el
imperialismo norteamericano y sus empresas trasnacionales, por la gran
burguesía nacional, el clero político y por los monopolios de la información.
Desde
esa época, ellos, que ya nada tenían
que ver con quienes encabezaron la Revolución Mexicana, obedeciendo los
dictados del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI),
organismos financieros del imperialismo norteamericano, iniciaron con la
privatización, venta y desmantelamiento de las empresas estatales, y firmaron
con los Estados Unidos y Canadá un Tratado de Libre Comercio (TLC), que lo
único que ha provocado es la destrucción de la industria nacional, una mayor
dependencia respecto a la economía norteamericana, desempleo, hambre y miseria
para el pueblo mexicano.
Ellos destruyeron los
ejidos y reformaron a su favor los artículos fundamentales de la Constitución,
como el 3º, 27, 123 y 130, y leyes enteras como la Federal del Trabajo y la del
IMSS, echando abajo derechos importantes de la clase trabajadora logrados a
base de la sangre de millones de mexicanos, y privatizando inclusive las
pensiones de los trabajadores con las Administradoras de Fondos para el Retiro
(Afores).
En
la actualidad, ellos están dando los
últimos toques a su obra maestra con la entrega del petróleo a los monopolios
trasnacionales y la privatización de la industria eléctrica, el
desmantelamiento de la educación pública, laica y gratuita, y la privatización
de la Seguridad Social, destruyendo y saboteando, desde dentro, al IMSS y al
ISSSTE, con el objetivo de lograr el respaldo del pueblo mexicano para su
privatización, táctica que les ha sido de mucha utilidad cuando de entregar
nuestras empresas y recursos naturales a los extranjeros y a los grandes ricos
mexicanos se trata.
Asimismo,
actualmente ellos dominan en el
Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Nación, gracias a que han
construido un régimen bipartidista (PRI-PAN) disfrazado de tripartidismo, arrebatando
toda posibilidad de participación a los auténticos partidos de la clase obrera,
valiéndose para esto de su poder económico, político y propagandístico.
¿Cuáles
han sido los resultados de esta política a la que nosotros llamamos neoliberal?
Dependencia económica, sumisión del gobierno mexicano a los dictados de los
Estados Unidos, destrucción de la economía nacional, desempleo, pobreza,
miseria y enfermedades, un régimen bipartidista antidemocrático al estilo
norteamericano, y una violencia e inseguridad pública nunca antes vistas y que
jamás habíamos imaginado ni en nuestras peores pesadillas. Y ellos son los responsables.
Ser
revolucionario
Entonces,
como ya lo explicamos, la Revolución Mexicana, sus principios y el camino
trazado por ella, están más vivos y tienen más vigencia que nunca, por eso hoy
no se puede ser de izquierda e ignorar a la Revolución Mexicana, no se puede
proponer una nueva Constitución sin basarla en sus principios, si es que se
quiere avanzar y no retroceder, o sumergir a nuestro pueblo en la confusión y
en el caos.
Tampoco
se puede ser de izquierda, demócrata o progresista, si no se lucha contra el
neoliberalismo de manera congruente, clara y desde la trinchera en la que cada
uno se encuentre: en un partido, en un sindicato, en una organización social,
estudiantil, profesional, de mujeres, juvenil o popular.
El
destino de México depende y está indisolublemente ligado a la Revolución
Mexicana, pero para retomar su camino necesitamos igualmente abrevar en el
ejemplo de quienes lucharon en la misma, construyendo un gran Frente Nacional
Democrático y Patriótico que una en la acción a todos los mexicanos y
organizaciones de izquierda, democráticas, progresistas y antimperialistas,
para sacar del poder a ellos, a los
neoliberales, y a la derecha, con un programa para nosotros, adecuado a las condiciones actuales, y que proponga soluciones
viables a los grandes problemas del pueblo y de la Nación.
Correo
electrónico: a_babor@hotmail.com
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