Por
Roberto Escamilla Pérez.
En
mayo de 2007, hace aproximadamente ocho años, publicamos el artículo “Salvemos al
Ejército Mexicano”, en el que se condenaba enérgicamente al gobierno panista de
Felipe Calderón por obligar al Ejército a salir de sus cuarteles para combatir
directamente a la delincuencia organizada y al narcotráfico, calificando esta
medida como anticonstitucional, inútil, y lesiva para una de las pocas
instituciones que mantenía un gran prestigio y respeto entre el pueblo mexicano,
contra el que finalmente quería enfrentársele.
Desgraciadamente
para nuestro pueblo el tiempo nos ha dado la razón, y por la importancia actual
del tema y debido a los trágicos acontecimientos del 26 de septiembre del año
pasado en los que tres jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro
Burgos”, de Ayotzinapa, Guerrero, fueron brutalmente asesinados y 43 más
desaparecidos, nos vemos obligados a retomar el asunto y llamar una vez más a
la unidad de todas las fuerzas progresistas para derrotar a la secta neoliberal
en el poder y logar que el Ejército regrese de inmediato a sus cuarteles, porque
este gobierno no lo hará.
Orígenes,
características y deberes del Ejército Mexicano
Si
bien los orígenes del Ejército Mexicano se remontan a la época de la lucha por
nuestra independencia respecto a España, fueron los diferentes ejércitos
revolucionarios comandados por Villa, Zapata, Carranza y por otros caudillos
que participaron en la Revolución Mexicana iniciada en 1910, los que le heredaron
los rasgos y características esenciales que desgraciadamente está perdiendo,
como el ser respetuoso de la Constitución, de origen popular y ampliamente
identificado con los ideales de independencia, soberanía, democracia y progreso
que históricamente ha perseguido nuestro pueblo.
Igualmente,
nuestro Ejército se ha distinguido de los del resto del mundo por mantenerse
respetuoso de las instituciones y no haber sido protagonista de golpes de
Estado, que han provocado masacres, luto, dolor, retroceso y toda clase de injusticias
en otros países, además de estar formado por gente del pueblo y cuyos
integrantes ascienden de grado no debido a la “pureza de su sangre” o por
pertenecer a las clases privilegiadas, sino por sus méritos en el servicio a la
patria.
Asimismo,
de sus filas han surgido muchos hombres valiosos, progresistas y
revolucionarios, como el general Lázaro Cárdenas del Río, el mejor Presidente
que ha tenido nuestra patria después de la etapa armada de la Revolución
Mexicana iniciada en 1910.
De
acuerdo con nuestra Constitución, y con la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza
Aérea Mexicanos, sus deberes y obligaciones son defender la integridad, la
independencia y la soberanía de la nación; garantizar la seguridad interior;
auxiliar a la población civil en casos de necesidades públicas; realizar
acciones cívicas y obras sociales que tiendan al progreso del país, y en caso
de desastre, prestar ayuda para el mantenimiento del orden, auxilio de las
personas y sus bienes, y la reconstrucción de las zonas afectadas.
El combate a la delincuencia organizada no
es obligación del Ejército Mexicano.
Así,
queda más que claro que el combate contra el narcotráfico y la delincuencia
organizada no es una obligación del Ejército Mexicano, se aparta por completo
del marco de la ley y no corresponde a las elevadas tareas que históricamente
se le tienen encomendadas.
Se
alega que el narcotráfico y la delincuencia organizada ponen en peligro la
seguridad interior y hasta la soberanía del país, pero esto es falso y
constituye solo el pretexto para involucrar al Ejército en esta lucha,
corromperlo, desprestigiarlo y, finalmente, enfrentarlo a un pueblo movilizado
y harto de la pobreza, la injusticia y de la entrega de nuestro país a las
empresas trasnacionales.
En
todo caso, esta situación de inseguridad y violencia es responsabilidad de los
gobiernos neoliberales que han estado al frente de nuestro país por más de 30 años
y correspondería al actual resolverla, junto con las corporaciones policiacas a
todos los niveles, y no al Ejército Mexicano.
Lo
que inició Calderón Hinojosa y continúa haciendo Peña Nieto, sobrepasa los
límites y está poniendo en serio peligro el prestigio, la esencia y el carácter
progresista, democrático y popular del Ejército y, en general, de las Fuerzas
Armadas Mexicanas, así como la integridad física e inclusive la vida de cada
uno de sus integrantes.
¿Por qué el Ejército Mexicano no debe seguir
siendo utilizado para combatir a la delincuencia organizada?
No
debemos permitir que el Ejército continúe en esta lucha contra el narcotráfico
y la delincuencia organizada porque, en primer lugar, ya vimos que es una
batalla condenada al fracaso pues no se está atacando este fenómeno de manera
integral ni de raíz, es decir, no se está combatiendo lo que lo genera: la
pobreza, la miseria, la ignorancia y el desempleo, y así no se gana una guerra.
En
segundo lugar porque, como ya vimos, el combate a la delincuencia organizada no
está dentro de las tareas que constitucionalmente se le tienen asignadas.
En
tercer lugar debido a que se le está exponiendo al enorme poder de corrupción del
narcotráfico, además de que muchos de sus elementos están perdiendo la vida de
manera inútil y absurda, en una guerra que no es la suya.
Por
último, si el Ejército continúa en esta lucha, irá perdiendo el prestigio que
ante el pueblo mexicano se ha ganado, y en el fragor del combate, y ante la
impotencia de no poder acabar con la delincuencia, porque no lo va a poder
hacer (no por incapacidad, sino por las razones que ya señalamos), seguramente
algunos de sus elementos seguirán cayendo en excesos, y sectores cada vez más
numerosos del pueblo empezarán a verlo, ya no como la gran institución que es,
sino con odio o desconfianza, situación que a nadie conviene, salvo a los
enemigos históricos del progreso de México: a la derecha y al imperialismo
norteamericano.
¿Qué es lo que el Ejército Mexicano puede y
debe hacer para contribuir en esta lucha?
Es
verdad, nadie en nuestro país debe mantenerse al margen de esta situación, pero
en este caso el Ejército Mexicano puede colaborar en la lucha contra la
delincuencia organizada de otra manera y nunca directamente, es decir, evitar
por todos los medios que entre en combate, tampoco debe encabezar cateos, mucho
menos entrar en domicilios particulares, efectuar detenciones, ni crear cuerpos
de elite que sirvan para reprimir al pueblo.
El
Ejército, por lo contrario, puede y debe, por ejemplo, entrenar y preparar a
los cuerpos policiacos a todos los niveles, físicamente, en la táctica y
estrategia para el combate, en el manejo de armas, y mental y sicológicamente,
fomentando en ellos valores cívicos elevados, como el amor a la patria y a
nuestro pueblo, que es lo que finalmente le da un verdadero sentido y propósito
a una lucha de este tipo.
Asimismo,
puede proporcionar información de inteligencia útil para los cuerpos policiacos,
y participar en el avituallamiento y auxilio de los mismos, además de proteger
a la población civil.
El
Ejército Mexicano puede hacer éstas y muchas cosas más, todas ellas de gran
valor y peso, determinantes para avanzar en el combate contra estas mafias,
pero sin poner en peligro su esencia, el papel importantísimo que le
corresponde legalmente cumplir, y su prestigio ante el pueblo mexicano y ante
el mundo.
Salvemos al Ejército, a la juventud y a la
Patria
Más
de ocho años han pasado ya desde que el panista Felipe Calderón Hinojosa obligó
al Ejército Mexicano a salir de sus cuarteles, decenas de soldados están en la
cárcel por cometer abusos contra su pueblo y por actos de corrupción, cientos
de ellos han muerto, y centenares de inocentes también, entre ellos mujeres y
niños.
Sin
embargo, fue el 26 de septiembre del año pasado cuando se llegó al clímax de la
barbarie con el asesinato, en Iguala, Guerrero, de tres estudiantes normalistas
y la desaparición de otros 43, presuntamente por órdenes de autoridades locales,
con la participación de policías municipales y de la delincuencia organizada,
pero con la complicidad del aparato de Estado y graves sospechas contra mandos del
Ejército Mexicano destacamentados en esa región.
Este
es el momento oportuno para recordar una vez más que estamos de acuerdo en que
se combata a la delincuencia, pero en todos los frentes, y el policiaco no es
el único importante.
¿Pero
cómo se va a terminar con la delincuencia si el propio gobierno neoliberal
genera las bases para que ésta exista y le crea el caldo de cultivo perfecto,
es decir, fomenta el desempleo y con su política económica lleva a nuestro
pueblo a la miseria?
Si
el pueblo mexicano tuviera trabajo seguro, un salario digno y una vivienda, y
garantizados sus derechos a la salud, a la educación, a la recreación, al
deporte, a la cultura y a la participación política, ¿dónde reclutaría la
delincuencia a sus elementos? ¡Se vería real y efectivamente reducida! Y si aparte
logramos tener una justicia pronta, expedita, que no solo castigue a la
pobreza, sino real y efectivamente al delito y a la corrupción, entonces la
delincuencia estaría aniquilada y las instituciones, todas, a salvo.
Pero
esto no ocurrirá en el gobierno de Peña Nieto, por lo que para salvar no solo
al Ejército Mexicano, sino a la juventud y a nuestra Patria, es necesaria la
unidad de todas las fuerzas progresistas de nuestro país en un solo frente para
expulsar del poder a los neoliberales y formar un gobierno de nuevo tipo en el
que la clase trabajadora, el pueblo mexicano, tenga realmente voz, voto y poder
de decisión.
Correo
electrónico: a_babor@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario