Por
Roberto Escamilla Pérez
No,
el título de este artículo no hace referencia a la dictadura porfirista, sino
al primer año de gobierno de Peña Nieto, porque éste es solamente un año más de
la dictadura neoliberal que inició con Miguel de la Madrid, cuyo balance no es
distinto al que se pudo haber hecho de cada uno de los últimos 30 años, y que
puede resumirse en una sola palabra: desastre.
Así,
en todos estos años hemos tenido un mismo gobierno con diversos rostros, con
matices, claro, unos más torpes e ignorantes que otros, otros más cínicos, más
déspotas o más represores, o más radicalizados hacia la derecha, con rasgos
fascistoides, pero el gobierno de Peña Nieto reúne todas y cada una de estas características.
En
el siglo pasado, durante la etapa en la que el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) era dominante, el maestro Vicente Lombardo Toledano, líder
genial de la clase obrera mexicana e internacional, relató que en una ocasión,
al entrar a la oficina de algún funcionario de no muy alto nivel, observó la
fotografía del Presidente de la República en turno y preguntó por qué daba la
impresión de que el cuerpo no correspondía a la cabeza, es decir, había cierta
desproporción entre ambas partes.
La
respuesta del funcionario fue simple: le dijo que para no tener que cambiar el
cuadro completo, sólo le recortaban la cabeza a la fotografía y le colocaban la
del Presidente de la República en turno.
Lo
anterior ejemplifica claramente la situación que vivimos los mexicanos desde
hace 30 años: hemos tenido exactamente el mismo tipo de gobierno; sólo la
persona que lo encabeza ha cambiado.
Nuevos nombres,
viejas estrategias
Para
engañar e intentar convencer a los mexicanos de las “bondades” del neoliberalismo,
de las privatizaciones y de las contrarreformas constitucionales, De la Madrid,
Salinas, Zedillo y Fox, argumentaron primero la necesidad de acabar con el
“Estado obeso”; después que el Estado es “mal administrador”; se firmó el
Tratado de Libre Comercio (TLC), que, dijeron, convertiría a México en un país
desarrollado y del “primer mundo”; Salinas inventó la “filosofía” del
“liberalismo social” al ser desenmascarado como neoliberal; se dijo que para
repartir la riqueza primero habría que generarla y, finalmente, que había que
“vender bienes para remediar males”.
A
partir del gobierno panista de Felipe Calderón, el “cuento chino” pasó a ser la
“necesidad” de aprobar las llamadas “reformas estructurales”, supuestamente para
generar empleo, acabar con la pobreza, incrementar las inversiones extranjeras
y lograr el crecimiento de la economía nacional.
Sin
embargo, el llamado “Presidente del empleo” no logró hacer pasar ninguna
reforma porque la correlación de fuerzas no le favorecía. Además, sus potenciales
aliados, los neoliberales del PRI, se encontraban atados de manos por dos
circunstancias especiales: tenían que actuar como “oposición” para no perder
más votantes y, en segundo lugar, sus estatutos les impedían aprobar reformas
constitucionales que permitieran la inversión privada, nacional y extranjera,
en Petróleos Mexicanos (PEMEX) y en la industria eléctrica, y, por tanto, se
vieron imposibilitados de aliarse con el PAN para aprobar la “madre de las reformas
estructurales”: la Energética.
Peña Nieto: el
ala derecha de la derecha
Al
llegar Peña Nieto al poder, su signo distintivo ha sido el énfasis que ha puesto
precisamente en las “reformas estructurales”, a grado tal que ya se han
aprobado tres de ellas: la Hacendaria, la Laboral y la Educativa, pese a la
oposición de la gran mayoría del pueblo mexicano, lo que ha provocado
manifestaciones populares que no se veían desde aquellas en las que la clase
obrera, encabezada por Vicente Lombardo Toledano, brindó su respaldo al
Presidente Lázaro Cárdenas para la Expropiación Petrolera.
Otra
característica de este gobierno ha sido su estrecha alianza con la derecha
tradicional representada por el PAN, a grado tal que podríamos decir, sin temor
a equivocarnos, que Peña Nieto pasó a ser el ala derecha de la derecha, tanto
que el PAN tendría la razón de presumir, como lo hizo durante el gobierno de
Salinas de Gortari, de que Peña Nieto está gobernando con su programa.
Finalmente,
el poner oídos sordos a las demandas del pueblo, su cerrazón al diálogo, la
represión que ha ejercido, principalmente en contra la Coordinadora Nacional de
los Trabajadores de la Educación (CNTE), y el lenguaje agresivo del propio Peña
Nieto y de su Gabinete de Gobierno, como Emilio Chuayffet (Secretario de
Educación Pública) y Miguel Ángel Osorio Chong (Secretario de Gobernación), así
como por parte del jefe de la bancada de su partido en el Senado de la
República, Emilio Gamboa Patrón, y el de la Cámara de Diputados, Manlio Fabio
Beltrones, tiñen al primer año de este gobierno con auténticos tintes fascistas,
que no presagian sino mayor intolerancia y represión para lo que resta del
sexenio, a tal grado de que si al gobierno de Calderón lo consideramos en su
momento como el “gobierno del miedo”, el actual fácilmente se ganará el calificativo
del “gobierno del terror”.
¿Hemos avanzado
en 30 años de dictadura neoliberal?
Los
mexicanos debemos preguntarnos cuál de los graves problemas nacionales han
resuelto los neoliberales en los 30 años que llevan en el poder. ¿Han resuelto
la pobreza, la desnutrición y los problemas de salud relacionados con ésta, el
déficit de vivienda, el desempleo, los bajos ingresos, el deterioro del poder
adquisitivo de los salarios, la oferta educativa y su calidad, o fenómenos como
la corrupción, la violencia, la inseguridad pública y la impunidad?
¿Acaso
hemos avanzado en el fortalecimiento de nuestra independencia económica y
política, en el crecimiento de la pequeña y mediana industria nacional, en la
elevación del nivel de vida del pueblo, en la impartición de justicia o podemos
considerarnos hoy un país más democrático cuando cerca de 80 millones de
mexicanos viven en la pobreza y la clase obrera no cuenta con auténticos
representantes en el Poder Legislativo de la Nación, ni en ninguna otra
instancia de gobierno?
Siempre
han puesto como pretexto que los cambios no pueden realizarse en un año, ni
siquiera en un sexenio: ¡Pero ya llevan 30 años de gobierno, y lejos de
resolver los problemas del pueblo y de la Nación, los han agravado y nos
conducen directamente al abismo!
A la dictadura
sólo le restan cinco años
Desgraciadamente,
a esta dictadura neoliberal le restan todavía cinco años, lo que la hará más
larga que la del propio Porfirio Díaz, periodo en el que las fuerzas
democráticas y progresistas deberán fortalecer su unidad y su trabajo entre el
pueblo mexicano, para incrementar su conciencia, organización y lucha en todos
los frentes, siempre por la vía pacífica.
Lo
anterior permitirá, uno, impedir la aprobación de más “reformas estructurales”
neoliberales, especialmente la Energética, evitar que se continúe empobreciendo
a los mexicanos y, por último, derrotar en las próximas elecciones a la
oligarquía en el poder y formar un gobierno de nuevo tipo en el que los
neoliberales no tengan cabida, un gobierno que retome con nuevos bríos, metas y
estrategias, los objetivos que se propuso la Revolución Mexicana iniciada en
1910: la independencia económica y política de la nación, la elevación
constante del nivel de vida del pueblo y la ampliación del régimen democrático.
Correo
electrónico: a_babor@hotmail.com
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