viernes, 8 de febrero de 2008

El TLCAN: la mentira más grande del mundo.

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

“Estados Unidos no tiene amigos; sólo tiene intereses”. John Foster Dulles.

Las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se iniciaron en febrero de 1991 por parte de los entonces presidentes de México, Carlos Salinas de Gortari; de Estados Unidos, George Bush (padre); y de Canadá, Brian Mulroney, realizándose prácticamente en secreto y, por tanto, violando el artículo 6º de nuestra Constitución.
Este tratado se firmó el 17 de diciembre de 1992, fue aprobado por el PRI y el PAN en el Senado de la República y entró en operación el primero de enero de 1994, curiosamente coincidiendo con la muerte de Luis Donaldo Colosio y con el surgimiento del llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)
El TLCAN es un acuerdo en el que México, Canadá y Estados Unidos se comprometen a liberar sus economías, al libre tránsito de mercancías, pero que también implica obligaciones tales como la implementación de políticas económicas neoliberales, privatizar empresas, instituciones o recursos en manos del Estado, como el petróleo y la electricidad, así como flexibilizar leyes, como las laborales, para elevar la llamada “competitividad” y abrir por completo nuestro país a las inversiones extranjeras, entre otras muchas medidas.

¿Quién y por qué propuso el TLCAN?

Por supuesto que la iniciativa del TLCAN no fue ni de México ni de Canadá, sino, obviamente de los norteamericanos.
Como parte de la crisis permanente del sistema capitalista, los Estados Unidos, así como hoy, en los años 90’s del siglo pasado enfrentaban una grave recesión en su economía de guerra (su PIB creció en 1991 sólo en 0.2%), un enorme déficit en su balanza comercial (de octubre de 1991 a febrero de 1992 fue de 196 mil millones de dólares) y un rezago de 40 años respecto a las economías de Japón y de otros países capitalistas desarrollados del mundo.
Así, los Estados Unidos, para tratar de aliviar esta agudización en su crisis económica y luchar con éxito por el reparto del mundo contra los bloques encabezados por Japón, en Asia, y por Alemania, en Europa, es que propone el TLCAN, pretendiendo extenderlo a todos los países de América Latina y utilizar a México con este propósito, como lo demuestra la iniciativa del gobierno mexicano del Plan Puebla-Panamá.

El origen viciado del TLCAN.

El TLCAN se negoció en secreto, violando la Constitución General de la República; en un momento en el que los Estados Unidos pasaban por un periodo de profundización de su crisis económica estructural y permanente; considera iguales dos economías distintas en su desarrollo, una de por sí enormemente dependiente de la otra, como lo son la de México y la de Estados Unidos, lo que nos puso en enorme desventaja.
Además, este tratado parte del concepto falso y tendenciosos de que hoy, en la época de los monopolios, puede existir la “libre competencia”, aparte de que se elaboró pensando sólo en beneficiar a un país: a los Estados Unidos.
Estos y otros vicios de origen explican las mentiras en torno al TLCAN, las falsas expectativas que se crearon con él y sus efectos enormemente negativos que ha tenido en nuestro país, como el aumento de nuestra dependencia respecto a la economía norteamericana, el incremento de la pobreza y del desempleo, la quiebra de cientos de empresas pequeñas y medianas auténticamente mexicanas, y la privatización de centenares de empresas e instituciones en manos del Estado, como la que hoy se hace, de manera mañosa, agazapada e ilegal, de la industria petrolera y eléctrica, de la educación pública, del IMSS y del ISSSTE.

Salinas en el País de las Maravillas.

Carlos Salinas de Gortari, el Partido (de) Acción Nacional (PAN), los grupos de derecha al interior del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del gobierno de aquella época, y todos aquellos que aprobaron y apoyaron la firma del TLCAN, hicieron creer al pueblo mexicano que este tratado nos convertiría en un país del “primer mundo”, que nos conduciría a la “modernización”, que aumentaría nuestra “competitividad”, que tendríamos un gran crecimiento económico, que aumentaría el empleo y se reduciría la pobreza, que nos haríamos de “tecnología de punta”, entre otras maravillas, que hoy, a 15 años de distancia, han resultado ser sólo vulgares y cínicas mentiras.

Las cifras del gobierno panista contra la realidad.

Hoy, los neoliberales tratan de ocultar, con datos, estadísticas y cifras sueltas y amañadas, las consecuencias enormemente negativas que el TLCAN, como parte importante de la estrategia neoliberal, ha traído para nuestro país, y continúan mintiendo de la manera más cínica; sin embargo, las cifras pueden engañar, pero la realidad no miente y es clara para el pueblo mexicano.
De acuerdo a los números de los neoliberales, dados por el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), “el avance global en el comercio total de México con Estados Unidos y Canadá se incrementó 281%, superando los 350 mil millones de dólares”.
Pero lo que no dicen es que este comercio se lleva a cabo principalmente entre los mismos monopolios trasnacionales norteamericanos asentados en los tres países, pues las pequeñas, medianas y aún grandes empresas auténticamente mexicanas, como las del ramo textil, de los juguetes, o del calzado, entre muchas otras, han quebrado por cientos o están condenadas a desaparecer al no poder competir con dichos monopolios.
Señalan también que después de la firma del TLCAN “la inversión extranjera en México ha registrado un alza importante”, sin embargo, no aclaran que una gran parte de ella se va al campo de la especulación, es decir, a la bolsa de valores, que otro tanto se está invirtiendo de manera ilegal en la industria eléctrica (en plantas de generación, por ejemplo) y en la petrolera (en la perforación de pozos, como la Halliburton).
Además no dicen que el resto de dicha inversión extranjera nos está convirtiendo en un país maquilador, explotando la mano de obra barata de los mexicanos, dejándonos sólo salarios miserables, enfermedades, contaminación, sustrayendo las materias primas y riquezas naturales de la nación, y llevándose las ganancias para el extranjero, es decir, provocando fuga de capitales.
Asimismo, presumen que “el empleo formal ha reportado una ganancia de 5 millones 817 mil puestos de trabajo desde el cierre de 1993 hasta finales del año pasado”, es decir, según ellos ha generado 415 mil 500 empleos al año.
En primer lugar, estos empleos no se le pueden atribuir al TLCAN, pues esta cantidad, y más, se habían generado aún antes de su firma y entrada en operación, durante los gobiernos llamados despectivamente “populistas” por los neoliberales.
Además, estos empleos son absolutamente insuficientes en relación al gran número de jóvenes que se incorporan todos los años a la población económicamente activa.
Y, finalmente: ¿Son empleos de calidad? ¿Son los que necesitan los solicitantes?, o son como los de las maquiladoras, con salarios miserables, riesgosos y sin las prestaciones de ley.
¿Acaso creen que los miles de mexicanos que huyen todos los años a los Estados Unidos o se integran a la economía informal como ambulantes lo hacen como una terapia ocupacional, en busca de aventuras o por estar hartos de la rutina y de las comodidades en que viven?
En realidad, en los últimos 25 años han estado desapareciendo buenos empleos y se han estado generando empleos de quinta categoría. Esto no lo aclaran las estadísticas del gobierno panista neoliberal y de sus apéndices.
Ya para terminar, agregan que “nuestras” exportaciones totales “han mostrado un crecimiento de 388% entre 1993 y 2006, en tanto que las importaciones han avanzado 196%”.
Pero, nuevamente: ¿Quién exporta en nuestro país? La industria automotriz es una de las principales. ¡Pero es extranjera, no mexicana! En ese porcentaje es ínfimo el que corresponde a auténticas empresas nacionales, esa es la verdad. Ah, pero eso sí, cada año importamos más alimentos de los Estados Unidos, como granos y lácteos, aumentando peligrosamente nuestra dependencia alimentaria.

La tierra debe ser para quien la trabaja, no para quien pueda comprarla.

Desde el gobierno de Miguel de la Madrid, hace ya 25 años, los neoliberales han tenido un solo propósito en relación al campo mexicano: destruir el ejido.
Por ello las contrarreformas realizadas al artículo 27 constitucional por el gobierno de Salinas de Gortari, por ello la Nueva Ley Agraria, por ello también el tramposo y cínico Programa de Certificación de Derechos Ejidales (PROCEDE), y el abandono, por parte de los gobiernos neoliberales, del campo, de los ejidatarios, de los verdaderos campesinos mexicanos.
El gobierno federal, los grandes empresarios nacionales y extranjeros, y los políticos corruptos metidos a rancheros y ganaderos, quieren que los ejidatarios vendan todas sus tierras, han hecho todo para lograrlo y lo están consiguiendo.
El latifundio está resurgiendo en el campo mexicano, y está convirtiendo a los antes ejidatarios en peones en sus propias tierras, por lo que se hace necesario demandar nuevamente, como lo hiciera Emiliano Zapata en su tiempo, que la tierra debe ser para quien la trabaja, no para quien pueda comprarla.
El TLCAN viene a reforzar este proceso privatizador de la tierra, a aumentar la miseria de los ejidatarios y auténticos campesinos, a encarecer los alimentos básicos y a aumentar nuestra ya de por sí enorme dependencia alimentaria. El resto ya lo han dicho certeramente algunos de los dirigentes campesinos que aún tienen dignidad.

El país de las maravillas fue sólo una fantasía.

El país que nos prometió Salinas y sus seguidores, y el PAN, se quedó en una fantasía. Si antes del TLCAN el 70% de nuestro comercio se realizaba con los Estados Unidos, hoy seguramente es más; somos más dependientes de la economía norteamericana que nunca antes; la industria auténticamente nacional está desapareciendo aceleradamente; nuestro crecimiento económico alcanzó apenas un 2.45 en promedio anual desde el gobierno de De la Madrid hasta el de Fox, cuando antes de esto su crecimiento era en promedio del 6.13%, desde el gobierno de Lázaro Cárdenas hasta el de López Portillo.
Además, los empleos de calidad prometidos no han llegado; habemos por lo menos 70 millones de mexicanos en la pobreza; el salario ha perdido más del 70% de su poder adquisitivo en los últimos 25 años, durante los gobiernos neoliberales; la ciencia y la tecnología mexicana no las vemos por ninguna parte; la pesca y el campo se encuentran en crisis; y, como reflejo de todo ello, vivimos en un clima de violencia e inseguridad sin precedentes, con algunas regiones de nuestro país militarizadas.
Finalmente, y para empeorar la situación, con el TLCAN nos atamos a un país, los Estados Unidos, con una economía de guerra que se encuentra hoy en un periodo de agudización de su crisis estructural y permanente, con amenaza de estancamiento y recesión, que seguramente, aunque Calderón lo niegue, afectará a los mexicanos, pero sobre todo a los más pobres.

Ningún tratado es intocable.

Ningún tratado, ni el TLCAN, es intocable, por lo anterior, las fuerzas progresistas de México debemos exigir, nos sólo la revisión, sino su anulación, pues hay bases suficientes para ello, fundamentalmente por su carácter anticonstitucional: ninguna ley, ningún tratado, puede estar por encima de la Constitución o violar, incumplir o atentar contra sus preceptos.
El TLCAN se negoció en secreto, como ya dijimos, violando el artículo 6º constitucional, pero además su aplicación atenta contra nuestra soberanía e independencia nacional, pone en peligro la propia existencia de nuestra nación, y también vulnera las garantías y derechos individuales de los mexicanos plasmados en la Constitución de la República, como el derecho al trabajo, a la educación, a un salario digno, a la salud, etc.
México no necesita el TLCAN. Nuestro país debe diversificar su comercio, realizándolo con todos los países del mundo, especialmente con sus iguales, con los de América Latina, en una relación de beneficio mutuo, no en beneficio de una sola de las partes, como sucede con el TLCAN.
México debe renegociar su deuda externa junto con el resto de países deudores y privatizar, eso sí, la deuda del IPAB-Fobaproa, producto de la corrupción de los banqueros, para que sean precisamente éstos quienes la paguen y no el pueblo mexicano, y el gobierno federal tenga, así, recursos suficientes para invertir a favor de nuestro desarrollo independiente y en beneficio del pueblo.

Cevallos y Richaud.

Es increíble que a estas alturas aún haya defensores a ultranza del TLCAN, pero sí los hay, y ejemplos claros son los panistas Edgar Esteban Richaud Lara y Rodolfo Cevallos Esponda, delegados en Campeche de la Sagarpa y de Economía, respectivamente, quienes recientemente declararon que el tratado ha cumplido con creces sus objetivos de hacer crecer la economía, el empleo y el ingreso.
Bien, pues que digan qué obrero, ejidatario, pescador, comerciante o empresario auténticamente campechano se ha beneficiado directamente con el TLCAN. Seguramente les será más difícil que buscar una aguja en un pajar.
O tal vez estos funcionarios federales panistas crean que en un futuro, en las campañas de los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos se van a repartir “Charritos Richaud”, se va a tomar horchata “La Campechana” y en sus mítines se van a cubrir del sol con “Lonas Noble”.
¡Por favor, no insulten la inteligencia de los campechanos! Los obreros, ejidatarios, pescadores, comerciantes y empresarios del estado merecen otra cosa por su trabajo, y por los esfuerzos y sacrificios que realizan para salir adelante, y no sólo burdas mentiras.
¿Cuándo se darán cuenta los empresarios campechanos que apoyan al PAN de que con esta actitud atentan en contra de sus propios intereses a mediano y largo plazo? Si no lo hacen pronto, tal vez después sea demasiado tarde. Correo electrónico: a_babor@hotmail.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quizás el problema es que cuando México firma tratados busca amigos y no intereses.