¿Voto libre?
Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.
En nuestro país, la Constitución de la República establece el derecho para todos los mexicanos de ejercer el voto de manera universal, libre, secreta y directa, pero al igual que sucede con los derechos constitucionales al trabajo, a un ingreso suficiente, a la salud, a la educación, a una vivienda digna, etcétera, para la mayoría de los ciudadanos votar libremente, y de manera consciente y razonada, aún no es una realidad.
Así, votar, y hacerlo libremente, se ha convertido para millones de mexicanos en una lucha llena de obstáculos, muchos de ellos muy difíciles de superar, a grado tal que en los últimos 30 años, en lugar de avanzar en este sentido hemos retrocedido a pasos agigantados, y gozar de un régimen verdaderamente democrático, para muchos ya comienza a ser una utopía o por lo menos un anhelo difícilmente alcanzable a corto plazo.
Así, votar, y hacerlo libremente, se ha convertido para millones de mexicanos en una lucha llena de obstáculos, muchos de ellos muy difíciles de superar, a grado tal que en los últimos 30 años, en lugar de avanzar en este sentido hemos retrocedido a pasos agigantados, y gozar de un régimen verdaderamente democrático, para muchos ya comienza a ser una utopía o por lo menos un anhelo difícilmente alcanzable a corto plazo.
Los obstáculos
El primer y más grande obstáculo para que las mayorías puedan votar de manera libre, consciente y razonada consiste en que en una sociedad como la nuestra, dividida en clases sociales, las ideas dominantes son siempre las ideas de la clase social dominante, en este caso las de la gran burguesía nacional aliada al imperialismo norteamericano y cuyos intereses son representados por el Partido Acción Nacional (PAN), por los neoliberales que dirigen al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y por el alto clero político.
Ella, la gran burguesía reaccionaria, tiene en sus manos el poder económico y político, todas las instituciones públicas, los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, los órganos electorales y los medios masivos de comunicación, especialmente los monopolios televisivos como Televisa y TV Azteca, para la difusión permanente de sus ideas, y sacudirse esta influencia aplastante y abrumadora no ha sido y no será una tarea nada fácil para el pueblo mexicano, y para los partidos y organizaciones que representan sus intereses.
Asimismo, el poder económico permite a la gran burguesía reaccionaria la compra de millones de votos, de conciencias y de “voluntades”, no solo entre las capas más empobrecidas del pueblo mexicano, sino entre los profesionistas, artistas e intelectuales, y entre sectores de la pequeña burguesía, que, como las empresas encuestadoras que jugaron un papel vergonzoso en las elecciones presidenciales de este año, se venden al mejor postor.
Además, la pobreza y la ignorancia en la que han sumido los neoliberales panistas y priistas a millones de mexicanos, limita y hasta imposibilita su participación en la vida política del país pues están solamente preocupados por sobrevivir y, por tanto, no votan, y si lo hacen es con un completo desconocimiento o con una visión parcial y distorsionada de las opciones políticas que se le presentan, y así, al emitir su voto resulta a todas luces dudoso que lo hagan de manera libre, consciente y razonada.
Por otra parte, los organismos e instancias electorales, como el Instituto Federal Electoral (IFE) y el Tribunal Federal Electoral (Trife), aunque con una careta “ciudadana”, neutral y apolítica, están en realidad al servicio de la clase social dominante y no defienden el voto de todos los mexicanos como presumen, sino los intereses de la gran burguesía antinacional en el poder y de los partidos que la representan.
No se puede escapar de la realidad: en una sociedad dividida en clases sociales es imposible ser neutral o apolítico; aún la indiferencia o la inacción política favorecen a un partido, a un bando o a una clase social determinada. Es decir, y aunque parezca un absurdo: en una sociedad como la nuestra, ser “apolítico”, o no votar, es hacer política, y nadie, mucho menos las instituciones públicas, puede definirse como “neutral”.
Finalmente, aunque no menos importante, el hecho de que en nuestro país se le niegue sistemáticamente el registro al partido de la clase obrera, el Partido Popular Socialista (PPS), único de izquierda y revolucionario, implica que más de 90 millones de mexicanos no estén auténticamente representados en los órganos de poder.
Entonces, no puede haber una verdadera democracia y elecciones libres en un país donde la gran burguesía, formada por una cuantas familias enormemente ricas, tiene dos partidos políticos que defienden sus intereses, el PAN y el PRI, mientras que la clase trabajadora, que en sentido amplio la formamos cerca del 90 por ciento de los mexicanos, no cuenta con un solo partido con registro que luche por sus intereses y que la represente, y no tiene ni una sola voz en las cámaras de Diputados y de Senadores, ni en ningún otro órgano de poder del Estado.
Ella, la gran burguesía reaccionaria, tiene en sus manos el poder económico y político, todas las instituciones públicas, los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, los órganos electorales y los medios masivos de comunicación, especialmente los monopolios televisivos como Televisa y TV Azteca, para la difusión permanente de sus ideas, y sacudirse esta influencia aplastante y abrumadora no ha sido y no será una tarea nada fácil para el pueblo mexicano, y para los partidos y organizaciones que representan sus intereses.
Asimismo, el poder económico permite a la gran burguesía reaccionaria la compra de millones de votos, de conciencias y de “voluntades”, no solo entre las capas más empobrecidas del pueblo mexicano, sino entre los profesionistas, artistas e intelectuales, y entre sectores de la pequeña burguesía, que, como las empresas encuestadoras que jugaron un papel vergonzoso en las elecciones presidenciales de este año, se venden al mejor postor.
Además, la pobreza y la ignorancia en la que han sumido los neoliberales panistas y priistas a millones de mexicanos, limita y hasta imposibilita su participación en la vida política del país pues están solamente preocupados por sobrevivir y, por tanto, no votan, y si lo hacen es con un completo desconocimiento o con una visión parcial y distorsionada de las opciones políticas que se le presentan, y así, al emitir su voto resulta a todas luces dudoso que lo hagan de manera libre, consciente y razonada.
Por otra parte, los organismos e instancias electorales, como el Instituto Federal Electoral (IFE) y el Tribunal Federal Electoral (Trife), aunque con una careta “ciudadana”, neutral y apolítica, están en realidad al servicio de la clase social dominante y no defienden el voto de todos los mexicanos como presumen, sino los intereses de la gran burguesía antinacional en el poder y de los partidos que la representan.
No se puede escapar de la realidad: en una sociedad dividida en clases sociales es imposible ser neutral o apolítico; aún la indiferencia o la inacción política favorecen a un partido, a un bando o a una clase social determinada. Es decir, y aunque parezca un absurdo: en una sociedad como la nuestra, ser “apolítico”, o no votar, es hacer política, y nadie, mucho menos las instituciones públicas, puede definirse como “neutral”.
Finalmente, aunque no menos importante, el hecho de que en nuestro país se le niegue sistemáticamente el registro al partido de la clase obrera, el Partido Popular Socialista (PPS), único de izquierda y revolucionario, implica que más de 90 millones de mexicanos no estén auténticamente representados en los órganos de poder.
Entonces, no puede haber una verdadera democracia y elecciones libres en un país donde la gran burguesía, formada por una cuantas familias enormemente ricas, tiene dos partidos políticos que defienden sus intereses, el PAN y el PRI, mientras que la clase trabajadora, que en sentido amplio la formamos cerca del 90 por ciento de los mexicanos, no cuenta con un solo partido con registro que luche por sus intereses y que la represente, y no tiene ni una sola voz en las cámaras de Diputados y de Senadores, ni en ningún otro órgano de poder del Estado.
El voto libre es posible
Titánica labor, por tanto, es la que tienen ante sí los partidos y organizaciones progresistas, de izquierda y democráticas, que después de no habérseles reconocido su triunfo en los comicios presidenciales del 2008, 2006 y de este año, tendrán que redoblar esfuerzos para dignificar la política de cara al pueblo mexicano, para difundir sus ideas por todos los medios posibles, y para promover la organización y lucha del pueblo por sus legítimos intereses, todo esto como condiciones indispensables para lograr verdaderas elecciones libres en un futuro cercano.
Además deberán poner por encima de todo los intereses de la patria y del pueblo para fortalecer el frente de las fuerzas progresistas y democráticas, condición imprescindible para obtener triunfos electorales tan aplastantes que ni todo el poder económico y político del adversario puedan objetarlos, y así avanzar en la construcción de un régimen verdaderamente democrático en el que no tengan cabida los enemigos de la independencia nacional, de la elevación del nivel de vida del pueblo, del progreso y de la democracia.
Además deberán poner por encima de todo los intereses de la patria y del pueblo para fortalecer el frente de las fuerzas progresistas y democráticas, condición imprescindible para obtener triunfos electorales tan aplastantes que ni todo el poder económico y político del adversario puedan objetarlos, y así avanzar en la construcción de un régimen verdaderamente democrático en el que no tengan cabida los enemigos de la independencia nacional, de la elevación del nivel de vida del pueblo, del progreso y de la democracia.
-o-
De “Sol Azteca” a “enana blanca”
Dicen los astrónomos y físicos que el Sol, el centro de nuestro sistema planetario, una vez que consuma su combustible interno, dentro de muchos millones de años, se convertirá en una “enana blanca”, incapaz de dar calor y de iluminar a nuestra Tierra.
Pues esto mismo le pasará al “Sol Azteca”, pero dentro de muy poco tiempo porque su “combustible interno”, o sea AMLO, ya se le salió, y el destino seguro de ese partido es alcanzar el tamaño de sus “propietarios”, “Los Chuchos”, que son unos verdaderos enanos de la política, y no “rojillos”, sino blancos, blancos, como los “sindicatos” que financia y organiza el PAN… ¡laaastima Margarito!
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
http://ababor-roberto.blogspot.com
Pues esto mismo le pasará al “Sol Azteca”, pero dentro de muy poco tiempo porque su “combustible interno”, o sea AMLO, ya se le salió, y el destino seguro de ese partido es alcanzar el tamaño de sus “propietarios”, “Los Chuchos”, que son unos verdaderos enanos de la política, y no “rojillos”, sino blancos, blancos, como los “sindicatos” que financia y organiza el PAN… ¡laaastima Margarito!
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
http://ababor-roberto.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario