sábado, 15 de marzo de 2008

18 de Marzo: Día de la Independencia Económica y la Soberanía Nacional.

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

“Nacionalizar es descolonizar”. VLT.

La petrolera es, sin duda, si no las más rentable, una de las industrias más rentables del mundo, de las más codiciadas, imprescindibles para el desarrollo de cualquier país y pilar de algunos de los más grandes imperios y fortunas del planeta, como las del mundo árabe y las de los dueños de los monopolios petroleros norteamericanos.
Por ello es inconcebible que en México, desde hace algunos años se diga que la industria petrolera nacionalizada, Petróleos Mexicanos (PEMEX), está en crisis, es ineficiente e incapaz de modernizarse por sí misma, insistiéndose en la supuesta necesidad de permitir en ella inversión privada, incluso extranjera, hoy con el pretexto, entre otros, de extraer de aguas profundas, en el Golfo de México, grandes cantidades de petróleo.
La única manera en que puede entenderse esta situación es que quienes han dirigido los destinos de nuestro país en los últimos 25 años han sido malos gobernantes y pésimos administradores, y muy corruptos, o, peor aún, que han traicionado a la patria debilitando a PEMEX de manera premeditada para tener el pretexto de entregar nuestras riquezas petroleras a los monopolios trasnacionales norteamericanos, y ahora hasta a los españoles.
Estos nuestros gobernantes “modernos” y “modernizadores” son muy capaces, excelentes administradores y celosos vigilantes, cuando se trata de sacarle todo el jugo a sus empresas para obtener un beneficio estrictamente personal, pero son “descuidados” y absolutamente incapaces de manejar adecuadamente una industria cuando se trata del interés nacional, de la patria, de servir a los mexicanos, especialmente a los más necesitados, que somos la inmensa mayoría.

La importancia de la industria petrolera.

Una nación puede consolidarse como tal sólo si es propietaria de su territorio y de las riquezas contenidas en él, de otra manera no podría ser dueña de su propio destino, ni consolidar una cultura realmente propia y sería incapaz de darle a su pueblo un nivel de vida digno y decoroso, por ello, la Constitución de 1917, en sus artículos 27 y 28, reservó para la nación la propiedad de la tierra y de las riquezas contenidas en ella, en el suelo y el subsuelo, en los mares y litorales mexicanos, constituyéndose la propiedad privada sólo como una concesión a los particulares en áreas determinadas y no estratégicas de la economía.
En base a ello nuestro país superó la estructura feudal en la que vivió antes de 1917, entrando de lleno a una etapa de desarrollo industrial en la que el pueblo mexicano vio elevado su nivel de vida y ampliadas sus libertades democráticas, consolidando la nación su soberanía e independencia respecto a las potencias extranjeras. Así, se fortaleció el ejido y la propiedad comunal, surgieron cientos de empresas estatales y se nacionalizaron industrias estratégicas, como la eléctrica, el 27 de septiembre de 1960, y la petrolera, el 18 de marzo de 1938, y otras que, como el ejido, las han venido privatizando los sucesivos gobiernos neoliberales y entregándoselas al extranjero.

El aporte de PEMEX a la patria.

La expropiación de la industria petrolera, que se encontraba en manos de ingleses y norteamericanos, se llevó a cabo gracias a la decisión patriótica del mejor Presidente de la República que ha tenido nuestra patria, el general Lázaro Cárdenas del Río, pero también a Vicente Lombardo Toledano, quien, al frente de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y de los trabajadores petroleros, planeó la estrategia y encabezó la lucha para lograrlo.
Desde entonces, PEMEX ha sido pilar fundamental de la economía de nuestro país aportando enormes recursos para las finanzas del Estado mexicano (cerca del 35% del presupuesto de egresos anual), impulsor de la industria nacional y, por tanto, generador de empleo, y promotor del mejoramiento del nivel de vida de los mexicanos.
Sin embargo, el mayor aporte que ha hecho PEMEX a la nación es consolidar nuestra independencia económica, lo que ha permitido a los distintos gobiernos mexicanos resistir a las presiones del imperialismo norteamericano en su afán de plegarnos a su política guerrerista e intervencionista, manteniéndonos soberanos en nuestra política interna y con una política exterior que, hasta el gobierno de López Portillo, fue digna e independiente, ejemplo para el mundo.

¿Se está privatizando PEMEX?

Pero el petróleo ha sudo largamente codiciado por los monopolios trasnacionales, principalmente por los norteamericanos y por su gobierno, y han hecho todo para lograr su privatización, especialmente a raíz de las negociaciones y firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), pues en este acuerdo hay compromisos implícitos de privatizar no sólo el petróleo, sino la industria eléctrica, y hasta la tierra, el agua y las costas nacionales, de ahí las contrarreformas que se han realizado, a partir de 1992, a la Constitución y a leyes como la Agraria, la Minera, de Pesca, de Bosques y Selvas, de Aguas y, fundamentalmente, a la Ley de Energía.
Así, quien diga que PEMEX, que nuestra riqueza petrolera, no ha sufrido un proceso de privatización permanente, de abandono premeditado y de corrupción con el objetivo de tener el pretexto para entregarla a los monopolios extranjeros, miente descaradamente y traiciona a la patria.
En primer lugar, la política petrolera de nuestros gobiernos federales ha sido equivocada siempre por el hecho de limitarse, especialmente en los últimos 25 años, a exportar petróleo crudo sólo para aumentar las reservas estratégicas de nuestros vecinos del norte, y no a darle valor agregado impulsando nuestra industria petroquímica.
Así, parte de esta industria, que es la que más recursos y beneficios podría haber dado y dar aún a la nación, ha sufrido un constante proceso de privatización, pues, por ejemplo, en sucesivos decretos, de octubre de 1986, agosto de 1989, junio de 1991 y agosto de 1992 (claro, en los gobiernos de Miguel de la Madrid y de Salinas de Gortari), se redujo de 70 productos que integraban la petroquímica básica, reservada exclusivamente al Estado, a 34, 20, 19 y finalmente a ocho, respectivamente, abriendo así la posibilidad legal a la iniciativa privada, nacional y extranjera, de hacer negocios con esos productos, antes reservados al Estado por su importancia estratégica, económica y política.
De esta manera, la mayoría de la llamada petroquímica secundaria ha quedado a disposición plena de los capitales extranjeros, beneficiando a empresas como CELANESE y CYPSA, subsidiarias de las trasnacionales BAYER y GOETCH; a la ALFA, de Monterrey, subsidiaria de la DUPONT y de la IMOND INCORPORATED; y a la MONSANTO, todas relacionadas a la petroquímica. Aparte, PEMEX-Petroquímica, en sus filiales, permite la participación de particulares hasta en un 49% del capital.
Otro claro signo del proceso privatizador de PEMEX es la reducción de su planta laboral, pasando de 200 mil trabajadores en 1981, a cerca de 100 mil en la actualidad, debido a que una cada vez más amplia gama de trabajos que realizaba PEMEX se han venido subcontratando a empresas privadas nacionales y extranjeras, seguramente a un mayor costo para la nación, reduciéndose su eficiencia y la seguridad, como lo demuestran tragedias como las ocurridas en Guadalajara, hace 16 años, hasta las más recientes, como la de la plataforma “Usumacinta”, en la Sonda de Campeche, sucesos claramente relacionados con subcontratistas, que han cobrado cientos de víctimas, entre ellas muchos trabajadores de PEMEX.
De esta manera, entre contrarreformas a la Constitución y a sus leyes reglamentarias, entre Contratos de Servicios Múltiples a favor de trasnacionales norteamericanas como la Halliburton y toda clase de medidas anticonstitucionales, todo ello sumado a infinidad de actos de corrupción, como de los que está siendo acusado documentalmente el secretario de Gobernación del gobierno panista, Juan Camilo Mouriño Terrazo, los traidores a la patria, los gobiernos neoliberales, han debilitado a PEMEX de manera deliberada con el propósito de entregarlo en manos de los grandes monopolios norteamericanos.
Sin embargo, demagógicamente, Calderón asegura que “no se venderá ni un tornillo de PEMEX”, pero nosotros pensamos que si a ese tornillo no se le da mantenimiento, se desgasta y se rompe. Esto es precisamente lo que está haciendo su gobierno, abandonar a PEMEX hasta que se “rompa”, o hasta que, por su falta de mantenimiento, de inversión, de expansión, de modernización tecnológica, se convierta en una empresa insignificante ante el tamaño y poderío de las trasnacionales petroleras, por lo que podemos concluir que abandonar a PEMEX es privatizarlo.
A pesar de todo esto, y gracias a que, como ya dijimos, el petróleo es altamente rentable, PEMEX cuenta con los recursos suficientes para invertir en su modernización y seguir contribuyendo al progreso independiente de nuestro país y a la elevación del nivel de vida del pueblo, sin tener que recurrir a inversiones extranjeras.

Rescatemos a PEMEX.

Por todo lo anterior, rescatar a PEMEX no significa sólo oponernos a que sea privatizada y vendida a los monopolios extranjeros, sino que retome su sentido original, es decir, que se ponga al servicio de la nación y de todos los mexicanos, no sólo de unos cuántos. Además, debemos condenar todo acto de corrupción del que sea víctima por parte de funcionarios o trabajadores de cualquier nivel, y exigir que se cumplan con todas las normas ecológicas para la protección y cuidado del medio ambiente y del resto de nuestros recursos naturales.
Significa también combatir la política económica neoliberal en general, porque afecta negativamente todo, lo económico, lo social y lo político, y por supuesto a empresas estratégicas como PEMEX, principalmente por las grandes cantidades de dinero que se destinan al pago del IPAB-Fobaproa y al de los intereses de la deuda externa.
También implica encontrar para PEMEX el equilibrio entre no abandonar el impulso que le da al desarrollo de toda la economía del país y a la elevación del nivel de vida del pueblo, a través de obras y recursos que entrega a los estados y a la federación, y tener los medios necesarios para modernizarse realmente, invirtiendo en su mantenimiento y expansión constante en los rubros que más convengan al país y que más ganancias y divisas nos dejen, lo que finalmente redundará en beneficio de la nación y del pueblo.
Es necesario también impulsar a todos los centros de investigación nacionales y a las instituciones de educación superior, como el IPN y la UNAM, vinculándolas al desarrollo de la industria petrolera, y a la industria mexicana en general, para que nos permita generar los cuadros necesarios para el manejo y generación de tecnología de punta que es indispensable para nuestro desarrollo.
La solución a nuestros problemas económicos y el desarrollo y modernización de PEMEX no lo debemos buscar en las profundidades del mar, sino en una profunda transformación de nuestra industria petrolera, pero con sentido nacionalista y popular.
Asimismo, dada la trascendencia de la expropiación petrolera realizada por el general Lázaro Cárdenas del Río, y para fortalecer las convicciones nacionalistas y patrióticas de nuestro pueblo, debemos proponer reformar la Ley Federal del Trabajo para que el 18 de marzo sea declarado como Día de la Independencia Económica y la Soberanía Nacional, otorgándole la misma importancia que a otras fechas históricas, como el 16 de septiembre, el 20 de noviembre o el primero de mayo.

Las pistas de “Blue” o ¿Dónde está “Juan”?

Al igual que “Blue”, el perrito azul, o el personaje televisivo de “¿Dónde está Clark?”, Juan Camilo Mouriño Terrazo va dejando “pistas” por donde pasa, y así como ha actuado siendo diputado federal y funcionario del gobierno panista, en Campeche quiso comprar, en diciembre de 1998, siendo diputado local y director de Finanzas del Grupo Energético del Sureste (GES), propiedad de su familia, granjas camaronícolas ubicadas en Tenabo, Campeche, que el Gobierno del Estado pretendía vender, en una acción claramente inmoral e indebida.
El diputado Juan Camilo protestó porque sus pretensiones se hicieron públicas y se ventilaron en la prensa local, acusando de ello a alguien dentro del Congreso o del Gobierno del Estado, pero aún así regateó y protestó porque, según él, el avalúo de dichas granjas hecho por el gobierno era muy alto. No sabemos finalmente cómo concluyó este vergonzoso asunto y si estuvo implicado en algún otro caso similar mientras fue diputado local, pero valdría la pena investigarlo.
Muchos, entre ellos un servidor, denunciamos públicamente el caso para impedir esa inmoral transacción, así como nos opusimos, en 1997, a que Juan Camilo fuera registrado como candidato a diputado local del PAN debido a las enormes dudas respecto a su nacionalidad, sin embargo, las autoridades electorales se lo permitieron, inclusive un alto funcionario electoral estatal, hoy ya fallecido por lo que omito su nombre, me dijo: “Déjalo Roberto, déjalo, que al fin no va a llegar a la diputación, no va a llegar”. Pero llegó.
Es la misma actitud de algunos dirigentes priístas de hoy: déjenlo, no pasa nada; no somos ministerios públicos; no tiene caso una comisión; es “campechano” y nos conviene que esté en el Gobierno Federal. ¿Hasta dónde llegará “Juan” para seguir dejando sus “pistas”? ¿Hasta dónde permitiremos que llegue?

Lo legal, lo justo y lo moral.

Hoy es legal que un hijo de extranjeros aspire y sea Presidente de la República, pero nunca será justo ni moral a la luz de nuestra experiencia histórica y del espíritu originario de nuestra Constitución. El haberlo permitido, con las contrarreformas al artículo 82 constitucional promovidas por Salinas de Gortari, constituyó un acto de traición a la patria. Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
http://ababor-roberto.blogspot.com/