Por:
Roberto Escamilla Pérez.
¿Qué
aspectos o elementos debemos tomar en cuenta para determinar si en un país
existe un verdadero régimen democrático? ¿El hecho de que existan varios
partidos políticos y se realicen elecciones periódicamente significa que hay
democracia? ¿La llamada alternancia en el poder implica necesariamente que
exista democracia? ¿La división de Poderes la garantiza?
Democracia y sociedad
La
definición más general, común y aceptada para la palabra “democracia” es “el poder
del pueblo” o “el gobierno del pueblo”, de acuerdo a sus raíces griegas. Sin
embargo, el problema no está en su etimología y definición, sino en la
interpretación y aplicación de este concepto a la realidad en una sociedad,
país, Estado, gobierno o sistema económico determinado.
Así,
en la historia de la humanidad se acepta que han existido cinco sistemas de
producción económica diferentes: la comunidad primitiva, el esclavismo, el
feudalismo, el capitalismo y el socialismo. ¿Cuál de ellos fue, ha sido o es el
que más se ajusta a lo que la palabra “democracia” implica según la definición
anteriormente dada?
Desde
luego, viéndolo en perspectiva y a varios siglos de distancia, podemos
distinguir y aceptar más o menos sin dificultad que la comunidad primitiva fue
más democrática que la sociedad esclavista y el feudalismo, porque mientras que
en la primera se tomaban las decisiones colectivamente y en beneficio de la
gens o la tribu, y los bienes materiales eran distribuidos de acuerdo a las
necesidades de cada uno de sus integrantes, en las otras dos eran los
esclavistas y los señores feudales (una ridícula minoría) quienes tomaban todas
las decisiones, eran dueños inclusive de las personas y se quedaban con
prácticamente la totalidad de las riquezas producidas por la inmensa mayoría de
la gente.
Sin
embargo, para los esclavos y peones o siervos, no fue nada fácil darse cuenta
de que la explotación, violencia, sumisión y miseria en la que vivían no eran
producto de un orden de las cosas (natural o divino) eterno, y de que lo que
les presentaban sus amos como tal no era más que producto de un orden
económico, político y social destinado a mantener el dominio y explotación de
la mayoría por parte de unos cuantos privilegiados.
Así,
pasaron siglos enteros para que las condiciones objetivas (materiales)
cambiaran y los explotados tomaran conciencia de su situación, se organizaran y
lograran cambios revolucionarios en sus respectivas sociedades, y la evolución a
etapas superiores de existencia y desarrollo.
La democracia
burguesa
Hoy,
a quienes vivimos bajo un régimen capitalista, es decir, a la mayor parte de la
humanidad, nos pasa exactamente los mismo que lo que les ocurría a los esclavos
y siervos: la burguesía nos ha hecho creer que vivimos en una sociedad
democrática, y que este régimen y orden de las cosas perdurará por la
eternidad, cuando ninguna de estas dos ideas es verdadera.
La
llamada democracia burguesa o capitalista es en realidad una verdadera
dictadura de una minoría en contra de la inmensa mayoría del pueblo, porque, en
primer lugar, esta última vive en una situación de pobreza tal que le impide en
la práctica, en la realidad, pensar en política y organizarse para luchar por
sus intereses, preocupada solamente por la incertidumbre de si tendrá lo
necesario para alimentarse al día siguiente.
Además,
en los países capitalistas desarrollados y subdesarrollados, las leyes e
instituciones electorales están diseñadas para dar cabida sólo a los partidos
de los diferentes sectores de la burguesía, manteniendo marginados, sin
registro y hasta en condiciones de ilegalidad, a los partidos comunistas,
socialistas, marxistas-leninistas, de izquierda o de la clase obrera.
Otra
característica importante de esta “democracia” es el control que ejercen los
partidos de la burguesía, el gobierno y los grandes empresarios sobre la
mayoría de los sindicatos, anulándolos como instrumentos de lucha en favor de
los trabajadores.
Por
último, un rasgo común de la democracia burguesa es la dictadura de los grandes
monopolios de la comunicación, que anula, en la práctica, la libertad de
expresión y de manifestación de las ideas de la mayoría del pueblo, al que
impone la manera de pensar que a la gran burguesía nacional y trasnacional
conviene.
La democracia en
México
Si
bien la Revolución Mexicana iniciada en 1910 fue una revolución
democrático-burguesa, es decir, dirigida por la burguesía con el propósito de
llevar a nuestro país al capitalismo, también es verdad que tuvo las
características de ser, además, un movimiento popular y antimperialista, porque
en ella participó el pueblo (indígenas, campesinos y obreros) y porque se
propuso el logro de la independencia económica y política de la nación.
De
esta manera, las características muy peculiares de nuestro movimiento
revolucionario trajeron igualmente avances en el campo de la democracia y en lo
político-electoral, primero porque logró un avance extraordinario en la
elevación del nivel de vida del pueblo en lo que se refiere a la educación,
salud, alimentación, empleo, ingresos, etcétera.
Asimismo,
se concedió el derecho al voto a la mujer; se estableció en la Constitución el
voto libre, universal, secreto y directo; se aprobó una ley electoral con la
que se creó un sistema de partidos políticos; se instituyeron los diputados de
partido o plurinominales, y partidos de la clase obrera, como el Popular
Socialista (PPS) y el Comunista Mexicano (PCM), pudieron participar en las
elecciones, y tener representantes en la Cámara de Diputados y aún en el Senado
de la República.
Si
bien algunos minimizan y menosprecian la democracia surgida de la Revolución
Mexicana, que sobrevivió hasta la llegada al poder de los neoliberales, era claramente
superior a las “democracias” de los países desarrollados, como los Estados
Unidos, donde existen dos partidos políticos con registro que sólo representan
los intereses de los diversos grupos monopólicos, y a la que hoy tenemos en
México, donde la clase trabajadora vive en la miseria y no tiene voz ni
representación alguna en las instancias de Poder, exactamente igual que en la
“democracia” norteamericana.
La Reforma
Política: un gran banquete al que el pueblo no está invitado
La
llamada Reforma Política propuesta por Peña Nieto y aprobada recientemente por
diputados y senadores, solamente da continuidad a las reformas a las leyes
electorales, a la “ciudadanización” de los organismos electorales y a la
creación del Tribunal Federal Electoral (Trife), que tuvieron lugar durante los
últimos 30 años de gobiernos neoliberales priistas y panistas, y a las llamadas
candidaturas independientes o ciudadanas, a la iniciativa ciudadana y a las consultas
populares, aprobadas durante el pasado gobierno panista de Calderón Hinojosa.
¿Qué
fue lo que ahora se aprobó? Principalmente la reelección de diputados
federales, senadores, diputados locales y presidentes municipales y el
incremento del 2 al 3% de la votación para que un partido político conserve su
registro.
¿Beneficiará
esta reforma al pueblo mexicano?
Definitivamente
no. ¿En qué nos benefició el Trife y la “ciudadanización” de los organismos
electorales? En nada, pues el Trife y el IFE han sido instrumento de la derecha
para negar y arrebatar el registro a partidos de verdadera izquierda como el
PPS, y para entrometerse en la vida interna de los partidos progresistas y
democráticos, muy al estilo del fascismo, mientras que los grupos y posiciones
de derecha se han fortalecido en todas las instancias y organismos electorales.
El
mayor “logro” de estas primeras reformas electorales fue el llevar al poder a
un panista reaccionario hijo de extranjeros, Vicente Fox, sujeto ignorante que
sólo dio continuismo a las políticas neoliberales iniciadas por el priista
Miguel de la Madrid en 1982.
Por
otra parte, a las candidaturas “ciudadanas” o “independientes”, a la iniciativa
“ciudadana” y a las consultas populares, sólo tendrán acceso las clases
privilegiadas.
Es
más, estas modalidades de participación político-electoral abrirán las puertas
a la injerencia directa en las elecciones a los grandes empresarios
reaccionarios, a los narcotraficantes y a la delincuencia organizada, que son
los únicos, aparte de los partidos y el gobierno, que tienen el poder económico
para lanzar sus candidaturas o las de sus incondicionales, promover iniciativas
y proponer consultas populares, no así el pueblo mexicano.
Ya
ni se diga de la reelección de diputados federales, senadores, diputados
locales y presidentes municipales, pues, como ya señalamos anteriormente, los
partidos con registro sólo representan los intereses de los diferentes sectores
de la burguesía, desde los de los grandes empresarios hasta los de la pequeña
burguesía, pero no los de la clase trabajadora mexicana. ¿Así que en qué podrá
beneficiar esto a más de 80 millones de mexicanos que vivimos en la pobreza y
en la miseria?
Conclusión
Para
que en un país exista un verdadero régimen democrático es necesaria la
combinación de, mínimo, tres factores: un pueblo que no viva en la miseria, un
sistema electoral que permita la participación de los partidos de la clase
trabajadora y el respecto efectivo al voto universal, libre y secreto.
La
existencia de dos o más partidos políticos en un país no garantiza la
democracia cuando estos representan sólo los intereses de una clase social, en
este caso los de los distintos sectores de la burguesía.
La
alternancia del poder no es sinónimo de democracia y eso lo vivimos en nuestro
país cuando al panista Fox se le entregó la Presidencia de la República por
parte de su antecesor Ernesto Zedillo: la situación material de los mexicanos
no mejoró, al contrario, empeoró; los partidos de la clase obrera continuaron
en la ilegalidad y los fraudes electorales llegaron a su apogeo.
Por
último: ¿De qué sirve la aparente división de Poderes si todos ellos sirven a
los intereses de la oligarquía nacional y de los monopolios trasnacionales, y
desde los cuales se atacan y violan los derechos de la clase trabajadora
mexicana, y de los partidos que defienden sus intereses?
Por
todo lo anterior podemos concluir que en México, en nuestro país, no vivimos en
una verdadera democracia, sino en una dictadura encabezada por la gran
burguesía nacional y trasnacional.
o-o
Oceanografía: la
corrupción que viene
El
problema con la empresa petrolera “Oceanografía” no consiste sólo en investigar
y castigar a los grandes empresarios, miembros prominentes de partidos y a los
funcionarios corruptos implicados.
El
problema real es que con la Reforma Energética, esta corrupción se
institucionalizó, y no nos alcanzarán los abogados, el dinero y los jueces para
castigar los actos de corrupción y criminales que se vienen.
Se
imaginan cuando a la Exxon, a la Chevron o a alguna otra trasnacional se les
descubran actos de corrupción: con su poder y dinero, ¿quién o qué gobierno
será capaz de castigarlas?
Entonces
regresamos al pasado: Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo por la corrupción
de las grandes empresas petroleras trasnacionales, su violación constante a las
leyes mexicanas, y la explotación salvaje que hacían de nuestro petróleo sin
ningún beneficio para México, así como de la mano de obra barata de los
mexicanos. ¡Ahora volveremos a lo mismo, y peor!
Correo
electrónico: a_babor@hotmail.com