jueves, 21 de enero de 2010

Rumbo al centenario de la Revolución Mexicana.


Un fantasma recorre la patria: el fantasma de la Revolución Mexicana iniciada en 1910. Todas las fuerzas del régimen neoliberal se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Partido (de) Acción Nacional (PAN) y Calderón, Televisa y TV-Azteca, Pasos y Krauze, los “izquierdistas”, el clero político y la gran burguesía aliada a las trasnacionales.
¿Qué partido de oposición no ha sido motejado como “nostálgico del pasado” por sus adversarios en el poder? ¿Qué partido de oposición, a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes de la oposición más avanzados, como a sus enemigos reaccionarios, los epítetos zaherientes de “populistas” o “trasnochados”?
De este hecho resulta una doble enseñanza:
Que la Revolución Mexicana es aún reconocida por todas las fuerzas políticas y clases sociales en México.
Que ya es hora de que sus partidarios expongan a todos los mexicanos sus conceptos, sus fines y sus tendencias; que opongan a la leyenda del fantasma de la Revolución Mexicana, un manifiesto de sus seguidores.

¿Qué características tuvo la Revolución Mexicana iniciada en 1910?

La Revolución Mexicana fue el más grande movimiento revolucionario del siglo pasado, comparada solamente con la Gran Revolución Socialista de Octubre, en la Rusia zarista. Fue una revolución democrático-burguesa, popular, antifeudal y antiimperialista. Fue democrático-burguesa porque la encabezó la entonces naciente burguesía mexicana, representada por Francisco I. Madero, una clase social revolucionaria en aquel momento de la historia de nuestro país. Su carácter popular consistió en que en ella participó el pueblo mexicano, desde los indígenas y los peones, hasta la naciente clase obrera, dirigidos, entre otros, por Villa, Zapata y los hermanos Flores Magón, dejando su huella en la Constitución de 1917 y en los objetivos y posteriores logros de la propia Revolución.
Asimismo, fue una revolución antifeudal porque se propuso acabar con el régimen latifundista sostenido por el dictador Porfirio Díaz, que mantenía con carácter de esclavos a los peones encasillados en las haciendas y que frenaba el avance económico del país.
Por último, la Revolución Mexicana fue profundamente antiimperialista debido a que el pueblo mexicano y nuestra nación, desde su surgimiento como tal, había sido agredida, amenazada, saqueada y robada por parte de potencias imperiales, primero por España, después por Francia y posteriormente por los Estados Unidos de Norteamérica, país que, en el colmo de la rapiña, nos arrebató más de la mitad de nuestro territorio. Así, por necesidad, el pueblo mexicano adquirió una conciencia profundamente antiimperialista, que se reflejó también en todas las leyes e instituciones creadas por la Revolución.

¿Qué objetivos se propuso?

Como parte del tercer movimiento del proceso revolucionario mexicano, iniciado con la lucha por nuestra independencia respecto a España en 1810 y continuado por la Revolución de Reforma encabezada por Benito Juárez a mediados del siglo XIX, al igual que éstos, la Revolución Mexicana se propuso tres objetivos fundamentales: el logro de la independencia nacional plena, económica y política, la ampliación del régimen democrático y la elevación del nivel de vida del pueblo mexicano.

¿Cuáles fueron sus logros?

Hasta antes del gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado, la Revolución Mexicana avanzó en la consecución de estos objetivos, principalmente en los gobiernos del general Lázaro Cárdenas del Río y de Adolfo López Mateos. Surgió el sector estatal de la economía con el proceso de nacionalizaciones de nuestras principales riquezas e industrias, como la petrolera y de la energía eléctrica, creándose Petróleos Mexicanos (Pemex), la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (CLyFC), lo que permitió también el surgimiento y desarrollo de infinidad de empresas de capital privado en manos de mexicanos.
Además, se creó y desarrolló un sistema de educación pública gratuita a todos los niveles, desde el básico hasta el superior, con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), y una gran cantidad de universidades e instituciones educativas de todo tipo.
Nació también el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto de Seguridad Social al Servicio de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), mientras que la clase obrera vio plasmados sus derechos fundamentales en el artículo 123 constitucional y en la Ley Federal del Trabajo, premisa indispensable para su logro en la práctica, en la realidad.
En el campo se destruyeron los latifundios y se creó el sistema ejidal, lo que permitió elevar la producción agropecuaria, como nunca antes, en beneficio de todo el pueblo mexicano, pero especialmente de los propios campesinos.
Con todas estas instituciones, y muchas más, al irse convirtiendo en realidad sus derechos a la salud, a la educación, a la vivienda, a un ingreso digno y suficiente, y a un empleo mejor remunerado, el pueblo mexicano vio elevado su bienestar, reflejándose, entre otras cosas, en el aumento de su promedio de vida, que antes de la Revolución llegaba apenas a cerca de 40 años y después de ésta a más de 70.
En cuanto a la ampliación del régimen democrático, surgieron y se desarrollaron los partidos políticos, principalmente los que representan a la clase trabajadora mexicana, logrando éstos su reconocimiento por parte del gobierno, no sin tener que superar muchos obstáculos y con enormes sacrificios por parte de sus militantes, y se promulgó una ley electoral con muchos avances, entre ellos los llamados “diputados de partido”, o plurinominales, que permitieron que la voz de la clase trabajadora mexicana se escuchara en el Poder Legislativo de la Nación, y a la mujer se le reconoció su derecho a votar, así como a los jóvenes a la edad de 18 años, entre otras muchas cosas más.
México, gracias a nuestra Revolución, se hizo un país más independiente en el aspecto económico y político, principalmente respecto a los Estados Unidos de Norteamérica; ganó, además, prestigio internacional por su política exterior independiente y avanzada, basada en el mandato constitucional, lo que le trajo la admiración y el respeto del mundo.
Por todo lo anterior, quien desprecie o denigre a nuestra Revolución y a quienes en ella participaron, y diga que no trajo ningún beneficio al pueblo mexicano, que no fue una auténtica revolución o que nada ha quedado de ella, miente descaradamente, miente para confundir, para desmovilizar y para desmoralizar.

¿Qué ha pasado con la Revolución Mexicana?

Nuestra Revolución fue traicionada desde Palacio Nacional a partir del régimen de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), presidente que inició con la aplicación de las políticas económicas neoliberales, contrarias a los intereses del pueblo y de la nación, siendo profundizadas posteriormente por Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y, finalmente, por Calderón Hinojosa, quien terca y torpemente insiste en su aplicación a pesar de que han hecho un enorme daño a la economía mundial y han provocado el sufrimiento de millones de seres humanos en el mundo, de la inmensa mayoría de los habitantes de nuestro país y de nuestro planeta.
Estos gobiernos apoyaron, firmaron y defienden aún el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o TLC), que ha sometido nuestra economía a la norteamericana, iniciaron con el proceso de privatizaciones de empresas del Estado, de instituciones y de las riqueza nacionales, como los ejidos, los bancos, los ingenios azucareros, las carreteras, los ferrocarriles, los puertos y aeropuertos, las líneas aéreas, teléfonos y comunicaciones en general, la industria del acero y de fertilizantes, armadoras de vehículos y de carros de ferrocarril, y una privatización gradual y disfrazada de la industria petrolera y de la eléctrica, etc.
Nuestro sistema democrático sufrió un grave retroceso al negarle participación electoral a los partidos que representan a la clase trabajadora mexicana, y al privatizarse o “ciudadanizarse” los órganos electorales, como el Instituto Federal Electoral (IFE), en los que los partidos políticos con registro sólo participan como meros espectadores, sufriendo, los de carácter progresista, constantes injerencias en su vida interna por parte del mismo IFE y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), el famoso Trife, en acciones de claro corte fascista.
Por otro lado, el nivel de vida de los mexicanos se fue deteriorando dramáticamente, creciendo la miseria y la pobreza, el desempleo, disminuyendo el poder adquisitivo de los salarios y, por tanto, aumentando la imposibilidad práctica del pueblo de participar concientemente en política, en los procesos electorales, preocupado sólo en lo que va a comer al día siguiente, convirtiendo, así, al “sistema democrático mexicano” en sólo una falacia. Cientos de pequeños y medianos empresarios mexicanos han ido a la quiebra, junto con la economía auténticamente nacional.
Los gobiernos neoliberales, especialmente los panistas, se han encargado de socavar, boicotear y privatizar, paulatinamente y de manera engañosa, las instituciones de salud, como el IMSS y el ISSSTE, y la educación pública gratuita, imponiendo, por otra parte, una política exterior vergonzosa, contraria a los preceptos constitucionales y a la histórica política exterior mexicana que tanto prestigio trajo al país en el ámbito internacional.

¿Ha muerto nuestra Revolución?

Como señalamos anteriormente, la Revolución Mexicana tuvo tres grandes objetivos: el logro de la independencia nacional, política y económica, la ampliación del régimen democrático y la elevación constante del nivel de vida del pueblo. El mexicano que diga que estos objetivos no están vigentes al día de hoy es porque tiene los pies en territorio nacional, pero su pensamiento, intereses y dinero en el extranjero. Nadie, ni el más sesudo de los “intelectuales” del presente, ha propuesto un programa y unos objetivos tan claros y tan alcanzables como los que tuvo nuestro movimiento revolucionario, que están, a 99 años de haberse planteado, más vigentes que nunca.
Nuestra Revolución vive en las entrañas y en la conciencia del pueblo mexicano, en sus calles, en sus ejidos, en sus pueblos y en sus ciudades, en sus tradiciones, en su música, su pintura y en múltiples expresiones artísticas, en la Constitución y demás leyes, y en las instituciones creadas por ella y que han resistido el embate neoliberal, por ello es imposible enterrarla mientras no cumpla con sus objetivos.
A los partidarios de la Revolución Mexicana se nos ha calificado como “populistas” y como “nostálgicos del pasado”. Nada más alejado de la realidad: “Populistas” son los que, sin un proyecto progresista de nación, dan limosnas a un pueblo que se debate en la pobreza, para ganar votos, para presionarlo, para eternizar un régimen en el que cada vez son menos los que se quedan con las riquezas generadas por el pueblo mexicano, mientras la inmensa mayoría de éste se sume más y más en la pobreza. “Nostálgicos del pasado” son los que añoran las épocas de la Colonia o la dictadura de Porfirio Díaz, son los que quieren convertirnos en un Estado Libre Asociado del imperialismo norteamericano.
Los partidarios de la Revolución Mexicana iniciada en 1910 seguimos fieles a sus objetivos generales, actualizando permanentemente su programa de acuerdo a las circunstancias del México de hoy, que lógicamente debe ser de carácter antineoliberal, que proponga recuperar para el país y para el pueblo las riquezas naturales y las principales industrias, que pugne por un gobierno de Democracia Nacional, es decir, por un gobierno formado por auténticos representantes de los obreros, campesinos, intelectuales, profesionistas, estudiantes, pequeños y medianos empresarios mexicanos, y por partidos políticos y organizaciones realmente democráticos y progresistas, del que sólo quedarían excluidos el PAN, los grupos neoliberales donde quiera que estén, el clero político y los grandes empresarios aliados a las trasnacionales.
Deberá ser un gobierno que promueva el comercio con todo el mundo, pero en condiciones de mutuo beneficio, no de sometimiento ni de sumisión, ni sólo para beneficiar a empresas o gobiernos extranjeros, un gobierno que con cada uno de sus actos impulse la elevación constante del nivel de vida del pueblo mexicano, generando empleos bien remunerados y garantizándole su derecho a la participación política, a la vivienda, a la salud, a la educación, a la cultura, a la recreación y al deporte, que son fundamentales.

Reflexionar sobre la Revolución y hacer la revolución.

A pocos meses de cumplirse el centenario del inicio de la Revolución Mexicana, el deber de los verdaderos partidarios del progreso consiste en reflexionar sobre ella, en generar una discusión y un debate nacional respecto de la misma, pero no desde la perspectiva del gobierno panista neoliberal, enemigo de nuestra Revolución, que la considera muerta y que hace todo lo posible por enterrarla, destruir las instituciones a las que dio origen y borrarla de la idiosincrasia de los mexicanos.
Reflexionar sobre nuestra Revolución no sólo como un mero ejercicio intelectual, sino para hacer la revolución, para rescatar lo que de ella ha sido destruido por los neoliberales, para continuarla con un nuevo programa que sea fiel a sus objetivos generales: el logro de nuestra independencia económica y política plena, la elevación constante del nivel de vida del pueblo y la construcción de un régimen auténticamente democrático, en el que, junto con los demás sectores progresistas del país, la clase trabajadora mexicana esté auténticamente representada.

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Los Poderes del Estado, enemigos de la clase trabajadora.

Los últimos acontecimientos relacionados con la ejemplar lucha que está librando el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) en defensa de sus derechos, del sindicalismo revolucionario y de los intereses de la patria, demuestran una vez más que la clase trabajadora mexicana no está representada ni en el Poder Ejecutivo, ni en el Legislativo y mucho menos en el Judicial.
Felipe Calderón decretó la extinción de Luz y Fuerza del Centro (LyFC), declarándole la guerra al SME; los diputados federales se negaron a discutir siquiera si dicho decreto viola o no la Constitución; y, por último, en sus resoluciones, los jueces federales le dan la razón al gobierno panista, aunque claramente no la tenga, convirtiéndose en cómplices del Ejecutivo en esta real guerra (no como la aparente contra el narco) en contra de toda la clase trabajadora mexicana.

La “guerra” contra el narco cumple sus objetivos.

La “guerra” que lleva a cabo el Gobierno Federal “contra” el narco está cumpliendo sus objetivos (entre los cuales por supuesto no está el acabar con el narcotráfico), principalmente con uno de ellos: desprestigiar al Ejército y enfrentarlo al pueblo, destruyendo así sus raíces revolucionarias y anularlo como garante de la soberanía e independencia nacional, papel que le corresponde por mandato constitucional, preparando las condiciones para utilizarlo contra los enemigos del régimen y los movimientos populares. Urge que el Ejército vuelva a sus cuarteles.

Haití, su lucha, sus tragedias y sus Mesías.

Hoy Haití es el foco de la atención mundial debido a una tragedia, triste y lamentable, de origen natural. Hoy el pueblo haitiano, ejemplo para el mundo por su destacada lucha contra la esclavitud iniciada en el siglo XVIII, y por históricos luchadores sociales antiesclavistas y anticolonialistas como Petion (Anne Alexandre Sabés), pero también víctima permanente del criminal saqueo colonialista por parte de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, y de dictadores sanguinarios como Francois Duvalier, “Papa Doc”, y Jean Claude Duvalier, “Baby Doc”, sufre indeciblemente ante los ojos del mundo.
Hoy los gobiernos de los países imperialistas que originaron la ruina actual de ese país hermano, aquellos que han promovido sangrientas luchas intestinas y crueles golpes de Estado, y que han aplastado con la fuerza de las armas a sus movimientos progresistas y populares, pretenden erigirse como sus salvadores y se “lamentan” por el sufrimiento del pueblo haitiano: ¡Qué cinismo!.
Bill Clinton, ex presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y comisionado de la ONU para Haití, dijo hace unos cuantos días que lo que este país necesita es más que nada dinero, dólares, e invitó a todos los habitantes del planeta a donar, aunque sea uno o dos.
Sin embargo, nosotros decimos que lo que realmente se requiere es que los Estados Unidos, Francia e Inglaterra, y demás países imperialistas, dejen de sacar (saquear) el dinero (las riquezas) de Haití, ni siquiera un dólar, para logrque éste e un verdadero desarrollo con independencia y su pueblo salga de la miseria que le han impuesto.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
http://ababor-roberto.blogspot.com