lunes, 4 de octubre de 2010

¿Y después del Bicentenario qué?

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ

Los mexicanos acabamos de conmemorar, los pasados 15 y 16 de septiembre, el bicentenario del inicio de la lucha por nuestra independencia, pero ¿qué nos dejaron las celebraciones organizadas por el Gobierno Federal panista? Muy poco, casi nada. Porque ¿acaso ahora sí, después de “reflexionar” y de hablar tanto, y durante muchos días, de nuestra independencia, pugnaremos por ella?, ¿acaso el gobierno de Calderón elaboró ya un plan para lograrla? No, por dos razones: porque nuestra independencia no le importa ni al PAN ni a su gobierno pues choca contra los intereses que representan, y porque Calderón, en su delirio de que somos ya un país independiente y libre, quiere convencer a los mexicanos de lo mismo.

Los indígenas

Los españoles llegaron a este continente el 12 de octubre de 1492. Ya habitaban aquí los descendientes de sus primeros y auténticos descubridores: multitud de pueblos indígenas, con sus propias lenguas y dialectos, cultura, creencias, economía, con enormes conocimientos en ciencias como las matemáticas y la astronomía, con una cronología que superaba a la del calendario juliano y gregoriano, con un gran desarrollo en la agricultura y en disciplinas como la arquitectura y la escultura, en artes como la pintura y los murales, y en actividades como la orfebrería y la cerámica.
No conocían el hierro, todos sus instrumentos eran de piedra, ni le habían dado un uso productivo a la rueda, ni conocían los animales de tracción, como los caballos, ni ningún otro domesticado para las labores productivas.
Cuando los españoles llegaron, los indígenas de este continente se encontraban en el estadio medio del comunismo primitivo, de la barbarie, y desconocían, por tanto, la propiedad privada sobre los medios de producción y estaban divididos en tribus o etnias, muchas veces enfrentadas entre sí. Tenían su propia organización social basada en estamentos.

Los españoles

Así, los españoles tenían una ventaja sobre los indígenas de cientos y cientos de años pues ya vivían en un sistema de producción feudal, con un régimen monárquico y con grupos de nobles que, junto con la Iglesia, poseían la inmensa mayoría de las tierras, teniendo como siervos a la mayoría del pueblo pobre español.
Poseían una lengua y una religión única, conocían y utilizaban el hierro, tanto para construir herramientas de trabajo como para sus armas, y contaban con animales de tracción, de carga y de trabajo, que su ejército utilizaba, como el caballo.
Su capacidad de producción de bienes materiales era mucho mayor a la de los indígenas habitantes de este continente.
El poder de la Iglesia era enorme, con órganos represivos y persecutorios como la Santa Inquisición o el Santo Oficio.

La Conquista y la Colonia

Durante los 300 años que duró la Colonia, los españoles trataron de imponer a los indígenas, casi siempre a sangre y fuego, su religión, su lengua, su cultura, sus costumbres y un sistema de producción que les permitiera explotar y sustraer las riquezas del territorio conquistado con la menor inversión posible, en beneficio exclusivo de los peninsulares y del poder español.
Los españoles, la Iglesia y la Monarquía, impusieron las encomiendas, las alcabalas, los estancos, los gremios, tributos y todo tipo de medidas tendientes a evitar el desarrollo productivo, comercial, agrícola y económico en general de la Nueva España, para beneficio de la península.
Esclavizaron a los indígenas y, con el paso de los años, a todas las razas y castas que fueron surgiendo y poblando nuestro territorio, como los negros, mulatos y mestizos, sufriendo gran discriminación aún los criollos, hijos de españoles, pero nacidos en la Nueva España.

El mestizaje

De entre todas las razas que poblaron nuestro territorio fue la mestiza la que empezó a prevalecer. El mestizo surgió no sólo como la raza predominante, sino como una manera de ver la realidad, y de ver y vivir la vida, de ser, de actuar, de sentir, como una cultura, mezcla de lo español y lo indígena, que se fraguó en estas tierras y que, por tanto, resultó única y original.
Así definía al mestizo y al mestizaje el maestro Vicente Lombardo Toledano:
“Las manifestaciones de la civilización mediterránea que los conquistadores trasplantaron aquí se mexicanizaron. El mestizaje fue el signo del país desde el siglo XVI, lo mismo en la sicología del pueblo nuevo que surgía de la unión de españoles e indígenas, que en las costumbres, en las artes plásticas, en la literatura y en la música.
El mestizo se convirtió en el contenido cualitativo del México naciente y se impuso a los extranjeros. Su modo de ser (introversión, acción meditada, repulsa de las expresiones exuberantes o violentas, cortesía reverente y conciencia de su propio señorío) lo fue diferenciando de sus fuentes originales en el curso de los 300 años de la dominación colonial, hasta constituir la substancia de todo el pueblo cuando logró en 1821 su independencia de España”.
Además, el pueblo mestizo enriqueció la lengua española, caracterizándose por su apego profundo a la tierra, por su nacionalismo no chauvinista, sino el propio de un pueblo débil y agredido por potencias extranjeras, pero, no obstante, receptor de las ideas renovadoras de la vida social para adaptarlas a nuestra realidad.

Causas de la lucha por nuestra independencia

No fue el Grito de Independencia lanzado por Miguel Hidalgo y Costilla en 1810 el primer acto de rebeldía de un pueblo esclavizado y cansado de la miseria y de la opresión española.
Desde los primeros años de la Conquista los hubo, protagonizados por indígenas, negros, clérigos y hasta por elementos de las clases privilegiadas, como Fray Bartolomé de las Casas, Fray Nicolás White y Fray Toribio de Benavente, o por don Guillén de Lampart, en 1642, o como la llamada “Conspiración de los Machetes”, en 1794, una verdadera conspiración de origen popular.
Pero no fue sino hasta 1810 cuando estuvieron dadas las condiciones para que ese “grito” hiciera eco en el pueblo esclavizado y aún en las capas privilegiadas, pero discriminadas y reprimidas por el poder peninsular.
Y las condiciones estaban dadas porque el sistema de producción esclavista impuesto por España trababa el desarrollo de las fuerzas productivas, pues la población aumentaba de manera constante, lo mismo que sus necesidades, no así la producción y el comercio debido a las múltiples trabas que el poder español le imponía, con el creciente empobrecimiento y malestar del pueblo esclavizado y demás sectores de la población.
Así, los españoles peninsulares, la Monarquía y la cúpula clerical, se fueron quedando solos, pues aún los criollos, discriminados por el poder y rezagados a cargos de segunda importancia, fueron abrazando la idea de la independencia, que fue ganando más y más adeptos, principalmente entre las castas, negros, mulatos, mestizos e indígenas.
Dicen que los pueblos crean a los hombres que necesitan en un momento histórico determinado, y así surgieron gigantes del pensamiento y de la acción como Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Josefa Ortiz de Domínguez, Ignacio Allende, Mariano Abasolo e Ignacio Aldama, entre muchos otros, influidos por la Revolución Francesa (1789) y la independencia norteamericana (1776), por las ideas de Voltaire, Rousseau, Montesquieu y Secondant, que aplicaron aquí de acuerdo a lo que cada uno de ellos, y en conjunto, pensaron que debería ser el movimiento de independencia.
Sin embargo, debido a la participación en masa del pueblo esclavizado, ese movimiento fue más allá de la lucha por nuestra independencia sólo formal respecto a España, transformándose en una verdadera revolución, con un profundo sentido social, condenando y luchando contra la esclavitud, contra las trabas a la producción y al comercio, contra el acaparamiento, contra el despojo de tierras a los indígenas, contra la discriminación y en general contra el sistema de dominio impuesto por España en nuestro territorio.

Importancia y lecciones de la Revolución de Independencia

La Revolución de Independencia, la de Reforma y la Revolución Mexicana iniciada en 1910, son parte de un todo, de un solo movimiento revolucionario que ha tenido, desde sus inicios, tres propósitos fundamentales: el logro de la independencia nacional plena (económica y política), la elevación constante del nivel de vida del pueblo y la ampliación del régimen democrático.
La lucha por nuestra independencia iniciada en 1810 tuvo el mérito de haber dado origen a la nación mexicana y ser el punto de partida de nuestro movimiento revolucionario que, bajo otras condiciones, hoy se mantiene vivo y no morirá hasta que cumpla con sus tres propósitos arriba señalados.
Recientemente dijo Calderón que la principal lección de la lucha por nuestra independencia es la necesaria UNDIDAD DE TODOS los mexicanos en los momentos difíciles: FALSO. Esta es una idea que rata de confundir y desmovilizar al pueblo en la lucha por sus derechos y dividir a los mexicanos progresistas.
La Revolución de Independencia NO UNIÓ A TODOS los habitantes de la Nueva España: unió al pueblo esclavizado, y a personajes y capas de los sectores privilegiados, pero también discriminados y reprimidos por el poder peninsular.
UNIÓ A LA INMENSA MAYORÍA, eso sí, a las fuerzas revolucionarias y progresistas de ese entonces, contra la opresión española. SI TODOS SE HUBIERAN UNIDO no habría habido la necesidad de una lucha armada tan cruenta como la que se dio.
Es cierto, ya para 1821 la causa de la independencia era abrazada casi por unanimidad en la naciente patria mexicana, pero ya se había derramado mucha sangre, principalmente de indígenas y mestizos.
Entonces la LECCIÓN, y la necesidad de hoy, es esa: la UNIDAD en la acción de todas las FUERZAS PROGRESISTAS en contra de los neoliberales de fuera y de dentro del gobierno panista, en contra de la oligarquía que nos gobierna, para llevar nuevamente a Palacio Nacional los ideales de Hidalgo, Morelos, Benito Juárez, Villa, Zapata, Lázaro Cárdenas y de Vicente Lombardo Toledano, antes de que la sangre de los mexicanos se empiece a derramar nuevamente.
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