¿Desde cuándo los lobos dialogan y proponen alianzas con las ovejas?
El Informe de los lobos.
El pasado miércoles 3 de septiembre, Felipe Calderón envió un mensaje a la Nación con motivo de la entrega al Congreso de la Unión de su III Informe de Gobierno, en un acto en el que se evitó la presencia del pueblo y donde los invitados fueron cuidadosamente seleccionados por el propio Poder Ejecutivo para evitar desagradables sorpresas.
Por su contenido, características y orientación, dicho mensaje no requiere, ni merece, un análisis amplio ni sesudo para descubrir su esencia y propósitos. Pleno de demagogia y ambigüedad fue, aunque parezca contradictorio, claro: el gobierno panista, a pesar de la crisis y de sus dramáticas consecuencias para el pueblo y la nación, no está dispuesto a modificar, ni en lo más mínimo, su política económica neoliberal, al contrario, planea insistir en ella, continuarla y profundizarla.
El plan de los lobos.
Lo anterior implica que Calderón, como ya lo confirmó con su paquete económico para el 2010 dado a conocer recientemente por el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, pretende continuar con su política de privatizaciones de lo poco que queda en manos de la nación, como el petróleo, la electricidad, la seguridad social y la educación; además, desea modificar el artículo 123 constitucional y la Ley Federal del Trabajo en un sentido contrario a los intereses de la clase trabajadora, y, por si lo anterior fuera poco, forzar la “salida de la crisis” en base a un mayor sacrificio del empobrecido pueblo mexicano, fomentando mayor desempleo y creando más impuestos, así como aumentando los precios de los servicios y productos que el Estado proporciona, como el diesel, la gasolina, el transporte, el agua potable y la electricidad, entre otros. Este es su “gran plan anticrisis”.
Lobos con piel de oveja.
Partiendo de esta realidad, no comprendemos cómo es posible que alguien crea que el llamado de Calderón al “diálogo” y a una “gran alianza” de “todos” los mexicanos sea serio, toda vez que no da ni el más mínimo signo de rectificación de las políticas económicas que aplica su gobierno, claramente negativas, antipopulares, antinacionales y generadoras de la crisis.
Sin embargo, lo realmente increíble es que, de manera inmediata y sin mediar reflexión alguna, ciertos dirigentes de partidos políticos de origen progresista, personajes que inclusive se dicen hasta de izquierda, hayan aceptado, sin condición alguna, el falso llamado calderonista, y se hayan sentado ya a la misma mesa con altos dirigentes del partido en el gobierno en una actitud por demás irresponsable, servil y oportunista.
La estrategia de las ovejas.
Es ingenuo e infantil pensar que el gobierno panista, por voluntad propia, aceptará o llevará a cabo cambios en la política económica neoliberal o dará un llamado “golpe de timón” en materia económica.
La única manera en la que la situación puede cambiar a favor del pueblo mexicano es substituyendo a este gobierno de la gran burguesía reaccionaria nacional y trasnacional, por otro que esté formado sólo por las fuerzas democráticas, patrióticas y progresistas de México, por auténticos representantes de los pequeños y medianos empresarios y comerciantes mexicanos, de los obreros, de los campesinos, de los maestros, de los intelectuales progresistas, de los profesionistas, científicos y técnicos mexicanos, de los pescadores, de los jóvenes, de las mujeres y de los millones de mexicanos sin empleo.
Para que un gobierno de este tipo se haga realidad se requiere de la unidad, de una gran alianza, de un gran frente, sí, pero no de “todos” los mexicanos, porque este supuesto calderonista es irreal, tendencioso y demagógico, sino de los mexicanos de pensamiento progresista y democrático que, a pesar de sus diferencias, coincidan en un programa común de carácter avanzado, contrario a las tesis neoliberales, y que apunte a lograr para la patria su independencia económica, política, científica y tecnológica, para los mexicanos un mejor nivel de vida en un plazo mediato e inmediato (no a 30 años como lo ha prometido demagógicamente Calderón), y un régimen verdaderamente democrático en el que la clase trabajadora mexicana esté auténticamente representada en todos los niveles de gobierno, tanto en el ámbito federal y estatal como en el municipal.
Somos más los mexicanos pobres, casi 80 millones, somos más los mexicanos con pensamiento progresista, es una ridícula minoría acaudalada y corrupta la que sostiene en el poder a Calderón, por eso la unidad de las mayorías, de quienes queremos el progreso de México, es tan importante, y de darse sería invencible.
Por una salida mexicana a la crisis.
Hay a quienes les encanta inventar teorías sobre la realidad, o, mejor dicho, inventar la realidad, pero los mexicanos no necesitamos inventar nada, sólo tenemos que abrevar en nuestra experiencia histórica y veremos que fue la unidad de los habitantes de la Nueva España, criollos, indígenas, negros y mestizos, pero de pensamiento revolucionario y humanista, de los que amaban a la naciente patria, encabezados por Miguel Hidalgo y José María Morelos, la que logró la independencia de México respecto a España.
Fue también la unidad de los mexicanos patriotas, avanzados y visionarios, a cuya cabeza se puso el gran Benito Juárez, lo que nos permitió derrotar a mediados del siglo XIX, a un príncipe extranjero que quiso gobernar a México con la ayuda de un grupúsculo de traidores, y además hacer realidad las revolucionarias Leyes de Reforma.
Asimismo, la Revolución Mexicana de 1910 fue obra de una gran alianza, de un gran frente formado por obreros, campesinos, indígenas, rancheros con pensamiento avanzado, la burguesía naciente, intelectuales revolucionarios, etc., sectores que, aún con sus fuertes contradicciones internas, lucharon por derrotar a la dictadura latifundista de Porfirio Díaz, pero además por lograr nuestro desarrollo con independencia económica y política plena, elevar el nivel de vida del pueblo y ampliar nuestro régimen democrático, metas históricas y permanentes de los mexicanos de todas la épocas y tiempos.
Ahí, en nuestra experiencia histórica, están las respuestas que necesitamos para superar la crisis que hoy padecemos. Cien o 200 años son muchos para un hombre, pero insignificantes para la historia de un pueblo, por eso se equivocan quienes señalan que la Revolución Mexicana murió o es ya obsoleta: sus principios y objetivos esenciales están vivos, plenamente vigentes, y nos toca a nosotros aplicarlos creativamente a las circunstancias actuales en beneficio de la nación y del pueblo mexicano.
-o-
“Asumir los costos políticos”
Si el “cambio” y las medidas económicas que plantea el gobierno neoliberal fueran positivos para el pueblo y la nación en el corto, o por lo menos en el mediano o largo plazo, el PAN y Calderón no estarían preocupados por “asumir los costos políticos” de las mismas, sino seguros de cosechar los aplausos y el reconocimiento del pueblo, y de la Historia.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
http://ababor-roberto.blogspot.com
El Informe de los lobos.
El pasado miércoles 3 de septiembre, Felipe Calderón envió un mensaje a la Nación con motivo de la entrega al Congreso de la Unión de su III Informe de Gobierno, en un acto en el que se evitó la presencia del pueblo y donde los invitados fueron cuidadosamente seleccionados por el propio Poder Ejecutivo para evitar desagradables sorpresas.
Por su contenido, características y orientación, dicho mensaje no requiere, ni merece, un análisis amplio ni sesudo para descubrir su esencia y propósitos. Pleno de demagogia y ambigüedad fue, aunque parezca contradictorio, claro: el gobierno panista, a pesar de la crisis y de sus dramáticas consecuencias para el pueblo y la nación, no está dispuesto a modificar, ni en lo más mínimo, su política económica neoliberal, al contrario, planea insistir en ella, continuarla y profundizarla.
El plan de los lobos.
Lo anterior implica que Calderón, como ya lo confirmó con su paquete económico para el 2010 dado a conocer recientemente por el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, pretende continuar con su política de privatizaciones de lo poco que queda en manos de la nación, como el petróleo, la electricidad, la seguridad social y la educación; además, desea modificar el artículo 123 constitucional y la Ley Federal del Trabajo en un sentido contrario a los intereses de la clase trabajadora, y, por si lo anterior fuera poco, forzar la “salida de la crisis” en base a un mayor sacrificio del empobrecido pueblo mexicano, fomentando mayor desempleo y creando más impuestos, así como aumentando los precios de los servicios y productos que el Estado proporciona, como el diesel, la gasolina, el transporte, el agua potable y la electricidad, entre otros. Este es su “gran plan anticrisis”.
Lobos con piel de oveja.
Partiendo de esta realidad, no comprendemos cómo es posible que alguien crea que el llamado de Calderón al “diálogo” y a una “gran alianza” de “todos” los mexicanos sea serio, toda vez que no da ni el más mínimo signo de rectificación de las políticas económicas que aplica su gobierno, claramente negativas, antipopulares, antinacionales y generadoras de la crisis.
Sin embargo, lo realmente increíble es que, de manera inmediata y sin mediar reflexión alguna, ciertos dirigentes de partidos políticos de origen progresista, personajes que inclusive se dicen hasta de izquierda, hayan aceptado, sin condición alguna, el falso llamado calderonista, y se hayan sentado ya a la misma mesa con altos dirigentes del partido en el gobierno en una actitud por demás irresponsable, servil y oportunista.
La estrategia de las ovejas.
Es ingenuo e infantil pensar que el gobierno panista, por voluntad propia, aceptará o llevará a cabo cambios en la política económica neoliberal o dará un llamado “golpe de timón” en materia económica.
La única manera en la que la situación puede cambiar a favor del pueblo mexicano es substituyendo a este gobierno de la gran burguesía reaccionaria nacional y trasnacional, por otro que esté formado sólo por las fuerzas democráticas, patrióticas y progresistas de México, por auténticos representantes de los pequeños y medianos empresarios y comerciantes mexicanos, de los obreros, de los campesinos, de los maestros, de los intelectuales progresistas, de los profesionistas, científicos y técnicos mexicanos, de los pescadores, de los jóvenes, de las mujeres y de los millones de mexicanos sin empleo.
Para que un gobierno de este tipo se haga realidad se requiere de la unidad, de una gran alianza, de un gran frente, sí, pero no de “todos” los mexicanos, porque este supuesto calderonista es irreal, tendencioso y demagógico, sino de los mexicanos de pensamiento progresista y democrático que, a pesar de sus diferencias, coincidan en un programa común de carácter avanzado, contrario a las tesis neoliberales, y que apunte a lograr para la patria su independencia económica, política, científica y tecnológica, para los mexicanos un mejor nivel de vida en un plazo mediato e inmediato (no a 30 años como lo ha prometido demagógicamente Calderón), y un régimen verdaderamente democrático en el que la clase trabajadora mexicana esté auténticamente representada en todos los niveles de gobierno, tanto en el ámbito federal y estatal como en el municipal.
Somos más los mexicanos pobres, casi 80 millones, somos más los mexicanos con pensamiento progresista, es una ridícula minoría acaudalada y corrupta la que sostiene en el poder a Calderón, por eso la unidad de las mayorías, de quienes queremos el progreso de México, es tan importante, y de darse sería invencible.
Por una salida mexicana a la crisis.
Hay a quienes les encanta inventar teorías sobre la realidad, o, mejor dicho, inventar la realidad, pero los mexicanos no necesitamos inventar nada, sólo tenemos que abrevar en nuestra experiencia histórica y veremos que fue la unidad de los habitantes de la Nueva España, criollos, indígenas, negros y mestizos, pero de pensamiento revolucionario y humanista, de los que amaban a la naciente patria, encabezados por Miguel Hidalgo y José María Morelos, la que logró la independencia de México respecto a España.
Fue también la unidad de los mexicanos patriotas, avanzados y visionarios, a cuya cabeza se puso el gran Benito Juárez, lo que nos permitió derrotar a mediados del siglo XIX, a un príncipe extranjero que quiso gobernar a México con la ayuda de un grupúsculo de traidores, y además hacer realidad las revolucionarias Leyes de Reforma.
Asimismo, la Revolución Mexicana de 1910 fue obra de una gran alianza, de un gran frente formado por obreros, campesinos, indígenas, rancheros con pensamiento avanzado, la burguesía naciente, intelectuales revolucionarios, etc., sectores que, aún con sus fuertes contradicciones internas, lucharon por derrotar a la dictadura latifundista de Porfirio Díaz, pero además por lograr nuestro desarrollo con independencia económica y política plena, elevar el nivel de vida del pueblo y ampliar nuestro régimen democrático, metas históricas y permanentes de los mexicanos de todas la épocas y tiempos.
Ahí, en nuestra experiencia histórica, están las respuestas que necesitamos para superar la crisis que hoy padecemos. Cien o 200 años son muchos para un hombre, pero insignificantes para la historia de un pueblo, por eso se equivocan quienes señalan que la Revolución Mexicana murió o es ya obsoleta: sus principios y objetivos esenciales están vivos, plenamente vigentes, y nos toca a nosotros aplicarlos creativamente a las circunstancias actuales en beneficio de la nación y del pueblo mexicano.
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“Asumir los costos políticos”
Si el “cambio” y las medidas económicas que plantea el gobierno neoliberal fueran positivos para el pueblo y la nación en el corto, o por lo menos en el mediano o largo plazo, el PAN y Calderón no estarían preocupados por “asumir los costos políticos” de las mismas, sino seguros de cosechar los aplausos y el reconocimiento del pueblo, y de la Historia.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
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