miércoles, 4 de junio de 2008

Crisis alimentaria, producto del hombre, no de la naturaleza.

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

Es verdad que, desde siempre, la humanidad ha sufrido hambrunas y escasez de alimentos en diferentes momentos y etapas de su desarrollo, que han diezmado e inclusive desaparecido a civilizaciones enteras. Desde la comunidad primitiva, pasando por el esclavismo y el feudalismo, y hasta antes de la Revolución Industrial y de la Científico-Técnica, de los siglos XVIII, XIX y XX, las fuerzas productivas desarrolladas por el hombre no eran suficientes para defenderse y superar los embates de la naturaleza, el hambre y las enfermedades, sufriendo la humanidad las consecuencias de ello, pero principalmente las clases más desprotegidas.
Sin embargo, hoy, en la época del imperialismo, la última etapa del sistema capitalista, las fuerzas productivas, es decir, los conocimientos y habilidades del hombre, las máquinas, la computación, la robótica, los medios e instrumentos de producción, la ciencia y la técnica, han alcanzado un grado tal de desarrollo que es inconcebible, ilógico, absurdo y hasta trágico, que fenómenos como la aparente falta de alimentos, el hambre, la desnutrición y cierto tipo de enfermedades, afecten y preocupen aún a la humanidad.

El verdadero rostro de la crisis alimentaria de hoy.

La razón de lo que hoy está pasando es sencilla: los dueños de los conocimientos, patentes, mercancías, máquinas, medios e instrumentos de producción, de la ciencia y de la técnica, e inclusive de la fuerza de trabajo del hombre, que se ha convertido en una mercancía, y la peor pagada, son los grandes países capitalistas desarrollados, sus gobiernos y los monopolios trasnacionales del mundo.
Ellos, a nombre de la sacrosanta “libertad de comercio” y de la intocable e imperturbable Ley de la Oferta y la Demanda, utilizan esas fuerzas productivas, esos avances logrados por toda la humanidad, no en beneficio de la misma, para mejorar su alimentación, salud, cultura, educación, vivienda, etc., sino en su propio provecho, en lo que les reditúe ganancias, por ejemplo, en la guerra, en el desarrollo de armamento cada vez más sofisticado y mortífero, gastando cientos de miles de millones de dólares cada año en ese propósito.
Así, la lógica de los monopolios es producir sólo lo que les deje ganancias, en la proporción que ellos desean, no producir lo que las personas necesitan. Si el arroz, el trigo, el sorgo y el maíz los hacen ganar, los siembran, los producen, los utilizan para generar combustibles, si no, no los siembran, esconden los productos, los almacenan, acaparan, especulan e inclusive los destruyen, hasta que alcancen los precios que les permitan obtener las ganancias a las que se creen con derecho, aunque millones de niños en el mundo se mueran de hambre. Para eso sirve la llamada Bolsa de Futuros de Chicago: para especular con el hambre del mundo.
Es cierto que el cambio climático, el calentamiento global, el deterioro ambiental, han afectado la producción de alimentos en general, pero estos fenómenos son causados igualmente por la gran industria contaminante y por los gobiernos de los países capitalistas desarrollados, que se niegan a utilizar fuentes de energía alternas y no contaminantes, que realizan pruebas con armas atómicas, que destruyen bosques y selvas, y que no dejan de verter en la atmósfera los gases de efecto invernadero que produce la gran industria.

La crisis alimentaria en México.

Lo mismo, pero a otra escala, sucede en nuestro país. Tenemos los recursos humanos, materiales, económicos, agua suficiente y tierra de buena calidad, para producir los alimentos que necesitamos, y mucho más, pero no se hace. ¿Por qué?
La Revolución Mexicana iniciada en 1910 sentó las bases para el desarrollo impetuoso de nuestras fuerzas productivas con el objetivo de que el pueblo de México elevara constantemente su nivel de vida, se ampliara nuestro régimen democrático, lográramos nuestro desarrollo agrícola e industrial, y nuestra independencia económica, política, científica y tecnológica, y, por supuesto, alimentaria.
E íbamos bien, hasta hace 25 años, pues los mexicanos, después de la Revolución elevamos considerablemente nuestro promedio y nivel de vida, de ser un país latifundista y agrícola, pasamos a ser un país agrícola-industrial, creándose cientos de empresas del Estado, naciendo junto con ello la industria nacional en manos de mexicanos, surgió la Seguridad Social, la educación pública y la clase trabajadora vio plasmados sus derechos fundamentales en el artículo 123 de la Constitución y en la Ley Federal del Trabajo, se crearon y se dio impulso a instituciones como el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así como a decenas de centros de investigación. Nuestra independencia y soberanía nacional, en todos los aspectos, se consolidaron.
En relación al campo y a la producción de alimentos, surgió y se fortaleció el sistema ejidal, que demostró ser altamente productivo mientras verdaderamente se le apoyó, alcanzándose cosechas récord de productos como el arroz, por ejemplo, hasta mediados de los años ochentas, cuando se empezaron a aplicar las políticas neoliberales en el campo.
El artículo 27 de la Constitución le dio fortaleza y seguridad a los ejidatarios, se destruyeron los latifundios y la tierra se repartió, formándose los ejidos. A los ejidatarios se les otorgaron créditos oportunos y baratos, se les apoyó en la comercialización de sus productos, se inició la mecanización y tecnificación del campo, todo ello con la creación de instituciones como la CONASUPO, BANRURAL, FERTIMEX (fertilizantes), PRONASE (semillas), SESA (maquinaria para el campo), etc.

La política neoliberal en el campo, causa de nuestra crisis alimentaria.

Es fácil echarle la culpa de nuestra crisis y dependencia alimentaria a factores externos y a la falta de “reformas estructurales”, cuando la verdadera causa de estos fenómenos es la aplicación en el campo mexicano de las políticas económicas neoliberales impuestas por los Estados Unidos, que nuestros gobiernos, desde 1982, han aplicado servilmente y sin protestar.
En primer lugar, durante el gobierno de Salinas se reformó el artículo 27 constitucional y se inició la privatización de los ejidos, aplicándose aceleradamente el cínico, demagógico y tramposo Programa de Certificación de Derechos Ejidales (PROCEDE), para darle la propiedad de la tierra a los ejidatarios, sabiendo que éstos, debido a su miseria y abandono por parte del gobierno, la empezarían a vender y a rentar a los nuevos latifundistas, nacionales y extranjeros. Así, el latifundismo ha resurgido en el campo mexicano, los ejidatarios venden o rentan sus tierras y por miles se van a los Estados Unidos, huyendo de la miseria en la que se encuentran.
Hoy no hay créditos oportunos y baratos para los ejidatarios y auténticos pequeños propietarios de tierra, sólo para los neolatifundistas (políticos corruptos y grandes empresarios nacionales y extranjeros metidos a rancheros), tampoco hay maquinaria ni sistemas de riego para ellos, ni fertilizantes, careciendo también de capacitación, asesoramiento, precios de garantía o de apoyos para la comercialización de sus productos.
Así, se reformó el artículo 27 constitucional, el ejido se desintegra y la CONASUPO, BANRURAL, PRONASE, FERTIMEX y SESA han desaparecido, y con ello nuestra autosuficiencia alimentaria. Hoy importamos cerca de las tres cuartas partes de los alimentos que consumimos, y se los compramos principalmente a los Estados Unidos, y, mientras, nuestros campesinos se debaten en la miseria. Este es el resultado de la aplicación de las políticas neoliberales en el campo. ¿Quién pues ha resultado beneficiado? La respuesta está a la vista.

Declaraciones y acciones suicidas.

Ante todo lo anterior, las declaraciones y acciones del gobierno panista de Felipe Calderón y de los grandes empresarios y comerciantes, como los afiliados a la COPARMEX y la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD), son demagógicas, electoreras y suicidas.
Abrir completamente nuestras fronteras a la importación de granos, aumentar en 120 pesos mensuales los apoyos de Oportunidades, anunciar apoyo técnico a algunos “productores” sin definir a cuáles (ejidatarios o neolatifundistas), no tener un programa amplio, definido e integral para el campo, aceptar que los precios de los alimentos básicos seguirán aumentando por 10 años más, y declarar que la “libertad de comercio” y la Ley de la Oferta y la Demanda deben prevalecer sobre todas las cosas, aunque el pueblo, los campesinos en especial, se mueran de hambre, son acciones y declaraciones verdaderamente irresponsables y suicidas.
¿Qué nuestros gobernantes y la cúpula empresarial no han leído la Historia de México? ¿No saben que cuando hay hambre, no valen nada los rangos, riquezas, palacios, residencias, apellidos, chequeras, ni tarjetas de crédito? ¿No se dan cuenta de que el sistema injusto que han creado está construido sobre arena y que en cualquier momento se les puede derrumbar? ¿Quieren eso para sus hijos, para nuestros hijos, para todas las nuevas generaciones de mexicanos? Las medidas anunciadas para enfrentar la crisis alimentaria sólo pretenden mantener la pobreza y la miseria en los niveles actuales, y eso no es un mérito, además de que no lo lograrán.

Retomar los principios revolucionarios del agrarismo mexicano, la solución.

Sabemos que es imposible pedirle al gobierno de Felipe Calderón que retome los principios que dieron origen a la Reforma Agraria en nuestro país, porque para esto se requeriría derrotar a la derecha en el poder y formar un gobierno de Democracia Nacional, es decir, integrado sólo por las fuerzas progresistas, de izquierda y revolucionarias del país, incluyendo a partidos, organizaciones, y pequeños y medianos empresarios, comerciantes e industriales con mentalidad nacionalista.
Pero mientras tanto, mientras eso se logra, debemos exigir al gobierno panista que tome de manera urgente las siguientes medidas para enfrentar la crisis alimentaria:
1.- Elaborar un programa científico e integral para el desarrollo del campo mexicano, dirigido principalmente a los ejidatarios y auténticos pequeños propietarios rurales, que contenga metas a lograr a corto, mediano y largo plazo, los granos y alimentos a los que se les debe dar prioridad en base a nuestras necesidades y a los diferentes tipos de suelo que existen en el territorio nacional.
2.- Eliminar el PROCEDE y ponerle un alto definitivo a la venta y renta de tierras ejidales.
3.- Destinar en el Presupuesto de Egresos de la Federación de cada año, mayores recursos a la producción agrícola, ganadera, pesquera y forestal.
4.- Canalizar obligatoriamente el crédito privado al campo, principalmente a los ejidatarios y auténticos pequeños productores rurales, con el aval del Estado.
5.- Dotar a dichos sectores de créditos oportunos y baratos, maquinaria, sistemas de riego, semillas, fertilizantes a bajos precios, además de capacitación y asesoría técnica, involucrando en ello a las instituciones públicas de enseñanza a nivel superior y medio superior, así como a los centros de investigación relacionados con el campo.
6.- Establecer precios de garantía para los productos del campo y crear un organismo para la compra de las cosechas por parte del Estado a precios justos, evitando así la especulación, el acaparamiento, el intermediarismo y el encarecimiento de los granos y demás productos básicos.
7.- Dejar de realizar obras suntuosas y no prioritarias, revisar los ingresos de los altos y medios funcionarios de gobierno, ajustándolos de tal manera que no sean ofensivos ante la pobreza en la que vivimos 70 millones de mexicanos, y todos esos recursos canalizarlos al campo.
8.- Renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), principalmente en su Capítulo Agropecuario, así como renegociar y reestructurar nuestra injusta e impagable deuda externa, y privatizar el IPAB-Fobaproa, para que esos enormes recursos se apliquen al campo para la producción de alimentos.
9.- La delincuencia se debe combatir no sólo con métodos policiacos y represivos, sino fundamentalmente erradicando la pobreza, por tanto, es necesario y urgente invertir más en este último aspecto dado que la violencia que se podría generar por un encarecimiento desmedido de los alimentos o por la falta de los mismos, sería infinitamente más grave que la que hoy genera la delincuencia organizada.
10.- Castigar con cárcel a los especuladores, acaparadores y encarecedores de los alimentos, que lucran con el hambre del pueblo.

EL POEMA.

El gobierno como artista.

Se invierte mucho dinero en la construcción de palacios y estadios.
El Gobierno se asemeja con ello a un joven artista,
a quien el hambre no arredra cuando se trata de hacer famoso su nombre.
Además, el hambre que no arredra al gobierno es el hambre de los otros,
es decir, la del pueblo.

Bertolt Brecht.

Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
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