viernes, 7 de marzo de 2014

Democracia y Reforma Política

Por: Roberto Escamilla Pérez.

¿Qué aspectos o elementos debemos tomar en cuenta para determinar si en un país existe un verdadero régimen democrático? ¿El hecho de que existan varios partidos políticos y se realicen elecciones periódicamente significa que hay democracia? ¿La llamada alternancia en el poder implica necesariamente que exista democracia? ¿La división de Poderes la garantiza?

Democracia y sociedad

La definición más general, común y aceptada para la palabra “democracia” es “el poder del pueblo” o “el gobierno del pueblo”, de acuerdo a sus raíces griegas. Sin embargo, el problema no está en su etimología y definición, sino en la interpretación y aplicación de este concepto a la realidad en una sociedad, país, Estado, gobierno o sistema económico determinado.
Así, en la historia de la humanidad se acepta que han existido cinco sistemas de producción económica diferentes: la comunidad primitiva, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo y el socialismo. ¿Cuál de ellos fue, ha sido o es el que más se ajusta a lo que la palabra “democracia” implica según la definición anteriormente dada?
Desde luego, viéndolo en perspectiva y a varios siglos de distancia, podemos distinguir y aceptar más o menos sin dificultad que la comunidad primitiva fue más democrática que la sociedad esclavista y el feudalismo, porque mientras que en la primera se tomaban las decisiones colectivamente y en beneficio de la gens o la tribu, y los bienes materiales eran distribuidos de acuerdo a las necesidades de cada uno de sus integrantes, en las otras dos eran los esclavistas y los señores feudales (una ridícula minoría) quienes tomaban todas las decisiones, eran dueños inclusive de las personas y se quedaban con prácticamente la totalidad de las riquezas producidas por la inmensa mayoría de la gente.
Sin embargo, para los esclavos y peones o siervos, no fue nada fácil darse cuenta de que la explotación, violencia, sumisión y miseria en la que vivían no eran producto de un orden de las cosas (natural o divino) eterno, y de que lo que les presentaban sus amos como tal no era más que producto de un orden económico, político y social destinado a mantener el dominio y explotación de la mayoría por parte de unos cuantos privilegiados.
Así, pasaron siglos enteros para que las condiciones objetivas (materiales) cambiaran y los explotados tomaran conciencia de su situación, se organizaran y lograran cambios revolucionarios en sus respectivas sociedades, y la evolución a etapas superiores de existencia y desarrollo.   

La democracia burguesa

Hoy, a quienes vivimos bajo un régimen capitalista, es decir, a la mayor parte de la humanidad, nos pasa exactamente los mismo que lo que les ocurría a los esclavos y siervos: la burguesía nos ha hecho creer que vivimos en una sociedad democrática, y que este régimen y orden de las cosas perdurará por la eternidad, cuando ninguna de estas dos ideas es verdadera.
La llamada democracia burguesa o capitalista es en realidad una verdadera dictadura de una minoría en contra de la inmensa mayoría del pueblo, porque, en primer lugar, esta última vive en una situación de pobreza tal que le impide en la práctica, en la realidad, pensar en política y organizarse para luchar por sus intereses, preocupada solamente por la incertidumbre de si tendrá lo necesario para alimentarse al día siguiente.
Además, en los países capitalistas desarrollados y subdesarrollados, las leyes e instituciones electorales están diseñadas para dar cabida sólo a los partidos de los diferentes sectores de la burguesía, manteniendo marginados, sin registro y hasta en condiciones de ilegalidad, a los partidos comunistas, socialistas, marxistas-leninistas, de izquierda o de la clase obrera.
Otra característica importante de esta “democracia” es el control que ejercen los partidos de la burguesía, el gobierno y los grandes empresarios sobre la mayoría de los sindicatos, anulándolos como instrumentos de lucha en favor de los trabajadores.
Por último, un rasgo común de la democracia burguesa es la dictadura de los grandes monopolios de la comunicación, que anula, en la práctica, la libertad de expresión y de manifestación de las ideas de la mayoría del pueblo, al que impone la manera de pensar que a la gran burguesía nacional y trasnacional conviene.

La democracia en México

Si bien la Revolución Mexicana iniciada en 1910 fue una revolución democrático-burguesa, es decir, dirigida por la burguesía con el propósito de llevar a nuestro país al capitalismo, también es verdad que tuvo las características de ser, además, un movimiento popular y antimperialista, porque en ella participó el pueblo (indígenas, campesinos y obreros) y porque se propuso el logro de la independencia económica y política de la nación.
De esta manera, las características muy peculiares de nuestro movimiento revolucionario trajeron igualmente avances en el campo de la democracia y en lo político-electoral, primero porque logró un avance extraordinario en la elevación del nivel de vida del pueblo en lo que se refiere a la educación, salud, alimentación, empleo, ingresos, etcétera.
Asimismo, se concedió el derecho al voto a la mujer; se estableció en la Constitución el voto libre, universal, secreto y directo; se aprobó una ley electoral con la que se creó un sistema de partidos políticos; se instituyeron los diputados de partido o plurinominales, y partidos de la clase obrera, como el Popular Socialista (PPS) y el Comunista Mexicano (PCM), pudieron participar en las elecciones, y tener representantes en la Cámara de Diputados y aún en el Senado de la República.
Si bien algunos minimizan y menosprecian la democracia surgida de la Revolución Mexicana, que sobrevivió hasta la llegada al poder de los neoliberales, era claramente superior a las “democracias” de los países desarrollados, como los Estados Unidos, donde existen dos partidos políticos con registro que sólo representan los intereses de los diversos grupos monopólicos, y a la que hoy tenemos en México, donde la clase trabajadora vive en la miseria y no tiene voz ni representación alguna en las instancias de Poder, exactamente igual que en la “democracia” norteamericana.

La Reforma Política: un gran banquete al que el pueblo no está invitado

La llamada Reforma Política propuesta por Peña Nieto y aprobada recientemente por diputados y senadores, solamente da continuidad a las reformas a las leyes electorales, a la “ciudadanización” de los organismos electorales y a la creación del Tribunal Federal Electoral (Trife), que tuvieron lugar durante los últimos 30 años de gobiernos neoliberales priistas y panistas, y a las llamadas candidaturas independientes o ciudadanas, a la iniciativa ciudadana y a las consultas populares, aprobadas durante el pasado gobierno panista de Calderón Hinojosa.
¿Qué fue lo que ahora se aprobó? Principalmente la reelección de diputados federales, senadores, diputados locales y presidentes municipales y el incremento del 2 al 3% de la votación para que un partido político conserve su registro.

¿Beneficiará esta reforma al pueblo mexicano?

Definitivamente no. ¿En qué nos benefició el Trife y la “ciudadanización” de los organismos electorales? En nada, pues el Trife y el IFE han sido instrumento de la derecha para negar y arrebatar el registro a partidos de verdadera izquierda como el PPS, y para entrometerse en la vida interna de los partidos progresistas y democráticos, muy al estilo del fascismo, mientras que los grupos y posiciones de derecha se han fortalecido en todas las instancias y organismos electorales.
El mayor “logro” de estas primeras reformas electorales fue el llevar al poder a un panista reaccionario hijo de extranjeros, Vicente Fox, sujeto ignorante que sólo dio continuismo a las políticas neoliberales iniciadas por el priista Miguel de la Madrid en 1982.
Por otra parte, a las candidaturas “ciudadanas” o “independientes”, a la iniciativa “ciudadana” y a las consultas populares, sólo tendrán acceso las clases privilegiadas.
Es más, estas modalidades de participación político-electoral abrirán las puertas a la injerencia directa en las elecciones a los grandes empresarios reaccionarios, a los narcotraficantes y a la delincuencia organizada, que son los únicos, aparte de los partidos y el gobierno, que tienen el poder económico para lanzar sus candidaturas o las de sus incondicionales, promover iniciativas y proponer consultas populares, no así el pueblo mexicano.
Ya ni se diga de la reelección de diputados federales, senadores, diputados locales y presidentes municipales, pues, como ya señalamos anteriormente, los partidos con registro sólo representan los intereses de los diferentes sectores de la burguesía, desde los de los grandes empresarios hasta los de la pequeña burguesía, pero no los de la clase trabajadora mexicana. ¿Así que en qué podrá beneficiar esto a más de 80 millones de mexicanos que vivimos en la pobreza y en la miseria?

Conclusión  

Para que en un país exista un verdadero régimen democrático es necesaria la combinación de, mínimo, tres factores: un pueblo que no viva en la miseria, un sistema electoral que permita la participación de los partidos de la clase trabajadora y el respecto efectivo al voto universal, libre y secreto.
La existencia de dos o más partidos políticos en un país no garantiza la democracia cuando estos representan sólo los intereses de una clase social, en este caso los de los distintos sectores de la burguesía.
La alternancia del poder no es sinónimo de democracia y eso lo vivimos en nuestro país cuando al panista Fox se le entregó la Presidencia de la República por parte de su antecesor Ernesto Zedillo: la situación material de los mexicanos no mejoró, al contrario, empeoró; los partidos de la clase obrera continuaron en la ilegalidad y los fraudes electorales llegaron a su apogeo.
Por último: ¿De qué sirve la aparente división de Poderes si todos ellos sirven a los intereses de la oligarquía nacional y de los monopolios trasnacionales, y desde los cuales se atacan y violan los derechos de la clase trabajadora mexicana, y de los partidos que defienden sus intereses?
Por todo lo anterior podemos concluir que en México, en nuestro país, no vivimos en una verdadera democracia, sino en una dictadura encabezada por la gran burguesía nacional y trasnacional.

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Oceanografía: la corrupción que viene

El problema con la empresa petrolera “Oceanografía” no consiste sólo en investigar y castigar a los grandes empresarios, miembros prominentes de partidos y a los funcionarios corruptos implicados.
El problema real es que con la Reforma Energética, esta corrupción se institucionalizó, y no nos alcanzarán los abogados, el dinero y los jueces para castigar los actos de corrupción y criminales que se vienen.
Se imaginan cuando a la Exxon, a la Chevron o a alguna otra trasnacional se les descubran actos de corrupción: con su poder y dinero, ¿quién o qué gobierno será capaz de castigarlas?
Entonces regresamos al pasado: Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo por la corrupción de las grandes empresas petroleras trasnacionales, su violación constante a las leyes mexicanas, y la explotación salvaje que hacían de nuestro petróleo sin ningún beneficio para México, así como de la mano de obra barata de los mexicanos. ¡Ahora volveremos a lo mismo, y peor!
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com