jueves, 21 de noviembre de 2013

Sin petróleo no hay Revolución.

Por Roberto Escamilla Pérez.

Existen dos formas de celebrar el aniversario de la Revolución Mexicana iniciada el 20 de noviembre de 1910: una, como algo muerto y sin relación con nuestro presente, como lo hacen el Gobierno y sus partidos, el PRI y el PAN, y quienes prostituyen la política convirtiéndola en un lucrativo negocio.
La otra manera de celebrarla es considerando a la Revolución Mexicana como un proceso vivo, vigente e inconcluso, y que, por tanto, debe ser defendido e impulsado por las presentes y futuras generaciones de mexicanos hasta su conclusión, hasta que logre los objetivos que se propuso: la independencia económica y política plena de la Nación, la elevación constante del nivel de vida del pueblo y la construcción de un régimen verdaderamente democrático.

Sus características esenciales

La mexicana fue una revolución antifeudal, democrático-burguesa, popular y antimperialista. Antifeudal porque destruyó el régimen feudal-terrateniente representado por la dictadura de Porfirio Díaz; democrático-burguesa porque fue dirigida por la burguesía mexicana naciente, entonces revolucionaria, y permitió el desarrollo del modo de producción capitalista en nuestro país, con características propias.
Sin embargo, también fue una revolución popular debido a la participación en ella del pueblo mexicano, es decir, de los campesinos e indígenas, de la naciente clase trabajadora, y de sus líderes e ideólogos, lo que se reflejó en la Constitución de 1917, principalmente en los artículos 3º, 27, 28, 123 y 130 constitucionales, y en los beneficios que trajo a dichos sectores y clases de la sociedad.
Por último, la Revolución Mexicana fue antimperialista como resultado lógico de la reacción del pueblo mexicano a la explotación, saqueo y robo de nuestro territorio, recursos naturales y mano de obra por parte de potencias extranjeras, a lo que dijo “nunca más” en los artículos 27 y 28 constitucionales, que constituyen el sustento ideológico y jurídico de nuestra integridad territorial y soberanía nacional, así como del desarrollo independiente de México.
A pesar de quienes lo niegan, la mexicana fue una verdadera Revolución porque logró que nuestro país diera el salto del feudalismo terrateniente con rasgos de esclavismo, al capitalismo, aunque con sus características particulares, y esto es lo que distingue a las verdaderas revoluciones de las que no lo son: la transformación radical del modo de producción de una sociedad.

Sus objetivos, inconclusos pero vigentes

La Revolución Mexicana iniciada en 1910 tuvo tres objetivos fundamentales: el logro de la independencia económica y política plena de la Nación, la elevación constante del nivel de vida del pueblo y la ampliación del régimen democrático.
Como se ve claramente, hoy estamos más lejos de lograrlos que hace 30 años, porque los gobiernos neoliberales, desde el de Miguel de la Madrid hasta el actual de Peña Nieto, han traicionado a la Revolución Mexicana y pasado por encima de la Constitución de la República con el propósito de entregar nuestras riquezas naturales a las potencias extranjeras, principalmente al imperialismo norteamericano, así como para hacer de México una inagotable fuente de mano de obra barata para las empresas trasnacionales.
Sin embargo, las metas que se propuso nuestra revolución están plenamente vigentes, en primer lugar porque, como ya dijimos, no las hemos alcanzado, y además porque son para esta etapa histórica del desarrollo de la Nación, y sólo después de agotar todo su potencial para el impulso de nuestras fuerzas productivas, podremos pasar a otras fases de evolución más avanzadas, como la construcción de una sociedad sin clases sociales, donde desaparecerá la explotación del hombre por el hombre.

Petróleo y Revolución

La experiencia histórica de los pueblos del mundo y la de los propios mexicanos, desde la lucha por nuestra independencia respecto a España hasta llegar a la Revolución, nos ha enseñado que un país y un pueblo que no posee directamente sus riquezas y recursos naturales de su territorio, y no los maneja para su propio beneficio, está condenado a no ser dueño de su propio destino, a vivir en la pobreza, en la ignorancia y en la dependencia respecto a los países más poderosos y desarrollados.
Pero dentro de estos recursos naturales hoy destaca la importancia de uno de ellos: el petróleo, porque sin él sería inconcebible la sociedad como actualmente la conocemos, lo mismo que los avances científicos y tecnológicos. Todo lo que se mueve y se fabrica requiere, de manera directa o indirecta, del petróleo, por esto su explotación es, además de fácil, un enorme y lucrativo negocio, debido a lo cual es codiciado por los monopolios trasnacionales y el imperialismo norteamericano.
El petróleo y la Revolución Mexicana están íntimamente ligados: sin el primero es inconcebible la segunda, al menos no con la profundidad con la que inició y se desarrolló hasta los años ochenta del siglo pasado.
El 18 de marzo de 1938, el presidente Lázaro Cárdenas, apoyado por la clase trabajadora dirigida por el maestro Vicente Lombardo Toledano, expropió las empresas petroleras que se encontraban en manos de monopolios norteamericanos e ingleses, e inició su nacionalización, que implica poner la industria petrolera al servicio del pueblo y de la Nación.
Al calor y a la sombra de Petróleos Mexicanos (PEMEX), y de miles de empresas del Estado creadas en base a los artículos 27 y 28 constitucionales, se desarrolló la industria nacional en manos de particulares, es decir, la hoy llamada “iniciativa privada”, el pueblo mejoró notablemente su nivel de vida, y creció el prestigio y respeto de México en el mundo gracias a una política exterior progresista, independiente y soberana, basada en los principios constitucionales de no intervención en los asuntos internos de los países y en la solución pacífica de los conflictos internacionales.
Hoy, lo que floreció a la sombra de la Revolución Mexicana, del sector estatal de la economía, se está perdiendo aceleradamente: desaparece la pequeña y mediana industria nacional, el pueblo empobrece, la democracia retrocede, crece nuestra dependencia económica y la política exterior del gobierno está cada vez más supeditada a los intereses del imperialismo norteamericano.
   
Sin petróleo no hay evolución, ni Revolución

Todo organismo vivo, social o biológico, desde la célula y la familia, hasta el ser humano y un país, necesita de elementos fundamentales para sobrevivir: las células requieren de oxígeno y nutrientes; la familia de ingresos, un hogar y ciertos bienes materiales, y el ser humano de alimento y abrigo.
Así, un país requiere de un territorio, de elementos comunes como el idioma y la cultura, de un modo de producción particular, y, finalmente, de recursos humanos y naturales.
Sin dichos elementos es imposible que un país exista, que una nación se desarrolle como tal y que el pueblo que la compone progrese, eleve su bienestar y sea libre, de ahí la importancia de la defensa, sin tregua y sin concesiones, de nuestro petróleo, de PEMEX, y aquí el fundamento de nuestra oposición a las contrarreformas que Peña Nieto pretende hacer a los artículos 27 y 28 constitucionales, porque sin petróleo no hay evolución, ni Revolución.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com

sábado, 9 de noviembre de 2013

La madre de todas las reformas.

“La propiedad y el dominio de todas las riquezas y recursos naturales corresponden a la Nación, y este dominio es directo, inalienable e imprescriptible”.

Por Roberto Escamilla Pérez

Son varias las llamadas “reformas” que desde hace ya algunos años intentan imponer los gobiernos neoliberales priistas y panistas, como la reforma laboral, la educativa, la fiscal, la política, la de la Seguridad Social y la energética, entre otras, pero es ésta última, la energética, a la que podríamos llamar “la madre de todas las reformas” porque, sin restarle importancia al resto, es tan peligrosa la que propone Peña Nieto que podemos asegurar sin temor a equivocarnos que con ella todo está en juego, no sólo la educación pública y la Seguridad Social, sino el futuro de México como nación independiente, así como nuestro bienestar y el de las próximas generaciones de mexicanos, y el peligro de que nuestro remedo de democracia se convierta en un régimen con rasgos fascistas, ya que lo que plantea el gobierno neoliberal es una verdadera contrarreforma a los artículos 27 y 28 constitucionales.

El contenido del 27 constitucional

En particular, el artículo 27 señala que: “La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional corresponde originariamente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares constituyendo la propiedad privada”.
“La Nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público… con objeto de hacer una distribución equitativa de la riqueza pública, cuidar de su conservación, lograr el desarrollo equilibrado del país y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población rural y urbana”.
“Corresponde a la Nación el dominio directo de todos los recursos naturales de la plataforma continental y los zócalos submarinos de las islas; de todos los minerales… los productos derivados de la descomposición de las rocas, cuando su explotación necesite ser utilizadas como fertilizantes; los combustibles minerales sólidos; el petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos, y el espacio situado sobre el territorio nacional, en la extensión y términos que fije el derecho internacional”.
“En los casos a que se refieren los dos párrafos anteriores, el dominio de la Nación es inalienable e imprescriptible…”
“Corresponde exclusivamente a la Nación generar, conducir, transformar, distribuir y abastecer energía eléctrica que tenga por objeto la prestación del servicio público. En esta materia no se otorgarán concesiones a los particulares y la Nación aprovechará los bienes y recursos naturales que se requieran para dichos fines”.
En resumen: la propiedad y el dominio de todas las riquezas y recursos naturales, incluyendo el petróleo, el gas y sus derivados, así como el de la energía eléctrica, corresponde a la Nación, y este dominio es directo, inalienable e imprescriptible. Más claro imposible.

Su significado e importancia

Los artículos 27 y 28 constitucionales, antimperialistas por su origen y contenido, reflejaron la conciencia que ya existía entre los mexicanos de que sin nuestros recursos naturales sería imposible construir una nación independiente y soberana, fuerte y respetada en el ámbito internacional, con un pueblo sano, bien alimentado, y con acceso a la educación y a la cultura.
Gracias a la estricta aplicación de dichos mandatos por parte de gobiernos como el de Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos, se creó y desarrolló un fuerte sector estatal de la economía, formado, hasta mediados de los años ochenta, por miles de empresas del Estado, y complementado con un sistema educativo y de seguridad social públicos, únicos en su tipo en el mundo capitalista.
Lo anterior permitió, en primer lugar, el desarrollo de una auténtica industria nacional a la sombra de las empresas del Estado y, en segundo lugar, la elevación constante del nivel de vida del pueblo, a grado tal que el promedio de vida pasó de menos de 34 años (en 1930), a los más de 75 años que en promedio vive un mexicano en la actualidad.

Treinta años de violaciones a la Constitución

Pero a pesar de que la Constitución es clara y se los prohíbe, violándola y utilizando toda especie de argucias legaloides y “reglamentaciones secundarias”, desde hace más de 30 años los gobiernos neoliberales priistas y panistas empezaron a vender, a malbaratar y a poner en manos de las gran burguesía nacional y de los monopolios norteamericanos las riquezas naturales y las empresas del Estado creadas por el pueblo mexicano, tales como las minas, la industria del acero, los ferrocarriles, la telefonía, puertos, aeropuertos, líneas aéreas, los fertilizantes, carreteras, ingenios azucareros, la propia tierra como resultado de la privatización del ejido, una buena parte de la industria petrolera, como la petroquímica, y otro tanto de la industria eléctrica, entre muchas otras.

Sus resultados

Para el pueblo mexicano, todo este saqueo no tuvo los beneficios prometidos por los gobiernos neoliberales, y los resultados están a la vista: desempleo; bajos ingresos; pobreza y miseria; desnutrición y sus múltiples enfermedades asociadas; insalubridad y falta creciente de los servicios públicos esenciales; déficit de vivienda; disminución del 80 por ciento del poder adquisitivo del salario en los últimos años; carestía de la vida, y como resultado de todo lo anterior, incremento de las adicciones, de la violencia, de la criminalidad y de la inseguridad pública a grados antes insospechados.
Para la Nación, los efectos han sido pérdida de soberanía e independencia respecto a nuestro vecino del norte; una política exterior entreguista y contraria a la que mandata la Constitución; desaparición acelerada de la pequeña y mediana industria y comercio auténticamente nacionales; entrega de parte de nuestro territorio a particulares nacionales y extranjeros (como las playas y los ejidos, por ejemplo), y una cada vez más injusta distribución de la riqueza, surgiendo, por un lado, una nueva “casta divina” encabezada por Carlos Slim, y, por el otro, una masa de 80 millones de mexicanos viviendo en condiciones de pobreza o de miseria.   

Lo que nos queda

Hoy, de todo lo que estaba en manos del pueblo mexicano a través de las empresas del Estado, lo único que nos queda es una parte importante del petróleo y de la electricidad, la educación pública y la Seguridad Social, y parémosle de contar, pero son los recursos energéticos los que, de seguir contando con ellos como patrimonio del pueblo de México, nos van a permitir corregir el rumbo por el que nos han llevado los neoliberales y enfilarnos nuevamente por el camino del progreso, la independencia y la auténtica democracia, que es aquella en la que realmente esté representada la clase trabajadora mexicana en los órganos y Poderes del Estado.
Entonces, la iniciativa de Reforma Energética de Peña Nieto, que se sabe puede “radicalizarse” más hacia la derecha por la alianza que éste promueve con el Partido (de) Acción Nacional (PAN) y con empresarios como Carlos Slim y Emilio Azcárraga, propone cambios a la esencia y a los principios de dichos artículos, cuando, como ya lo vimos, constituyen la base del desarrollo económico independiente del país, del mejoramiento del nivel de vida del pueblo, de nuestra soberanía nacional y de nuestra integridad territorial, es decir, garantizan la existencia misma de México como Nación y el bienestar de los mexicanos.

La más importante de todas las batallas

Así, queda claro que defender el petróleo y la electricidad que se encuentran en manos del Estado, y evitar que se apruebe la contrarreforma energética que propone Peña Nieto, es la más importante de todas las batallas, y debemos darla unidos.
Por ello es importante fortalecer la alianza de todos los mexicanos progresistas y sus organizaciones políticas, obreras, campesinas, estudiantiles, profesionales, científicas, culturales y populares, incluyendo por supuesto a los maestros y a los trabajadores de la salud, así como a todas aquellas personalidades que en lo individual deseen sumarse, sin descartar a nadie, porque dadas las circunstancias, todos y cada uno de nosotros somos insustituibles en esta lucha.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com

sábado, 2 de noviembre de 2013

¡Tú decides!

Por Roberto Escamilla Pérez

Breve reflexión sobre la educación y la lucha magisterial.

1.- Desde la Colonia, y antes de la Revolución Mexicana iniciada en 1910 y de la Constitución de 1917, sólo unos pocos privilegiados tenían derecho a la educación, y las escuelas en México podían contarse con los dedos de las manos.
2.- Después de la Revolución, en el artículo 3º constitucional se estableció el derecho de todos los mexicanos a una educación laica, gratuita, científica y democrática, se construyó un enorme sistema de educación pública y la mayor parte de los mexicanos tuvimos la posibilidad de acceder a ese derecho.
3.- Desgraciadamente, en los últimos 30 años, con los gobiernos neoliberales, la educación pública ha ido perdiendo el rumbo trazado por dicho artículo de la Constitución, el sistema educativo del Estado se ha venido deteriorando y, por el contrario, la educación privada se ha fortalecido a tal grado de que en el país existen hoy dos sistemas educativos paralelos, uno público y el otro privado (formado por las escuelas particulares), con una orientación y propósitos muy distintos, y hasta contrarios.
4.- Hoy, la oligarquía nacional encabezada por Carlos Slim y los monopolios trasnacionales ya no se conforman con las escuelas particulares que tienen en sus manos y pretenden que toda la educación pública se privatice porque saben que les resultaría un gran y lucrativo negocio, y creen que ahora tienen la oportunidad de lograrlo con el gobierno de tendencia fascista de Peña Nieto, quien, efectivamente, representa y defiende sus intereses.
5.- Es cierto que la educación pública adolece de muchas fallas, pero hasta ahora su calidad es igual o mayor que la educación que se imparte en las escuelas particulares, y es muchísimo más barata y accesible.
6.- Si tú que estás leyendo esta reflexión perteneces a la oligarquía nacional, a esas pocas familias que se han hecho ricas gracias a las privatizaciones y a la política económica neoliberal, no te preocupes, porque tus hijos estudian en el extranjero, o si lo hacen en México, vas a poder pagar lo que te pidan para que reciban una educación, y tus nietos van a seguir disfrutando de ese derecho que los neoliberales están convirtiendo en todo un privilegio.
7.- Pero si tú eres maestro, campesino, obrero o empleado como yo, tienes alguna profesión, perteneces a la llamada “clase media” o si eres un pequeño o mediano industrial, empresario o comerciante, pues sí tienes que preocuparte porque gracias a la “Reforma Educativa” de Peña Nieto tendrás que pagar más para que tus hijos puedan ir a las escuelas públicas o a las privadas, y si las cosas siguen como van, los hijos de tus hijos NO VAN A PODER IR NI A LA PRIMARIA, como ocurría en la época de la esclavitud, de la Colonia o durante la dictadura de Porfirio Díaz, y no es exageración.
8.- Así que tú decides: o alzas la voz y te unes a la lucha pacífica en contra la “Reforma Educativa” de Peña Nieto (que además de ser privatizadora, anula los derechos laborales de los maestros), o te callas y condenas a tus hijos, nietos y bisnietos a la ignorancia y al analfabetismo, y a continuar viviendo en un ambiente de violencia e inseguridad cada vez más peligroso e insoportable.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com