martes, 2 de febrero de 2010

Regalo de Año Nuevo para los “surrealistas”.

Por Roberto Escamilla Pérez.

En su época, a todos aquellos políticos e intelectuales que interpretaban de manera equivocada la realidad, ya sea por ignorancia o por así convenir a sus mezquinos intereses, Vicente Lombardo Toledano los calificó como “surrealistas”, “porque se zurran en la realidad”, explicaba.
No se trata de señalar con estas palabras a todo aquel que no coincida con nuestras ideas, no, sino a aquellos que diciéndose progresistas, y hasta de “izquierda”, se empeñan en acomodar la realidad a sus muy estrechos y torcidos criterios, casi siempre con un afán oportunista y persiguiendo mayor poder económico y político, sin tomar en cuenta para nada los intereses del pueblo y de la nación, siempre contrarios, por esencia, a sus oscuros propósitos.
Hoy los modernos “surrealistas”, autonombrados como la “izquierda moderna”, con el sueño de hacerse del poder en algunos estados de la República donde se llevarán a cabo elecciones, como Oaxaca, Durango e Hidalgo, de manera oportunista, cínica, pero sobre todo ingenua, concretan alianzas nada menos que con el enemigo del progreso del pueblo mexicano, de su Revolución y de nuestra Constitución, antítesis de la democracia, aliado del imperialismo norteamericano e instrumento de los grandes empresarios nacionales y extranjeros, y del clero político: el Partido (de) Acción Nacional (PAN).
Son oportunistas porque lo único que quieren es el poder por el poder mismo, no para servir desde él al pueblo mexicano, sino para servirse de él; son cínicos porque no les importa pisotear, frente a todo mundo, los principios y programa de sus partidos, y las ideas que dicen sustentar, y son ingenuos porque creen que van a aventajar al PAN en dichas alianzas, cuando este partido de la derecha tradicional será el único y real beneficiado.
Así pensaban y actuaban los antiguos “surrealistas”. Cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se encontraba en el poder, decían: no importa qué partido llegue, con tal de sacar al PRI del poder, y si llega el PAN será entonces más fácil derrotarlo. La realidad de hoy demuestra cuán equivocados estaban, y cuán errónea y perjudicial para las causas del pueblo fue esa estrategia, misma que hoy sus herederos pretenden aplicar.
Por ello, sin afán presuntuoso, porque las ideas expuestas en ella no son un descubrimiento de un servidor, sino fruto de la experiencia de lucha del pueblo mexicano y ya planteadas desde hace muchos años por genios al servicio de la clase obrera como Lombardo Toledano, va para los “surrealistas” que aún tengan un gramo de vergüenza y dignidad, pero principalmente para los mexicanos bien nacidos, la siguiente:

Guía práctica para la toma del poder en ocho pasos:

1.- Aceptar que el camino abierto por la Revolución Mexicana iniciada en 1910 está aún vigente y que, por tanto, es necesario continuar la lucha por la independencia nacional, la ampliación del régimen democrático y la elevación constante del nivel de vida del pueblo.
2.- Considerar que las políticas económicas neoliberales aplicadas desde el régimen de Miguel de la Madrid Hurtado hasta el actual, de Felipe Calderón, son contrarias a dicho camino y, por tanto, a los intereses del pueblo y de la nación mexicana.
3.- Reconocer que el enemigo principal del pueblo mexicano, de su progreso, es el imperialismo norteamericano, y sus aliados en México, es decir, el Partido (de) Acción Nacional, los grupúsculos de neoliberales incrustados en todos los partidos con registro, los grandes empresarios aliados a las empresas trasnacionales y el clero político, que han sido, también, los enemigos históricos de la Revolución Mexicana y los principales impulsores de las políticas económicas neoliberales.
4.- Admitir, entonces, que el resto de los mexicanos, es decir, los obreros, los pequeños y medianos empresarios nacionales, los profesionistas y técnicos, los maestros, los intelectuales progresistas, los campesinos, los peones agrícolas, los estudiantes, las amas de casa, los desempleados, los comerciantes ambulantes, los indígenas, los trabajadores en general, y los partidos políticos de origen democrático y revolucionario, tenemos uno, varios o muchos puntos de coincidencia que van en el sentido del logro de la independencia nacional, la ampliación del régimen democrático, la elevación del nivel de vida del pueblo y contra las políticas económicas neoliberales.
5.- Tener la decisión de llevar al campo práctico, de la vida diaria, esas coincidencias, estableciendo alianzas y acciones conjuntas sobre cuestiones concretas en defensa de los intereses de cada uno de los sectores del pueblo mexicano y de la nación, dejando a un lado las discrepancias y haciendo énfasis en lo que nos une, concientes de que esta actitud no va en contra de los principios, ni de la independencia de los individuos, organizaciones y partidos involucrados.
6.- En el campo electoral, luchar por construir un gran Frente Nacional, Democrático, Patriótico, Antiimperialista y Antineoliberal, con un programa o Plataforma Electoral nacionalista y progresista, que le dé un nuevo impulso a la Revolución Mexicana, actualizando su programa, adaptándolo a las condiciones de hoy para avanzar en el logro de la independencia nacional, la ampliación del régimen democrático y la elevación constante del nivel de vida del pueblo mexicano.
7.- En los procesos electorales, tanto federales como estatales, aunque sería lo deseable, no considerar imprescindible postular un candidato común de este gran Frente, toda vez que lo que en verdad importa son las coincidencias, las acciones conjuntas y los compromisos para derrotar a la derecha neoliberal aliada del imperialismo norteamericano, y llevar a los diferentes ámbitos del poder a personalidades progresistas, nacionalistas, democráticas, que se comprometan a llevar a la práctica los compromisos y el programa avanzado pactado.
8.- Una vez derrotada la derecha panista, y con ello a todos los grupos neoliberales, establecer un Gobierno de Democracia Nacional, es decir, un gobierno en el que participen, en todos los ámbitos, sólo individuos, organizaciones y partidos políticos del campo progresista, excluyendo a todo elemento de derecha aliado al clero político o a intereses trasnacionales, un gobierno que sea intolerante con los actos de corrupción, por mínimos que sean, un gobierno, por tanto, no unipartidista, sino conformado por todas las fuerzas progresistas de México.

Conclusión

Decirse de izquierda o progresista y no tomar en cuenta estas consideraciones producto de la experiencia histórica de lucha del pueblo mexicano, es conducirse, más temprano que tarde, al desprestigio, a la derrota política y electoral, y a la extinción: ningún partido político progresista, ninguna personalidad por más popular que sea, podrá llegar y consolidarse en el poder sin el concurso de todos los mexicanos que queremos el progreso, una auténtica democracia y la independencia cabal de nuestra patria, mucho menos cuando, errando en la estrategia y en la táctica, se realizan alianzas con los enemigos del pueblo, que son, hoy por hoy, los neoliberales de dentro y de fuera del poder público.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
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