jueves, 22 de octubre de 2009

Derogación del decreto de liquidación de Luz y Fuerza del Centro y respeto al SME: demandas del pueblo mexicano.



“Cuando los de arriba hablan de paz, el pueblo sabe que habrá guerra”
Bertolt Brecht.

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

De un plumazo, y en un acto de auténtica traición a la patria, quien se ostenta como titular del Poder Ejecutivo de la Nación, Felipe Calderón Hinojosa, decretó la desaparición, o liquidación, de la compañía de Luz y Fuerza del Centro (LyFC), asestando al mismo tiempo un duro golpe a una organización obrera histórica, y una de las más combativas, democráticas e independientes del país, el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), que en los últimos años se había sumado decididamente a la lucha en contra de las privatizaciones y de la política económica de los gobiernos de derecha emanados tanto del PRI como del PAN.
Con ello, Calderón dejó sin empleo a cerca de 45 mil mexicanos, y sin sustento, seguridad social y demás prestaciones a igual número de familias, lo que en sí constituye una acción criminal y muestra la verdadera cara de su gobierno y de su partido, Acción Nacional.

Justificaciones, pretextos y mentiras.

En el fondo de estas acciones la derecha pretende el logro de dos de los objetivos que se propuso desde que asumió el poder hace ya aproximadamente 27 años: la privatización de la industria eléctrica y la destrucción del sindicalismo en general, pero en especial de los sindicatos revolucionarios e independientes. Para ello se valen de infinidad de argucias y mentiras, y, por supuesto, de todos los medios económicos y propagandísticos a su alcance, que son enormes.
El desprestigio permanente de las empresas en manos del Estado y de los sindicatos a través de los medios masivos de comunicación es parte importantísima de esta estrategia para convencer a los mexicanos que dichas empresas son ineficientes y una carga para el pueblo, y que los sindicatos son nidos de corrupción, y de canonjías y privilegios mal habidos, generalizando acerca de sus líderes.
Dividir a las organizaciones de los trabajadores y corromper a sus dirigentes es otro aspecto a destacar de esta manera de actuar de la derecha neoliberal en el gobierno, lográndolo en no pocos casos, convirtiendo a las organizaciones obreras en instrumentos a su servicio, deformando su vida democrática interna y anulándolas como defensoras de los intereses de sus agremiados, del pueblo y de la nación.
Si bien el desprestigiar a las empresas del Estado desde fuera le dio ciertos resultados, hoy que la derecha panista se encuentra en el poder, actúa como un virus mortal que socava desde dentro a estas empresas que pertenecen al pueblo de México, promoviendo su descapitalización, su ineficiencia y su estancamiento en relación a los avances científicos y tecnológicos, todo con el propósito de tener el pretexto perfecto para privatizarlas.

¿Los problemas de LyFC son culpa de los trabajadores y de su sindicato?

Por supuesto que no. Infinidad de veces el propio SME ha demostrado, con datos reales y concretos, con argumentos sólidos, que no es así, y ahí están sus numerosas publicaciones y documentos, y las declaraciones que en días recientes sus líderes han realizado como parte de la defensa de su organización, de su fuente de trabajo y de una empresa que pertenece a todos los mexicanos, no al gobierno.
El sindicato ha señalado que la situación de LyFC se debe a varios factores, entre ellos a la incapacidad de quienes han sido sus administradores, pero también a un intencional mal manejo de la misma con el propósito concreto de desaparecerla, primero, y luego privatizar el servicio, concedérselo a la gran burguesía nacional y trasnacional que ya están como buitres al acecho.
Asimismo, los trabajadores han denunciado desde siempre el enorme subsidio del que gozan los grandes industriales asentados en el área de servicio de LyFC, así como funcionarios federales, además de las deudas millonarias que arrastran distintas dependencias federales y el descarado robo de energía eléctrica que estos grupos privilegiados del sistema practican, todo en detrimento de esta empresa propiedad de la nación.

¿Es LyFC una carga para el pueblo mexicano?

Hablemos de verdaderas cargas para el pueblo: el IPAB-Fobaproa y la deuda externa, en los que se gastan miles de millones de dólares anuales para premiar la corrupción de los grandes banqueros, en el caso del primero, y para engrosar las arcas del imperio norteamericano y mantenernos en el subdesarrollo y la dependencia, en el segundo caso, mientras que el pueblo sufre de desempleo y miseria.
También los regímenes especiales de los que gozan los grandes empresarios a través de los cuales el Estado deja de percibir miles de millones de pesos en impuestos que deberían ser ocupados en la generación de empleos, en educación, salud, vivienda, etc., derechos de los que carecen millones de compatriotas.
Pero hay otras pesadas lozas que el pueblo carga sobre sus espaldas, el propio gobierno de Felipe Calderón es una de ellas, porque los mexicanos le pagamos a nuestro propio enemigo, y situación similar sucede con el Instituto Federal Electoral (IFE), el Tribunal Federal Electoral (Trife) o la Suprema Corte de Justicia de la Nación, entre otras instituciones infectadas por el virus panista neoliberal.

¿Es LyFC una empresa ineficiente?

Diversos países del mundo saben de la triste experiencia de contar con una industria eléctrica en manos de las trasnacionales, de particulares, entre ellos Argentina, Inglaterra, Chile y los propios Estados Unidos, donde, por ejemplo, se han registrado enormes apagones que han afectado a ciudades enteras, a millones de personas y que han dejado pérdidas económicas millonarias, como el del 14 de agosto del 2003, que afectó a ocho estados de la Unión Americana, a 50 millones de personas y dejó pérdidas diarias de tres mil millones de dólares.
A pesar de todo lo que el gobierno pueda decir de LyFC, esto no sucede en nuestro país y es gracias precisamente a que esta empresa no pertenece a un puñado de ricos, sino al pueblo mexicano, y a la labor diaria que realizan los trabajadores electricistas afiliados al SME.
Además, los habitantes de dichos países, pero especialmente el pueblo trabajador, sufre el cobro de altísimas tarifas, pagando relativamente mucho más por el servicio que las clases privilegiadas.
Lo anterior es pues lo que nos espera si permitimos que LyFC y la CFE, y la energía eléctrica en general, queden en manos de la gran burguesía nacional y trasnacional.
En el centro del país, ni en ninguna región del mismo, se han registrado los problemas que han sufrido y sufren los países mencionados, tenemos problemas, sí, lo mismo que grandes deficiencias que afectan a los mexicanos en este sentido, pero no son atribuibles al hecho de que la industria eléctrica esté en manos del Estado, sino a los que transitoriamente la han manejado, en este caso a los neoliberales priístas y panistas que han gobernado al país en los últimos 27 años y que están interesados en privatizarla.
Finalmente, el SME advirtió desde hace muchos años del hecho de que las diversas administraciones de LyFC no proporcionaban a los trabajadores los instrumentos, herramientas y condiciones necesarias para dar un adecuado mantenimiento, ampliar el servicio y mejorar las instalaciones, así como para su modernización, y, sin embargo, esto no fue pretexto para que los sindicalizados olvidaran sus obligaciones para con la nación y los mexicanos, cumpliéndolas lo mejor posible aún a expensas de su propia economía, de su vida y de su seguridad personal.

Enfrentar al pueblo contra los electricistas: estrategia perversa.

Hoy, para el gobierno panista neoliberal el SME es el responsable de las deficiencias de LyFC, del desempleo, de la miseria en la que viven 20 millones de mexicanos y hasta de la crisis. ¡Caramba, que poder tienen los electricistas para hacer estas cosas tan malas! Y además, dicen los panistas, gozan de grandes e ilegítimos privilegios que son un insulto para el resto de los mexicanos. ¡Cuánta maldad hay en ese sindicato!
A este grado ha llegado la campaña, de claros tintes fascistas, que se ha desatado en los medios masivos de comunicación, especialmente en Televisa y TV-Azteca, en contra del SME, con el propósito de desprestigiarlo, y aislarlo de quienes deberían constituir su más grande apoyo: el pueblo de México, al que quieren enfrentarlo. Pero no lo han logrado, ni lo lograrán, y eso quedó demostrado en la gran marcha realizada el pasado 15 de octubre.
¿Que los del SME gozan de privilegios inmerecidos, ilegales, ilegítimos y vergonzosos? No, disfrutan de los derechos que la Ley Federal del Trabajo otorga a todos los trabajadores de México, pero también de los que les da su Contrato Colectivo de Trabajo, fruto de una larga y dura lucha llevada a cabo en los 95 años de su existencia. Ellos los han sabido defender y hacer valer.
Gozan de los salarios, prestaciones y condiciones de trabajo que todos los trabajadores mexicanos deberíamos tener, a los que deberíamos aspirar, porque nuestro México es tan rico en recursos naturales y humanos que serían suficientes para que todos los mexicanos tuviéramos el mismo nivel de vida del que gozan no sólo los trabajadores electricistas de LyFC y de la CFE, sino los de Pemex, del IMSS y los maestros afiliados al SNTE.
Sin embargo, resulta que desgraciadamente la riqueza está pésimamente repartida, porque mientras México ha dado al mundo al hombre más rico, Carlos Slim (fruto de la privatización de Telmex), 80 millones de mexicanos vivimos en condiciones de pobreza.
¿Por qué los medios no cuestionan la riqueza de los Azcárraga, de los Salinas, de los Mouriño o de los Slim? Porque estamos acostumbrados a ver como natural que unas cuantas personas se enriquezcan de manera descomunal a costa del trabajo y sufrimiento de cientos, miles y millones de trabajadores. Porque la explotación del hombre por el hombre en el capitalismo es legal, no es punible, no se castiga, y la riqueza obtenida a través de ella hasta causa admiración y respeto, siendo que es una acción tan baja y tan vil, tan injusta, que debería ser erradicada para siempre de la faz de la Tierra, como algún día sin duda sucederá.

Las empresas del Estado y los números rojos.

En este conflicto generado por el gobierno panista neoliberal debemos considerar algo muy importante: el objetivo de una empresa del Estado es completamente diferente al de una perteneciente a la iniciativa privada. La empresa particular tiene como principal objetivo la obtención de una ganancia para el capitalista, mientras que una empresa del Estado tiene como propósito central proporcionar un bien o un servicio al pueblo y a la nación, no la obtención de ganancias, por lo que eso de que LyFC trabaja con números rojos es un argumento mañoso y manipulador.
De lo anterior se deduce que la energía eléctrica en manos de particulares resultaría carísima para el pueblo mexicano puesto que buscarían que su empresa fuera rentable, les dejara aceptables márgenes de ganancia. La iniciativa privada tiene dos maneras de lograr este propósito: incrementando arbitrariamente el costo del servicio, una, y, otra, aumentando la explotación de los trabajadores, haciendo que la labor que antes realizaban 10 obreros, por ejemplo, ahora la hagan cinco, despidiendo al resto, intensificando así la jornada laboral para los que tengan la “fortuna” de quedarse, y disminuyendo además sus prestaciones y salarios.

¿Por qué el SME?

El PAN, debido a su origen, ideología y a los intereses que representa, los de la gran burguesía nacional y trasnacional, ha sido siempre enemigo de los sindicatos revolucionarios, y hoy el SME es, además, el primer obstáculo que tiene que enfrentar el gobierno de derecha en su pretensión de privatizar la industria eléctrica.
Asimismo, este sindicato se ha granjeado un odio particular de la derecha debido a su historia y a su carácter combativo, y particularmente a su posición de vanguardia en la lucha contra la política económica neoliberal pues fue el núcleo del Frente Nacional de Resistencia Contra la Privatización de la Industria Eléctrica (FNRCPIE), y participante activo y permanente de las movilizaciones que diferentes sectores del pueblo de México realizan en protesta por dicha política.
Son esos los “pecados” que han cometido los electricistas, y por los cuales están siendo castigados por el dedo implacable y “justiciero” de un gobierno intolerante, que no cree en el diálogo sino en la aplicación de la fuerza y la represión en contra de sus enemigos de clase y adversarios políticos e ideológicos, a los cuales tiene plenamente identificados.

Calderón se gana un lugar destacado en la historia de México.

Por su magnitud, gravedad y por lo que significa para cualquier país del mundo la industria eléctrica, el golpe dado por el gobierno panista neoliberal en contra de LyFC y del SME constituye, además de una acción de claros tintes fascistas, un enorme retroceso en el camino de construir un régimen verdaderamente democrático y una patria económicamente más independiente, camino que perdimos desde hace ya cerca de 27 años con la ascensión de los neoliberales al poder.
Estas acciones, además de poner en grave riesgo la paz social en nuestro país debido a las circunstancias de crisis y de pobreza en las que se dan, traerán “daños colaterales” para el propio gobierno panista, pues, como ya estamos viendo, harán crecer la conciencia entre el pueblo mexicano de las consecuencias que acarrea el hecho de que la derecha gobierne México, e incentivarán a las fuerzas progresistas, democráticas y antiimperialistas a unirse en un solo y gran frente para derrotar, y derrocar, a los neoliberales en el poder.
Pocos hechos en la historia de nuestro país hay tan viles y tan bajos como el realizado por el gobierno panista en contra de los trabajadores electricistas y de una empresa propiedad de la nación, y con ello Calderón se ha ganado a pulso un lugar en la historia de México al lado de personajes tan destacados como el usurpador Victoriano Huerta y el dictador Porfirio Díaz. Felicidades “Señor Presidente. Su Majestad”.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
http://ababor-roberto.blogspot.com

martes, 6 de octubre de 2009

Por una salida mexicana a la crisis.

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

“Que pague más quien más tiene, menos quien menos tiene y nada quien nada posea”


Nadie puede negar que los revolucionarios mexicanos de todas las épocas estuvieron influidos por ideas, doctrinas o principios que tuvieron su origen en otros pueblos, en otros países, pero que, por ser de carácter avanzado y promotores del progreso de los pueblos y de las naciones del mundo, se volvieron universales y fueron adoptados por ellos, aplicándolos de acuerdo a las condiciones y circunstancias de nuestra patria, pero también que rechazaron todas aquellas tesis contrarias al avance de la humanidad, impuestas por lo general por las clases y países dominantes con el fin de sojuzgar y someter a otros.

Los primeros pasos hacia el abismo.

Así, hace ya aproximadamente 27 años, durante el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado, a nuestro pueblo, a la patria mexicana, les fueron impuestas, por parte del gobierno norteamericano, de las trasnacionales y de sus instrumentos financieros como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), tesis reaccionarias en el ámbito social, político y económico, resumidas en lo que hoy llamamos neoliberalismo.
Nuestro México, que hasta ese momento, aunque con obstáculos y traiciones, había avanzado por su propia ruta, por el camino abierto por la Revolución Mexicana iniciada en 1910, empezó a ser conducido hacia un callejón sin salida, hacia el abismo, primero por los grupos reaccionarios que siempre han existido al interior del Partido Revolucionario Institucional (PRI), encabezados por Salinas de Gortari, y después por el partido de la derecha mexicana, tradicional enemigo de todo progreso, el Partido (de) Acción Nacional (PAN), instrumento de la gran burguesía nacional y trasnacional, y del clero político.

Inicia la resistencia a las políticas neoliberales.

Es en aquella época en la que se inicia, por parte de los sectores y partidos más avanzados y consecuentes, la resistencia, la lucha en contra de las ideas neoliberales y de la política económica aplicada por los gobiernos federales, siendo sus momentos más destacados el combate parlamentario que, desde aquellos años, libraron los diputados federales del Partido Popular Socialista (PPS) y el debate ideológico de altura que este partido impulsó a nivel nacional para desenmascarar el carácter reaccionario del neoliberalismo, o del llamado “liberalismo social” como lo bautizó Salinas de Gortari.
Partiendo de esa lucha de carácter ideológico, de la toma de conciencia de importantes sectores del pueblo mexicano y del descontento que se empezó a generar, inclusive al interior del propio PRI, entonces en el gobierno, surgió el Frente Democrático Nacional (FDN), organismo formado por el propio PPS, la llamada Corriente Democrática (CD), salida del PRI, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), y que lanzó como candidato a la Presidencia de la República en las elecciones federales de 1988 a Cuauhtémoc Cárdenas.
Ya casi al final de una exitosa y gran campaña, a la candidatura del FDN se sumó el llamado Partido Mexicano Socialista (PMS), antecedente, junto con la CD, del PRD, con su candidato Heberto Castillo, quien se había quedado prácticamente solo y aislado del gran movimiento popular que se había gestado en torno al Frente.
A partir de entonces las movilizaciones en contra de las políticas económicas neoliberales aumentaron, sumándose a la lucha decenas de organizaciones de todo tipo, como el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), el de Teléfonos de México, el del IMSS y el de la UNAM, entre los más destacados, contra los cuales el gobierno panista ha enfocado su política antisindical de corte fascista para tratar de dividirlos y hacer que desistan de la lucha consecuente que llevan a cabo a favor de sus legítimos derechos y de los intereses del pueblo y de la nación.
Posteriormente surgió el Frente Amplio Progresista (FAP), un movimiento popular más vigoroso y combativo, aunque aún falto de un programa tan avanzado y completo como el que tuvo el FDN en 1988, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, movimiento al que le fue arrebatada la Presidencia de la República en el 2006, y en el que el pueblo de México y sus sectores más progresistas tienen puestas sus esperanzas.

Al borde del abismo.

El camino por el que hasta ahora nos han conducido los gobiernos neoliberales nos tiene cerca del abismo, al borde de una confrontación violenta entre los mexicanos, y ha sumido al pueblo en la más grande miseria y desesperación.
La privatización de la economía nacional, de la tierra y de las instituciones de gobierno, y la que se hace de manera permanente con la educación pública y la seguridad social; la contención salarial y, por consecuencia, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios; la disminución del presupuesto destinado a la educación, a la salud, y a la ciencia y tecnología; la política antisindical del gobierno federal; la eliminación de subsidios directos al pueblo y la creación de otros destinados a premiar la incapacidad y corrupción de la gran burguesía (como el IPAB-Fobaproa).
Además, el aumento de los impuestos y la creación de nuevos; el encarecimiento de productos y servicios que proporciona el Estado a sus diferentes niveles (como el transporte, la recolección de basura, el agua potable, el diesel y la gasolina); la apertura indiscriminada a las inversiones extranjeras; el comerciar casi exclusivamente con los Estados Unidos de Norteamérica, y otras políticas de gobierno de corte neoliberal, lo único que han conseguido es agudizar las contradicciones propias del régimen capitalista dependiente y subdesarrollado en el que vivimos, generar la crisis que estamos padeciendo y poner en grave peligro la paz social en nuestro país.

La salida mexicana a la crisis.

Más de lo mismo es el camino que propone el gobierno federal panista, la reacción y los neoliberales en general, es lo que “recomiendan” todos los días el FMI y el BM, instrumentos financieros de los países imperialistas, y hoy hasta la devaluada Organización de las Naciones Unidas (ONU), ahora poniendo de pretexto a los pobres entre los pobres; pero este camino ya es rechazado por la inmensa mayoría de mexicanos, por todos los que no votamos por el PAN en las elecciones federales realizadas en este año, por el simple hecho de que esas políticas van en contra del progreso y del pueblo y de la nación.
Para salir de la crisis sólo existe una vía, un camino, el abierto por la Revolución Mexicana iniciada en 1910, que se propuso el logro de tres objetivos fundamentales: nuestra plena independencia política y económica respecto de las potencias extranjeras, la elevación constante del nivel de vida del pueblo mexicano y la ampliación de nuestro régimen democrático.
Este camino de progreso propone que en lugar de privatizar se deben fortalecer las empresas del Estado, y nacionalizar aquellas industrias y recursos naturales que sean estratégicos para un desarrollo independiente y con progreso social del país; establece que lejos de debilitar al ejido se le debe proteger y dotarlo de las condiciones necesarias para hacerlo nuevamente productivo, y base de la producción y de la autosuficiencia alimentaria de nuestro país, como lo fue en el pasado; señala que en vez de debilitar la educación pública y la seguridad social, se debe aumentar su presupuesto para hacerlas de mayor calidad y con cobertura universal, apegadas siempre al espíritu constitucional.
Se propone sustituir la política de contención salarial por otra que haga que los salarios recuperen su poder adquisitivo, fortaleciendo así el mercado interno y mejorando el nivel de vida de los mexicanos; en lugar de disminuir el presupuesto destinado a ciencia y tecnología, y a las instituciones de educación superior, impulsa su incremento real para lograr nuestro pleno desarrollo e independencia en este aspecto, y su vinculación con nuestra economía.
Antes que pensar en eliminar subsidios destinados al pueblo, se propone crear empleos para que los primeros se hagan innecesarios, y, eso sí, desaparecer aquellos destinados a enriquecer a los más ricos, como el IPAB-Fobaproa, en el que se gastan miles de millones de pesos de manera criminal; en sustitución de la política de aumentar los precios en los bienes y servicios que proporciona el Estado y los particulares, este camino revolucionario implica implementar el control de precios y la escala móvil de salarios.
Lejos de aumentar los impuestos y crear otros, señala que se debe implementar una política fiscal integral bajo el principio de que paguen más quienes más tienen, menos quienes menos tienen y nada quienes nada posean; en vez de que nuestro país siga siendo un paraíso para las inversiones extranjeras, se propone regular su presencia en nuestro territorio, admitiéndolas sólo con carácter complementario, en áreas no estratégicas de la economía y en las que no signifiquen un peligro para nuestra seguridad, desarrollo e independencia nacional, impulsando, por lo contrario, a la pequeña y mediana industria nacional.
Finalmente, la vía abierta por la Revolución Mexicana implica que en lugar de comerciar casi exclusivamente con los Estados Unidos de Norteamérica, urge diversificar nuestro comercio exterior para hacerlo con la mayor cantidad de países posibles y en condiciones de real beneficio mutuo, porque de esta manera nuestro país evitará la dependencia enfermiza que hoy padecemos respecto a la economía norteamericana.

Un camino probado.

Implementar estas medidas es una garantía para darle una salida progresista a la grave crisis por la que atravesamos, porque contribuirían a aliviar las contradicciones que le dieron origen, es decir, habría una menos injusta distribución de la riqueza, aumentaría el bienestar del pueblo y el poder adquisitivo de los salarios, se fortalecería el mercado interno y la economía nacional empezaría a crecer sostenida y sanamente, con independencia y progreso social, fórmula que no inventamos nosotros, sino que es fruto de la experiencia acumulada por los mexicanos desde su lucha por la Independencia hasta la época actual, pasando por la Reforma y la Revolución Mexicana iniciada en 1910.
Sin embargo, el gobierno federal panista nunca pondrá en práctica estas medidas debido a su esencia reaccionaria, por estar al servicio de la gran burguesía nacional y trasnacional, por ello la importancia de vigorizar al FAP y al movimiento encabezado por López Obrador, de convertirlos en un gran frente, lo más amplio posible, de las fuerzas democráticas, patrióticas, progresistas y antiimperialistas, continuador de las luchas históricas del pueblo mexicano, para hacer realidad la formación de un gobierno integrado por dichas fuerzas y capaz de implementar un programa como el ya señalado.
Parafraseando al maestro Vicente Lombardo Toledano, genial líder de la clase obrera mexicana, diríamos que la Revolución es como un tren, en cuyo trayecto unos se suben y otros se bajan, pero que al final, más temprano que tarde, inevitablemente llegará a su destino, y a cada uno de nosotros, como individuos o como organizaciones, nos corresponde decidir si lo abordamos y arribamos junto con él al México con el que soñaron Hidalgo, Juárez, Morelos, Villa, Zapata, Madero, los Flores Magón, Lázaro Cárdenas y el propio Vicente Lombardo Toledano, entre muchos otros grandes mexicanos.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com
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