miércoles, 20 de febrero de 2008

martes, 19 de febrero de 2008

México 1810… 1910… ¿2010?

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

“Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”. Luis Donaldo Colosio.

Ante mis ojos tengo una lista de los diputados federales panistas y priístas, de la LV Legislatura federal, que aprobaron, en diciembre de 1991, las contrarreformas al artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, propuestas por el entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, y que tuvieron como propósito principal privatizar y destruir el ejido.
En esta lista destacan nombres como los de Felipe Calderón Hinojosa (panista, hoy Presidente de la República con el rechazo de la mayoría de los mexicanos), Diego Fernández de Ceballos (PAN) y Miguel Ángel Yunes Linares (entonces del PRI y hoy flamante director del ISSSTE del gobierno panista), entre muchos otros.
Mientras que la mayoría de estos ex diputados hoy aún gozan de los frutos de su traición a la patria, como producto de dichas reformas reaccionarias ha resurgido el latifundio en el campo, el ejido desaparece rápidamente, los conflictos por tierra aumentan, miles de campesinos huyen hacia los Estados Unidos de Norteamérica o hacia las ciudades para poder sobrevivir, y su miseria y desesperación son cada vez mayores.
Los pretextos que se manejaron para, en aquel entonces, modificar el 27 constitucional y destruir el ejido, son en esencia los mismos que hoy se plantean para privatizar la industria petrolera y eléctrica, la seguridad social y la educación pública: el ejido es “ineficiente e improductivo”, hay que “modernizarlo”, “eficientarlo”, para aumentar la producción en el campo y “mejorar” las condiciones de vida de los campesinos.
A los hombres del campo se les dijo que habían sido inmaduros, casi deficientes mentales, pero que ya habían llegado a la “mayoría de edad”, que debería dárseles “seguridad” en la tenencia de la tierra, convertirlos en “dueños” de sus parcelas y tener la “libertad” de hacer con ellas lo que quisieran.
Pero sucedió que, y esto los neoliberales sabían que iba a ocurrir, los ejidatarios, en medio de su miseria y desesperación generada por las mismas políticas del gobierno, ante la falta de créditos oportunos y baratos, precios de garantía, insumos, fertilizantes, maquinaria, sistemas de riego y mercado para sus productos, se han visto obligados a rentar o a vender las tierras ejidales a grandes empresarios nacionales y extranjeros, y a políticos corruptos y ambiciosos, surgiendo latifundios capitalistas y los antes ejidatarios se están convirtiendo en peones en sus propias tierras, más miserables y desesperados que nunca, carentes en lo absoluto de prestaciones sociales y de una organización que defienda sus derechos como trabajadores asalariados del campo.
No vamos a hablar, por esta vez, acerca de la falsedad de las aseveraciones de los neoliberales respecto al ejido, porque la realidad que estamos viviendo demuestra de manera clara y contundente que sus argumentos constituyeron un engaño y una traición al pueblo mexicano y a nuestra patria, bastaría sólo hacer, tal vez, un mapa de los propietarios de tierras de hace 16 años y compararlo con uno de ahora, y entonces veríamos que los viejos ejidos hoy están en manos de ricos extranjeros y nacionales de muy “ilustres” apellidos, hacia quienes sí canaliza grandes apoyos el gobierno neoliberal y la banca extranjera.
Sólo agregaremos, por ahora, que quien asumió la defensa consecuente del ejido en la Cámara de Diputados, y la encabezó, fue el Partido Popular Socialista (PPS), apoyado por destacados miembros de la fracción parlamentaria del Partido de la Revolución Democrática (PRD), como Alejandro Encinas y Rosalvina Garavito Elías, asumiendo su responsabilidad ante la historia, con honor y para orgullo de las nuevas generaciones de mexicanos.

Aprendamos de nuestra experiencia histórica.

En la Revolución de Independencia de 1810 y durante el periodo de la Revolución Mexicana comprendido entre 1910-1917, su etapa armada, muchos caciques, latifundistas, hacendados y curas reaccionarios y enemigos del pueblo fueron fusilados, vieron allanadas sus propiedades y regresadas al pueblo sus posesiones y riquezas mal habidas, en acciones llevadas a cabo por miles de revolucionarios, principalmente campesinos desesperados, “con hambre y sed de justicia”. Esto sucede en casi todas las revoluciones: es tocado y destruido todo lo que las clases privilegiadas creían intocable e indestructible.
Ningún mexicano sensato quiere que estos hechos violentos vuelvan a ocurrir, pero esto lo deberían tomar en cuenta, y muy seriamente, todos los que hoy dirigen los destinos de México, tanto a nivel federal, estatal y municipal, particularmente ahora que estamos por celebrar, en el 2010, el bicentenario del inicio de la lucha por nuestra independencia y el centenario del inicio de la Revolución Mexicana, pues son lecciones que no debemos olvidar.

EL POEMA.

CUANDO LLEGA EL MOMENTO DE MARCHAR,
MUCHOS NO SABEN
que su enemigo marcha a la cabeza.
La voz que los manda
es la voz de su enemigo.
El que habla del enemigo
es el propio enemigo.

Bertolt Brecht.

Correo electrónico:a_babor@hotmail.com

sábado, 16 de febrero de 2008

sábado, 9 de febrero de 2008

¿QUIÉN ATENTA CONTRA LA VIDA EN EL PLANETA?

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

“War is over! (If you want it)”. John Lennon.

A lo largo de su existencia, dos han sido las ocasiones en las que la humanidad ha estado en auténtico peligro de desaparecer: durante los años de la llamada Guerra Fría (1945-1991), por el peligro de desatarse una guerra nuclear, y hoy, cuando, aún sin descartarse este riesgo, nos enfrentamos a la enorme contaminación de todo tipo de la que está siendo objeto nuestro planeta y al acelerado cambio climático que esto ha traído consigo.
Por ello, millones de personas en el mundo, miles de organizaciones de todo tipo, políticos, científicos, intelectuales, deportistas, artistas, cantantes, estrellas de cine, etc., cada uno desde su punto de vista, en la esfera de su actividad, se han pronunciado por ponerle un alto a esta desbocada e irracional contaminación y así detener sus catastróficos efectos que ya empezamos a resentir.
Sin embargo, el problema es determinar el origen, la causa real, del fenómeno de la contaminación del planeta, y qué, quién o quiénes son los responsables de la misma, y a partir de esto incidir, atacar el fenómeno desde su origen, y revertir, así, sus letales y catastróficos efectos sobre la Tierra, que afectan a todos y cada uno de los que la habitamos.

¿Qué es lo que está en riesgo?

De acuerdo a datos científicos, la Tierra, nuestro planeta, nació hace aproximadamente 4 mil 500 millones de años, y tras una lenta y complicada transformación se crearon las condiciones para que en ella surgiera la vida hace 2 mil 500 millones de años, es decir, 2 mil millones de años después de que la Tierra se formara.
Sin embargo, tuvieron que pasar casi otros 2 mil millones de años para que el hombre surgiera, lo que ocurrió hace aproximadamente 1.64 millones de años, transformándose ya en Homo sapiens hace cerca de 200 mil años.
Desde ahí, el hombre, la humanidad, evolucionó a lo que hoy somos: cerca de 6 mil 500 millones de seres humanos, organizados en aproximadamente 244 países, con un promedio de vida mundial que va desde los 49 años en África hasta los 78 en América del Norte, con asombrosos avances científicos y tecnológicos, pero sobre todo con unas enormes ganas de continuar viviendo. Esto es lo que se encuentra en riesgo, es decir: todo.

¿Cómo llegamos a esta situación?

También de acuerdo a los científicos, existen principalmente tres factores que han modificado o pueden modificar nuestro entorno: el convertir bosques en campos, la Revolución Industrial y la guerra nuclear.
Asimismo, señalan que los gases causantes del efecto invernadero y de la aceleración del cambio climático son el bióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), generados principalmente por la utilización de combustibles fósiles, como el carbón, petróleo y gas natural, y sus derivados, además de tres gases industriales fluorados: hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6).
Curiosamente, todas estas causas nos remiten a la época moderna, por lo que no podemos achacarle responsabilidad o culpa alguna al comunismo primitivo, al esclavismo de los romanos o egipcios, o a los regímenes feudales europeos de la Edad Media, con sus reyes o monarcas.
Estos fenómenos son, pues, característicos del régimen capitalista en el que hoy vive la inmensa mayoría de la humanidad y que predomina en la mayor parte del planeta.

La economía capitalista.

Sin duda entonces, lo que nos ha conducido hasta esta crítica situación es la economía capitalista, una economía que carece por completo de planificación y cuyo objetivo es el lucro, la ganancia, y no el ser humano.
Una economía en la que, además, se fomenta el consumismo desmedido y el individualismo más acendrado, todo lo cual pervierte los valores y principios humanos más elevados, como la solidaridad, la fraternidad, la honestidad y el respeto a toda manifestación de vida en el planeta, incluyendo la del hombre mismo.

El caos.

La falta de planificación económica trae consigo el crecimiento desmedido y caótico de las ciudades, con sus problemas de contaminación del aire, suelo, subsuelo y agua, destrucción de áreas verdes, hacinamiento e insalubridad, problemas enormes de transporte, todo lo cual provoca un alto consumo de combustibles fósiles que generan algunos de los gases aceleradores del cambio climático.
Además, se produce lo superfluo, aunque contamine, y no lo que realmente la gente requiere, las mercancías se echan a perder porque no hay quien pueda comprarlas o las cosechas se pudren en el campo porque no tienen buen precio, aunque millones de niños sufran desnutrición y mueran debido a padecimientos relacionados con esta.
Hay ropa y zapatos en los aparadores, pero millones de seres humanos viven casi desnudos y descalzos en el campo y en las ciudades. Estos son sólo algunos de los efectos de la no planificación económica en un sistema como en el que vivimos.

El lucro y la ganancia, por encima del hombre.

Asimismo, en el capitalismo se produce para obtener ganancias, para lucrar, y no para satisfacer las necesidades de las personas, y sin tomar en cuenta los daños que se le puedan causar a la naturaleza.
Así, es más barato para los grandes monopolios, para la gran industria, fabricar todo con materiales desechables, plásticos principalmente, porque esto les permite tener más utilidades, más ganancias, sin importarles los años que le lleve a la naturaleza degradarlos, contaminando con millones de desechos, ríos, mares, lagos, campos, selvas, bosques, el subsuelo, el aire y el agua.
La gran industria tampoco se preocupa por instalar plantas tratadoras de las aguas que utilizan y prefieren verterlas, con todos sus agentes contaminantes y venenosos, a los ríos y mares, o, por lo mucho, en huecos hechos en la tierra que no cumplen con norma alguna, así como tampoco instalan filtros anticontaminantes en sus chimeneas, y todo porque hacerlo disminuiría sus utilidades.
Claro, si no hacen esto, mucho menos están dispuestos a modificar procesos industriales completos o a dejar de elaborar ciertos productos que implican verter en la atmósfera enormes cantidades de gases de efecto invernadero como los ya señalados.
La actitud de los Estados Unidos de Norteamérica, el país capitalista más poderoso del mundo, corrobora claramente que lo que aquí señalamos es verdad. Sírvanos para demostrarlo sólo dos ejemplos: la bomba atómica y el Protocolo de Kyoto.

La bomba atómica y las pruebas nucleares.

El gobierno de los Estados Unidos, el imperialismo norteamericano, ha sido el único en el mundo en ordenar la utilización de la bomba atómica contra seres humanos indefensos, contra civiles, en las ciudades japonesas de Hiroshima (6 de agosto de 1945) y en Nagasaki (9 de agosto de 1945), matando instantáneamente a casi 200 mil personas y dejando a 100 mil heridas, pero cuyos efectos se recienten hasta la actualidad, tanto en los habitantes de dichas ciudades como en el medio ambiente.
La actitud belicista (claro, la guerra también es un negocio) y anticomunista de los Estados Unidos dio origen a la Guerra Fría (1945-1991) y a la llamada “Crisis de los Misiles” en 1962, debida a su intolerancia hacia el régimen socialista de Cuba, crisis que estuvo a punto de desencadenar la tercera guerra mundial, pero con armas atómicas, lo que hubiera significado el fin de la humanidad.
Pero aún más, el gobierno norteamericano, que pretende la exclusividad de la energía atómica, ha continuado con su programa de pruebas nucleares, habiendo hecho hasta hoy aproximadamente mil 054 de ellas, pero siendo cerca de mil 309 las realizadas por las potencias capitalistas en su conjunto (Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña).

El Protocolo de Kyoto.

Por otro lado, el Protocolo de Kyoto es un documento sobre el cambio climático acordado en 1997 en Japón y que entró en vigor el 16 de febrero del 2005. Tiene por objetivo disminuir la emisión de gases de efecto invernadero y, con ello, detener el cambio climático que es generado por la actividad humana.
El gobierno de los Estados Unidos lo firmó, pero ni Clinton ni Bush lo ratificaron, por lo que nunca ha participado. Es decir: el gobierno norteamericano se ha negado absolutamente a obligar a sus industrias a que reduzcan la emisión de gases de efecto invernadero, por lo que continúan contaminando como si nada pasara. Pero eso sí, sus ganancias están a salvo.
El resto de países capitalistas desarrollados han aceptado participar pero a regañadientes y siempre regateando las “cuotas” y compromisos que tienen que cumplir, que, por cierto, son mínimos.
Pero aún así hasta con dichas “cuotas” hacen negocio, pues si contaminan “menos” que lo que había sido su compromiso, llegan a vender a otros países el “derecho a contaminar” que ellos no ejercieron. ¡Así se las gastan los amos del mundo!

¿Todos somos responsables?

Sin duda, todos somos responsables de la contaminación del planeta y de la aceleración del cambio climático, pero no como dicen los demagogos: que todos lo somos en el mismo grado, en la misma medida. Esto es mentira.
No es la misma responsabilidad la que tiene cualquier hijo de vecino, que la de Bill Gates, dueño de Microsoft; o la de un habitante del mundo cualquiera, a la de George Bush, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica; o la de Juan Pérez, que la que tiene Carlos Slim, dueño de Teléfonos de México (Telmex); no es el mismo grado de responsabilidad el que tiene un humilde trabajador de cualquier empresa trasnacional, a la enorme responsabilidad de su propietario.
Es cierto, no debemos tirar basura en la calle, ni verter a los ríos o mares nuestros desperdicios o el agua con la que nos bañamos o lavamos los trastes y la ropa, y debemos educar a nuestros hijos para que tampoco lo hagan, pero de esto a que los gobiernos y demagogos quieran hacer a todos, al pueblo, a los trabajadores, a los sencillos ciudadanos del mundo, los responsables del cambio climático y de sus trágicos efectos, hay una enorme diferencia.

Por una economía al servicio del hombre.

De esta manera: o acabamos con la economía de mercado o ella va a acabar con todos nosotros; o hacemos desaparecer del planeta la economía que tiene como finalidad el lucro y la ganancia por sobre todas las cosas, o ésta acabará por hacer desaparecer a la humanidad de la faz de la Tierra. Y el tiempo se nos acaba rápidamente.
Es cierto, todas las luchas son válidas, valiosas, necesarias y hay que continuar en ellas. Es valioso pelear por preservar una especie animal o vegetal en peligro de extinción, o proteger los bosques, las selvas, manglares, lagunas, ríos, las reservas ecológicas, tortugas, delfines, focas, ballenas, mariposas, etc., pero junto con esto debemos salvarnos a nosotros mismos, a la humanidad.
Para ello es necesario señalar a los verdaderos y auténticos responsables de esta situación: al gobierno de los Estados Unidos y de las demás potencias industriales, a las trasnacionales, a la gran industria contaminante.
En cada uno de nuestros países debemos pugnar por una industria, por una economía, que, llámese como se llame, tenga por principal objetivo servir al hombre y cuidar a la naturaleza, y no el afán de lucro y ganancia. De lograrlo, ese sería nuestro mayor aporte a la preservación de la humanidad y de la vida en el planeta.
No esperemos a que Calderón, Bush, Bill Gates, Carlos Slim o cualquiera de los de la Lista de Forbes, reflexionen o hagan algo realmente efectivo al respecto, pues no lo harán, y si con motivo del cambio climático desaparece La Florida, las Penínsulas de Yucatán y de Baja California, la Ciudad de México o Río de Janeiro, Tailandia, Hawái o las Islas Fiji, ellos llevarán sus capitales a los lugares aún secos y menos contaminados, y así hasta que no quede uno solo en la faz de la Tierra.

El POEMA.

NO TE DETENGAS
(Fragmento)

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.

Walt Whitman

Feliz Navidad y próspero año nuevo.
Correo electrónico: a_babor@hotmail.com

viernes, 8 de febrero de 2008

El TLCAN: la mentira más grande del mundo.

Por Roberto ESCAMILLA PÉREZ.

“Estados Unidos no tiene amigos; sólo tiene intereses”. John Foster Dulles.

Las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se iniciaron en febrero de 1991 por parte de los entonces presidentes de México, Carlos Salinas de Gortari; de Estados Unidos, George Bush (padre); y de Canadá, Brian Mulroney, realizándose prácticamente en secreto y, por tanto, violando el artículo 6º de nuestra Constitución.
Este tratado se firmó el 17 de diciembre de 1992, fue aprobado por el PRI y el PAN en el Senado de la República y entró en operación el primero de enero de 1994, curiosamente coincidiendo con la muerte de Luis Donaldo Colosio y con el surgimiento del llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)
El TLCAN es un acuerdo en el que México, Canadá y Estados Unidos se comprometen a liberar sus economías, al libre tránsito de mercancías, pero que también implica obligaciones tales como la implementación de políticas económicas neoliberales, privatizar empresas, instituciones o recursos en manos del Estado, como el petróleo y la electricidad, así como flexibilizar leyes, como las laborales, para elevar la llamada “competitividad” y abrir por completo nuestro país a las inversiones extranjeras, entre otras muchas medidas.

¿Quién y por qué propuso el TLCAN?

Por supuesto que la iniciativa del TLCAN no fue ni de México ni de Canadá, sino, obviamente de los norteamericanos.
Como parte de la crisis permanente del sistema capitalista, los Estados Unidos, así como hoy, en los años 90’s del siglo pasado enfrentaban una grave recesión en su economía de guerra (su PIB creció en 1991 sólo en 0.2%), un enorme déficit en su balanza comercial (de octubre de 1991 a febrero de 1992 fue de 196 mil millones de dólares) y un rezago de 40 años respecto a las economías de Japón y de otros países capitalistas desarrollados del mundo.
Así, los Estados Unidos, para tratar de aliviar esta agudización en su crisis económica y luchar con éxito por el reparto del mundo contra los bloques encabezados por Japón, en Asia, y por Alemania, en Europa, es que propone el TLCAN, pretendiendo extenderlo a todos los países de América Latina y utilizar a México con este propósito, como lo demuestra la iniciativa del gobierno mexicano del Plan Puebla-Panamá.

El origen viciado del TLCAN.

El TLCAN se negoció en secreto, violando la Constitución General de la República; en un momento en el que los Estados Unidos pasaban por un periodo de profundización de su crisis económica estructural y permanente; considera iguales dos economías distintas en su desarrollo, una de por sí enormemente dependiente de la otra, como lo son la de México y la de Estados Unidos, lo que nos puso en enorme desventaja.
Además, este tratado parte del concepto falso y tendenciosos de que hoy, en la época de los monopolios, puede existir la “libre competencia”, aparte de que se elaboró pensando sólo en beneficiar a un país: a los Estados Unidos.
Estos y otros vicios de origen explican las mentiras en torno al TLCAN, las falsas expectativas que se crearon con él y sus efectos enormemente negativos que ha tenido en nuestro país, como el aumento de nuestra dependencia respecto a la economía norteamericana, el incremento de la pobreza y del desempleo, la quiebra de cientos de empresas pequeñas y medianas auténticamente mexicanas, y la privatización de centenares de empresas e instituciones en manos del Estado, como la que hoy se hace, de manera mañosa, agazapada e ilegal, de la industria petrolera y eléctrica, de la educación pública, del IMSS y del ISSSTE.

Salinas en el País de las Maravillas.

Carlos Salinas de Gortari, el Partido (de) Acción Nacional (PAN), los grupos de derecha al interior del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del gobierno de aquella época, y todos aquellos que aprobaron y apoyaron la firma del TLCAN, hicieron creer al pueblo mexicano que este tratado nos convertiría en un país del “primer mundo”, que nos conduciría a la “modernización”, que aumentaría nuestra “competitividad”, que tendríamos un gran crecimiento económico, que aumentaría el empleo y se reduciría la pobreza, que nos haríamos de “tecnología de punta”, entre otras maravillas, que hoy, a 15 años de distancia, han resultado ser sólo vulgares y cínicas mentiras.

Las cifras del gobierno panista contra la realidad.

Hoy, los neoliberales tratan de ocultar, con datos, estadísticas y cifras sueltas y amañadas, las consecuencias enormemente negativas que el TLCAN, como parte importante de la estrategia neoliberal, ha traído para nuestro país, y continúan mintiendo de la manera más cínica; sin embargo, las cifras pueden engañar, pero la realidad no miente y es clara para el pueblo mexicano.
De acuerdo a los números de los neoliberales, dados por el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), “el avance global en el comercio total de México con Estados Unidos y Canadá se incrementó 281%, superando los 350 mil millones de dólares”.
Pero lo que no dicen es que este comercio se lleva a cabo principalmente entre los mismos monopolios trasnacionales norteamericanos asentados en los tres países, pues las pequeñas, medianas y aún grandes empresas auténticamente mexicanas, como las del ramo textil, de los juguetes, o del calzado, entre muchas otras, han quebrado por cientos o están condenadas a desaparecer al no poder competir con dichos monopolios.
Señalan también que después de la firma del TLCAN “la inversión extranjera en México ha registrado un alza importante”, sin embargo, no aclaran que una gran parte de ella se va al campo de la especulación, es decir, a la bolsa de valores, que otro tanto se está invirtiendo de manera ilegal en la industria eléctrica (en plantas de generación, por ejemplo) y en la petrolera (en la perforación de pozos, como la Halliburton).
Además no dicen que el resto de dicha inversión extranjera nos está convirtiendo en un país maquilador, explotando la mano de obra barata de los mexicanos, dejándonos sólo salarios miserables, enfermedades, contaminación, sustrayendo las materias primas y riquezas naturales de la nación, y llevándose las ganancias para el extranjero, es decir, provocando fuga de capitales.
Asimismo, presumen que “el empleo formal ha reportado una ganancia de 5 millones 817 mil puestos de trabajo desde el cierre de 1993 hasta finales del año pasado”, es decir, según ellos ha generado 415 mil 500 empleos al año.
En primer lugar, estos empleos no se le pueden atribuir al TLCAN, pues esta cantidad, y más, se habían generado aún antes de su firma y entrada en operación, durante los gobiernos llamados despectivamente “populistas” por los neoliberales.
Además, estos empleos son absolutamente insuficientes en relación al gran número de jóvenes que se incorporan todos los años a la población económicamente activa.
Y, finalmente: ¿Son empleos de calidad? ¿Son los que necesitan los solicitantes?, o son como los de las maquiladoras, con salarios miserables, riesgosos y sin las prestaciones de ley.
¿Acaso creen que los miles de mexicanos que huyen todos los años a los Estados Unidos o se integran a la economía informal como ambulantes lo hacen como una terapia ocupacional, en busca de aventuras o por estar hartos de la rutina y de las comodidades en que viven?
En realidad, en los últimos 25 años han estado desapareciendo buenos empleos y se han estado generando empleos de quinta categoría. Esto no lo aclaran las estadísticas del gobierno panista neoliberal y de sus apéndices.
Ya para terminar, agregan que “nuestras” exportaciones totales “han mostrado un crecimiento de 388% entre 1993 y 2006, en tanto que las importaciones han avanzado 196%”.
Pero, nuevamente: ¿Quién exporta en nuestro país? La industria automotriz es una de las principales. ¡Pero es extranjera, no mexicana! En ese porcentaje es ínfimo el que corresponde a auténticas empresas nacionales, esa es la verdad. Ah, pero eso sí, cada año importamos más alimentos de los Estados Unidos, como granos y lácteos, aumentando peligrosamente nuestra dependencia alimentaria.

La tierra debe ser para quien la trabaja, no para quien pueda comprarla.

Desde el gobierno de Miguel de la Madrid, hace ya 25 años, los neoliberales han tenido un solo propósito en relación al campo mexicano: destruir el ejido.
Por ello las contrarreformas realizadas al artículo 27 constitucional por el gobierno de Salinas de Gortari, por ello la Nueva Ley Agraria, por ello también el tramposo y cínico Programa de Certificación de Derechos Ejidales (PROCEDE), y el abandono, por parte de los gobiernos neoliberales, del campo, de los ejidatarios, de los verdaderos campesinos mexicanos.
El gobierno federal, los grandes empresarios nacionales y extranjeros, y los políticos corruptos metidos a rancheros y ganaderos, quieren que los ejidatarios vendan todas sus tierras, han hecho todo para lograrlo y lo están consiguiendo.
El latifundio está resurgiendo en el campo mexicano, y está convirtiendo a los antes ejidatarios en peones en sus propias tierras, por lo que se hace necesario demandar nuevamente, como lo hiciera Emiliano Zapata en su tiempo, que la tierra debe ser para quien la trabaja, no para quien pueda comprarla.
El TLCAN viene a reforzar este proceso privatizador de la tierra, a aumentar la miseria de los ejidatarios y auténticos campesinos, a encarecer los alimentos básicos y a aumentar nuestra ya de por sí enorme dependencia alimentaria. El resto ya lo han dicho certeramente algunos de los dirigentes campesinos que aún tienen dignidad.

El país de las maravillas fue sólo una fantasía.

El país que nos prometió Salinas y sus seguidores, y el PAN, se quedó en una fantasía. Si antes del TLCAN el 70% de nuestro comercio se realizaba con los Estados Unidos, hoy seguramente es más; somos más dependientes de la economía norteamericana que nunca antes; la industria auténticamente nacional está desapareciendo aceleradamente; nuestro crecimiento económico alcanzó apenas un 2.45 en promedio anual desde el gobierno de De la Madrid hasta el de Fox, cuando antes de esto su crecimiento era en promedio del 6.13%, desde el gobierno de Lázaro Cárdenas hasta el de López Portillo.
Además, los empleos de calidad prometidos no han llegado; habemos por lo menos 70 millones de mexicanos en la pobreza; el salario ha perdido más del 70% de su poder adquisitivo en los últimos 25 años, durante los gobiernos neoliberales; la ciencia y la tecnología mexicana no las vemos por ninguna parte; la pesca y el campo se encuentran en crisis; y, como reflejo de todo ello, vivimos en un clima de violencia e inseguridad sin precedentes, con algunas regiones de nuestro país militarizadas.
Finalmente, y para empeorar la situación, con el TLCAN nos atamos a un país, los Estados Unidos, con una economía de guerra que se encuentra hoy en un periodo de agudización de su crisis estructural y permanente, con amenaza de estancamiento y recesión, que seguramente, aunque Calderón lo niegue, afectará a los mexicanos, pero sobre todo a los más pobres.

Ningún tratado es intocable.

Ningún tratado, ni el TLCAN, es intocable, por lo anterior, las fuerzas progresistas de México debemos exigir, nos sólo la revisión, sino su anulación, pues hay bases suficientes para ello, fundamentalmente por su carácter anticonstitucional: ninguna ley, ningún tratado, puede estar por encima de la Constitución o violar, incumplir o atentar contra sus preceptos.
El TLCAN se negoció en secreto, como ya dijimos, violando el artículo 6º constitucional, pero además su aplicación atenta contra nuestra soberanía e independencia nacional, pone en peligro la propia existencia de nuestra nación, y también vulnera las garantías y derechos individuales de los mexicanos plasmados en la Constitución de la República, como el derecho al trabajo, a la educación, a un salario digno, a la salud, etc.
México no necesita el TLCAN. Nuestro país debe diversificar su comercio, realizándolo con todos los países del mundo, especialmente con sus iguales, con los de América Latina, en una relación de beneficio mutuo, no en beneficio de una sola de las partes, como sucede con el TLCAN.
México debe renegociar su deuda externa junto con el resto de países deudores y privatizar, eso sí, la deuda del IPAB-Fobaproa, producto de la corrupción de los banqueros, para que sean precisamente éstos quienes la paguen y no el pueblo mexicano, y el gobierno federal tenga, así, recursos suficientes para invertir a favor de nuestro desarrollo independiente y en beneficio del pueblo.

Cevallos y Richaud.

Es increíble que a estas alturas aún haya defensores a ultranza del TLCAN, pero sí los hay, y ejemplos claros son los panistas Edgar Esteban Richaud Lara y Rodolfo Cevallos Esponda, delegados en Campeche de la Sagarpa y de Economía, respectivamente, quienes recientemente declararon que el tratado ha cumplido con creces sus objetivos de hacer crecer la economía, el empleo y el ingreso.
Bien, pues que digan qué obrero, ejidatario, pescador, comerciante o empresario auténticamente campechano se ha beneficiado directamente con el TLCAN. Seguramente les será más difícil que buscar una aguja en un pajar.
O tal vez estos funcionarios federales panistas crean que en un futuro, en las campañas de los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos se van a repartir “Charritos Richaud”, se va a tomar horchata “La Campechana” y en sus mítines se van a cubrir del sol con “Lonas Noble”.
¡Por favor, no insulten la inteligencia de los campechanos! Los obreros, ejidatarios, pescadores, comerciantes y empresarios del estado merecen otra cosa por su trabajo, y por los esfuerzos y sacrificios que realizan para salir adelante, y no sólo burdas mentiras.
¿Cuándo se darán cuenta los empresarios campechanos que apoyan al PAN de que con esta actitud atentan en contra de sus propios intereses a mediano y largo plazo? Si no lo hacen pronto, tal vez después sea demasiado tarde. Correo electrónico: a_babor@hotmail.com